Esta
semana tampoco ha pasado de largo para quien tenga ojos y quiera mirar. Se
trataba de una barcaza medio deshecha en medio del mar. Un cuerpo de un niño y
otro, al parecer de su madre flotando como en el baile de la muerte antes de
que el mar se los terminara comiendo. Junto a ellos otro cuerpo vestido de azul
que el jugador de baloncesto Marc Gassols que andaba de voluntario en esa
expedición recogió y nos ha dicho que estaba viva. Los tres fueron trasladados
a Barcelona donde la mujer que ha sobrevivido ha dicho que se escapó de su casa
porque su marido le pegaba. La madre y su hijo recibirán anónima sepultura
porque alguien que los encontró flotando, ya difuntos, ha decidido que merecen
al menos un recuerdo, una bolsa de plástico donde puedan podrirse en paz y un
trozo de tierra que los acoja. Desgraciadamente no serán los últimos porque la
desidia, el desinterés y la ignominia que utilizamos las personas para con
nosotros mismo parece que no tiene límite.
Recordaréis
el tema del espejo que tratamos la semana anterior. Aunque no lo parezca tiene
relación con el abandono manifiesto que mostramos por nosotros mismos. En
cierto modo podemos decir que el espejo, su presencia, su cercanía, su utilidad
y su trato significan lo contrario. No se trata de pasar unos al lado de otro y
apenas mirarnos ni vivos ni muertos. Se trata de reconocernos unos a otros como
personas con capacidades y con deseos. Saber que solos no somos nada o casi
nada, seres desvalidos al arbitrio de cualquier incidencia pero que juntos
podemos levantar el mundo sin más esfuerzo que el de aprender a ayudarnos unos
a otros. Cualquier pequeño que vemos paseando con su familia por la calle nos
está diciendo que mientras lleva de compaña a sus seres queridos se siente
capaz de cualquier cosa, el dueño del mundo y a salvo de cualquier peligro que
le pueda rondar.
Algo
de esta capacidad de fortaleza significa un espejo hermoso en el que uno pueda
contemplar su imagen y manejarla a su antojo. Mirarnos significa en primer
lugar saber quiénes somos, cómo somos, reconocernos como nosotros mismos y
hasta ser capaces de compararnos con otros parecidos a nosotros o con los
elementos que nos rodean. El conocimiento es poder siempre y la ignorancia es
dependencia y enajenación. Desde siempre hemos conocido que quien ha querido
dominarnos ha procurado por todos los medios que no sepamos nada ni de nosotros
mismo ni del mundo que nos rodea. Los que ya tenemos unos años podemos recordar
en propia memoria cómo la sola idea de aprender a leer y a escribir era casi un
elemento subversivo que en muchos casos tuvimos que ir superando como si la
adquisición del conocimiento fuera una especie de guerra que hubiera que ir
ganando cada día frente al dominio de la opresión de la ignorancia.
Siempre interesante ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
P.S: Mahler genial