Nunca
llegué a tenerlo pero recuerdo que los niños pequeños, para el control de sus
esfínteres lo que llevaban era unos pantalones cortos como todos, con sus
tirantes y abiertos por abajo por completo de modo que cuando querían
satisfacer alguna necesidad no tenían más que abrirse los pantalones y hacerla donde se encontraran. Los que disponíamos de
un nivel de pobreza semejante pero algo más de distinción llevábamos el mismo
tipo de pantalones, cosidos por abajo, con su bragueta correspondiente y varios
botones que podían desabrocharse en caso necesario y como ropa interior unos
pantalones de lienzo abiertos por delante que daba imagen de algún mayor abrigo
pero de una estética endemoniada. En los primeros años no recuerdo haber
sentido otra cosa que la sensación de cierto cuido en comparación con los de
los pantalones abiertos pero cuando descubrimos la moda de los slip la
vergüenza era morrocotuda porque la estética de nuestros calzoncillos dejaba
mucho que desear ya que los hacían las madres como mejor sabían.
Como
profesional de la primera infancia durante alrededor de 30 años he visto casi
de todo. Muchas veces petos apretadísimos casi imposibles de permitir el acceso
a unos trozos de plástico llamados "picos" que sujetaban los pañales
de gasa de algodón que almacenaban los excrementos y que se cambiaban varias
veces a lo largo del día. Las dificultades eran de tal calibre que recuerdo
haber discutido más de una vez en reuniones técnicas algunos tipos de
vestimenta tipo chándal que facilitara la sujeción en la cintura y la bajada y
subida con facilidad para las personas responsables del mantenimiento de la
higiene y para los propios interesados en el momento en que ya empezaban a
controlar esfínteres hacia los dos años más o menos. Las niñas no solían tener
estos problemas si venían vestidas de niñas pero los inviernos de Granada son
muy duros, esta mañana marca el termómetro 6 grados bajo cero, y para mitigar
el frío terminaban todos con la misma vestimenta más o menos.
Después
de muchas discusiones comentando las ventajas e inconvenientes para alcanzar
algún tipo de uniforme que respetara el abrigo de los meses de invierno a la
vez que la facilidad del cambio de pañales cada vez que fuera necesario
terminamos por abandonar la idea por miedo a que todos pudieran ir iguales,
cosa que hemos odiado siempre, si bien explicábamos a las familias la
conveniencia de huir de los petos y buscar formatos de ropa tipo chándal que
pudiera ser de abrigo pero que permitiera bajarse y subirse con facilidad para
los que teníamos que responder de la limpieza de los pequeños o incluso para
ellos mismos cuando ya su edad y conocimiento permitía que fueran aprendiendo a
controlar sus esfínteres. Para la limpieza se ha usado el jabón líquido y
esponjas, que llegaron a ser individuales por cuestiones de higiene y que han terminado
en la aberración de las toallitas de un solo uso que ahora tienen atorados a miles
de desagües porque son muy resistentes y no circulan por las cañerías con la
fluidez imprescindible.
Terminamos
hablando de ropa de abrigo o mejor adecuada para la higiene sin que tuviera
carácter de uniforme pero que sí respetara unos criterios de facilidad de
acceso a los cambios imprescindibles de pañales en caso necesario a la vez que
garantizaban el abrigo en los pelones días del invierno granadino. En aquellos
momentos las discusiones tenían alguna utilidad pero ahora que ya estoy fuera
del circuito laboral paseo por la calle y veo algunos monos de plástico de una
sola pieza y me acuerdo de lo incómodos que tendrán que ser para los cambios de
pañales. No digamos si son ellos mismos los que tienen que encontrar la fórmula
de acceder a los cuartos de baño para controlar sus esfínteres. Comprendo que
es difícil conseguir los equilibrios para la mejor satisfacción de las
necesidades de cada momento, pero me doy cuenta de la fuerza del comercio, que
es el que al final termina imponiendo su ley.
Que genial que sos,,,me has dejado con la boca abierta Un bravo por tu entrada
ResponderEliminar