No
creáis que no me he dado cuenta, que sí. Llevo varias semanas con la exposición
por los suelos como si la vida que muestro estuviera permanentemente arrastrada
y no nos quedara a los que la vivimos hoy más que adocenarnos y vivir al pairo
de la desdicha, encajando los dramas que la realidad nos impone cada día y
esperando cada día el golpe siguiente. Estoy seguro que no nos faltarían
argumentos para hundirnos en la miseria porque nos rodean feroces como fieras
pero los que hemos vivido muchos años pegados a los más pequeños sabemos que
eso no pasa de ser una quimera sin fundamento. El espacio que ocupan los
primeros años de la vida tiene fuerza para dar y tomar. Lo mismo que de las
malas compañías no se puede esperar nada bueno, de las buenas no hay modo de
bajar la cabeza, asumiendo, eso sí, los
dramas que la vida nos ofrece y que sería ridículo ignorar.
Mi
ciudad, Granada, creo haberlo dicho ya en este rosario de actualidades que os
ofrezco cada semana, es dura en los extremos climáticos, tanto en invierno como
en verano y con unas amplitudes térmicas en un solo día que con frecuencia superan
los 20 grados. Estamos acostumbrados a salir vestidos de una manera por la
mañana, tener que aligerarnos de ropa a mediodía y arrastrar los abrigos en el
brazo y tenerlos que volver a usar por la tarde, una vez que anochece, que es
muy pronto. Y todo en un solo día. Parece que este año una ola de frío ha
bajado del ártico y grandes extensiones del planeta están sobreviviendo
con temperaturas inusualmente bajas. Ese
no es nuestro caso. Yo me levanto cada mañana a pocos grados bajo cero, menos
de 5 casi siempre, y sé que lo único que está pasando es enero, que aquí se le
conoce como claro y helaero. Me
abrigo bien y sé que a mediodía estaremos alrededor de los 20 grados. Ahora
llega febrero y aquí se dice que busca
la sombra el perro no porque no haga frío, que lo hace, sino porque en
cualquier recacha puede empezar a picar el sol en pleno día.
Con
los pequeños pasa un poco igual. En un sólo día debemos habilitar para ellos
condiciones de supervivencia porque no disponen muchas veces de recursos para
protegerse ante determinadas dificultades climatológicas o de cualquier otro
tipo pero los ciclos de la vida están en ellos más a flor de piel que en los
mayores que hemos perdido frescura y nuestras condiciones de habitabilidad y
supervivencia arrastran demasiados condicionantes. Cualquier pequeño es capaz
de haber sufrido una mala noche y haber descansado mal y en pleno día lo ves
como una rosa, como si las incidencia no fueran con él. Por eso tenemos que
aprender a confiar en sus capacidades y estar a su lado ofreciéndoles nuestra
colaboración para el caso o el momento que lo necesiten, lo que les
proporcionará una seguridad fundamental para su desenvolvimiento pero siempre
dispuestos a quitarnos de en medio y no ser un tapón para la vida que surge en
ellos siempre por encima de todo.
En mi
paseo vespertino ya fui capaz de fotografiar la otra tarde los primeros
jaramagos que han empezado, desde las zonas marginales de mi ciudad, a anunciar
que la vida está siempre por encima de todo y que en pleno invierno los días
van tomando un poco más de luz, minuto a minuto, y vislumbrando la primavera
paso a paso. Podemos llevar en los carritos a los pequeños embotados en abrigos
como si fueran muñecos inmóviles pero si somos capaces de ponernos con ellos al
sol de mediodía y los liberamos de de los envoltorios de nuestro miedo, al
momento empezarán a comerse el mundo subiendo y bajando de cualquier objeto a
su alcance como si todo lo que existe no tuviera más función que servirles para
su desarrollo motor. La vida, estaría bien que lo entendiéramos de una vez para
siempre, se impone siempre a cualquier dificultad porque es más fuerte que el
mayor de los contratiempos que podamos encontrar en el camino.
Ay, Rosalía, qué delicia de voz
ResponderEliminar.... cómo no, 'para comerse el mundo'
Abrazo
Pues sí, Pilar. Y nosotros que tuvimos el privilegio de disfrutarla en directo. Un beso
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