Desde
pequeño vengo escuchando como chascarrillo: Si los hombres parieran se acabarían los niños porque nadie querría
repetir con el segundo hijo. Por supuesto no tengo ningún datos que
corroboren esta afirmación pero sí tengo algunas certezas en el sentido de que
en este mundo se ha gobernado desde siempre bajo el criterio de los hombres y
nos hemos venido quedando tan panchos. Las estructuras religiosas han
colaborado lo suyo a mantener esta injusticia de ignorar como sistema a la
mitad de la población y a estructurar sistemas de convivencia en los que sistemáticamente
ellas eran ciudadanas de segunda. La situación ha llegado a tal extremo que
ahora que ellas están empezando a decir aquí
estoy yo y a decidir por ellas mismas, en el mundo se está produciendo una
revolución de tal calibre que todos nos estamos encontrando desbordados por sus
consecuencias. El año pasado nos asustamos, al menos en España, cuando vimos
las calles repletas de manifestaciones de gente reclamando la igualdad de las
mujeres.
Por ceñirme someramente a nuestro tema
educativo pondré sobre la mesa sólo dos asuntos que nos están poniendo a
temblar. El tema de la conciliación familiar en el trabajo irrumpe como asunto
social de primer orden no porque sea nuevo sino porque tradicionalmente ha
venido produciéndose escondido tras las espaldas de las mujeres de modo que los
hombres de todas las culturas salían por la mañana de sus casas a buscarse la
vida y los pequeños eran asunto de las mujeres que, o bien los llevaban
colgados a la espalda todo el día o sencillamente dejaban de incorporarse al
sistema productivo para quedarse en la casa disponiendo que todo estuviera en
orden pero sin cobrar ningún sueldo por semejante dedicación que nunca estuvo
valorada en relación con un salario. Se impuso la costumbre de que las
ganancias del hombre las ponían a disposición de que las mujeres las administraran,
pero siempre como concesión masculina y nunca como derecho compartido.
En el
tema de los hijos, que hasta hoy sólo es responsabilidad de las mujeres, en los
últimos años en los que las mujeres vienen reclamando que en su cuerpo mandan
ellas y que van a traer al mundo los hijos que ellas decidan nos damos cuenta
de que todo el ingente poder sobre la población del planeta venía siendo
gobernado por los hombres, como tantos otros poderes, sencillamente porque las
mujeres estaban atadas a los espermas incontrolados. Desde el momento en que se
han instalado los controles de natalidad o la posibilidad de abortar si no
desean seguir con el embarazo todo se ha trastocado radicalmente y los hombres
vemos con angustia cómo vamos dejando de ser dueños de muchos aspectos de la
vida de vital importancia y nos vamos quedando con el culo al aire como piezas
de una sociedad que cada vez puede prescindir más fácilmente de nosotros como
detentadores del poder absoluto.
Los
próximos tiempos, que algunos ya no veremos por ley natural, prometen ser emocionantes. No creo que los
cambios vayan a estar en saber si las personas se van a extinguir o si el
trabajo se va a acabar tal como lo conocemos. Lo que sí pienso es que tanto en
un aspecto como en otro habrá que contar con el criterio de la mitad de la
población, injustamente ignorada tradicionalmente y terminar de asumir de una
vez que cada persona es una persona y que nadie tiene derecho sobre nadie sin
contar con su criterio. Si los problemas que comentamos se miran con inocencia
no parece difícil darse cuenta de nadie debería haber tenido nunca derecho
sobre nadie sin contar con su opinión. Sabemos que la realidad ha venido siendo
muy distinta y por eso da pavor sólo de pensar que los cambios que nos esperan
son impredecibles. sencillamente por la situación de injusticia que nos ha
hecho hasta aquí.
Muy bueno ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta