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domingo, 22 de julio de 2018

PODER


         Esta semana tampoco ha pasado de largo para quien tenga ojos y quiera mirar. Se trataba de una barcaza medio deshecha en medio del mar. Un cuerpo de un niño y otro, al parecer de su madre flotando como en el baile de la muerte antes de que el mar se los terminara comiendo. Junto a ellos otro cuerpo vestido de azul que el jugador de baloncesto Marc Gassols que andaba de voluntario en esa expedición recogió y nos ha dicho que estaba viva. Los tres fueron trasladados a Barcelona donde la mujer que ha sobrevivido ha dicho que se escapó de su casa porque su marido le pegaba. La madre y su hijo recibirán anónima sepultura porque alguien que los encontró flotando, ya difuntos, ha decidido que merecen al menos un recuerdo, una bolsa de plástico donde puedan podrirse en paz y un trozo de tierra que los acoja. Desgraciadamente no serán los últimos porque la desidia, el desinterés y la ignominia que utilizamos las personas para con nosotros mismo parece que no tiene límite.

         Recordaréis el tema del espejo que tratamos la semana anterior. Aunque no lo parezca tiene relación con el abandono manifiesto que mostramos por nosotros mismos. En cierto modo podemos decir que el espejo, su presencia, su cercanía, su utilidad y su trato significan lo contrario. No se trata de pasar unos al lado de otro y apenas mirarnos ni vivos ni muertos. Se trata de reconocernos unos a otros como personas con capacidades y con deseos. Saber que solos no somos nada o casi nada, seres desvalidos al arbitrio de cualquier incidencia pero que juntos podemos levantar el mundo sin más esfuerzo que el de aprender a ayudarnos unos a otros. Cualquier pequeño que vemos paseando con su familia por la calle nos está diciendo que mientras lleva de compaña a sus seres queridos se siente capaz de cualquier cosa, el dueño del mundo y a salvo de cualquier peligro que le pueda rondar.

         Algo de esta capacidad de fortaleza significa un espejo hermoso en el que uno pueda contemplar su imagen y manejarla a su antojo. Mirarnos significa en primer lugar saber quiénes somos, cómo somos, reconocernos como nosotros mismos y hasta ser capaces de compararnos con otros parecidos a nosotros o con los elementos que nos rodean. El conocimiento es poder siempre y la ignorancia es dependencia y enajenación. Desde siempre hemos conocido que quien ha querido dominarnos ha procurado por todos los medios que no sepamos nada ni de nosotros mismo ni del mundo que nos rodea. Los que ya tenemos unos años podemos recordar en propia memoria cómo la sola idea de aprender a leer y a escribir era casi un elemento subversivo que en muchos casos tuvimos que ir superando como si la adquisición del conocimiento fuera una especie de guerra que hubiera que ir ganando cada día frente al dominio de la opresión de la ignorancia.

         Ya el propio sentido del yo es un elemento de poder de todas las maneras posibles. Desde el primer grito de no que nos tira a la cara una persona hacia los dos años como primera demostración de su capacidad de oponerse a lo que nosotros queramos imponerle, hasta la conciencia del conocimiento que es capaz de adquirir cualquier persona a través de su contacto continuado con su propia imagen detrás de un espejo a su disposición hasta el sin fin de capacidades que a través de la cultura somos capaces de asumir y no contra nadie ni contra nada sino siempre a favor de ese río enorme que se llama la humanidad y que a través de los tiempos hemos venido ascendiendo en el conocimiento y demostrando que, aparte de ser capaces de abandonarnos a nuestra suerte en medio del mar, también entendemos del amor, de la ayuda y del progreso como hermanos. Al final, en nuestras manos está en todo momento la posibilidad de elegir nuestro papel en este mundo.

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