No
daré pie a comenzar aludiendo a inmigración y derivados para evitar la
tentación de envolvernos de nuevo en el asunto y que parezca que nos olvidamos
de nuestra matriz y guía, sin bien inevitablemente habrá referencias que no nos
van a permitir olvidarnos del tema. Un objeto que nos parece esencial y que no
debe faltar en el ajuar de cada menor debe ser un espejo, un gran espejo de
cuerpo entero de cristalina, especialmente dura y a prueba de golpes, puesto a
la altura natural para que la criatura pueda reconocerse en cuanto pueda, no
será antes de haber cumplido los dieciocho meses y desde el momento en que sepa
quién es, identificarse y evolucionar consigo mismo a través de su propia
imagen, que el espejo se la ofrecerá permanentemente. En nuestras aulas nunca
falta una hermosa luna con un grosor mínimo de seis milímetros, que es
importante, para que todos los miembros del grupo puedan ser identificados por
ellos mismos y por sus compañeros.
En
cualquier momento del día el menor necesita la confirmación del adulto y no
tiene nada de raro que veas cómo se pone delante de tí y te pregunta con toda
franqueza: ¿Estoy guapo?. Tú le respondes que sí y normalmente la secuencia
puede acabar ahí. Está bien porque sirve para reforzarle una imagen positiva de
sí mismo. En el caso de quien dispone de un buen espejo a su alcance no es
raro, yo he sido testigo miles de veces, a pesar de nuestro mensaje positivo, que
se acerca al espejo y busque en su imagen corroborar la buena impresión
recibida o como si necesitara confirmar esa apreciación con sus propios ojos. No
es extraño que la lección acabe con la confirmación expresada por sus propios
labios: ¡Estoy guapo! Entre la primera expresión interrogativa y esta de
confirmación se ha producido un recorrido de asunción de la propia imagen, sea
personal o sobre la que hubiera duda, de modo que este final significa la toma
de postura personal sobre la duda inicial.
También
veo que explicar este fenómeno puede resultar árido, como distante y como fuera
del ámbito de cada persona pero la realidad no se produce en estos términos. El
espejo en todos los casos se ha convertido en un elemento esencial de relación,
tanto con cada persona consigo misma o como miembro de un conjunto. Podríamos
hablar del espejo como un juguete más pero no estaríamos dándole toda la
profundidad que su función merece. Me inclino más a valorar el espejo como una
estructura básica de aprendizaje de las personas que debe estar a su alcance
personal y de grupo para ser utilizado como medio esencial de crecimiento a
través de la utilización como vehículo de identificación personal, de
conocimiento de uno mismo y de asunción de nuestra propia imagen a través de
las mil y una situaciones de las que somos capaces de manifestarnos ante
nosotros mismos y ante los compañeros.
Como
última parte de este comentario sobre el espejo hay que decir que las
sociedades más opresivas se han cuidado muy mucho de eliminar de cada uno de
sus miembros la posibilidad de que consigan una imagen potente de si mismos por
sus propios medios para que sólo
dispongan de la valoración que les llega a través de los responsables.
Concretamente los conventos de clausura no disponen de ningún espejo para que
sus miembros sean capaces de obtener una valoración por sí mismos que no sea la
que les llega a través de sus directores espirituales. El valor del espejo se
ha ido acrecentando cada vez más en nuestro criterio colectivo de modo que hoy
nadie discute el valor y la trascendencia de una buena luna de espejo en cada
clase, porque sabemos que va a contribuir de manera esencial a que los miembros
del grupo se valoren como individuos y como miembros del contexto en el que se
desenvuelven.
Un año me invitaron a participar en las jornadas anuales que el colectivo Agazzi de educación infantil organizaba en Córdoba. Y me pidieron que hablara de la importancia del espejo en las aulas, que yo también defendía. Cuando acabé mi intervención, el debate se suscitó sobre la capacidad que tenían las maestras de las escuelas públicas de 3-6 para introducir un elemento de "mobiliario" en el aula; ya que un espejo no podía ser considerado "material escolar". Y mientras resolvían el tema administrativo, admitían que muchas de las veces que los niños pedían permiso para ir al servicio, era fundamentalmente para mirarse en el único espejo que existía en la escuela.
ResponderEliminarMe duele lo que comentas pero, desgraciadamente, no me extraña. Es inaudito ver de qué modo se pueden disfrazar las excusas para no' terminar haciendo aquello que a todas luces se ve claro que hay que hacer. Los problemas son difíciles muchas veces, pero nuestra desidia es más difícil de resolver. Un abrazo
EliminarNo es suficiente ser bien parecido a criterio de los demás: importa constatar con un espejo que uno es agraciado...
ResponderEliminarY es que la seguridad de nuestros problemas empieza a resolverse cuando tomamos las causas en nuestras manos y no¡s determinamos a resolverlas. Un beso
EliminarMuy bien planteado ...
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta