Me
consta que este asunto de los olores ya lo he tocado, pero cómo dejarlo pasar
en este tiempo cuando salir a la calle es toda una sinfonía de azahar, de celindas breves, apenas unos días y vuelta
a esperar hasta la próxima primavera. De lilos levísimos pero de una delicadeza
inconmensurable, de rosas, cada vez más raras de olor aunque cada vez más
hermosas y variadas de colores, de glicinias tan intensas y las plantas de
suelo, que no les van a la zaga: el
romero en flor, la lavanda, el espliego,
la salvia, la yerbaluisa… Una locura en fin. Así están las abejas; locas de
aquí para allá saboreando azúcares que las emborrachan de placer y de camino
nos resuelven la polinización, haciéndonos creer que trabajan para nosotros.
Nada más lejos de la realidad. Trabajan para ellas aunque de rebote nos
beneficien a nosotros, que no es lo mismo.
El
ejemplo en el que me basé en su día es el del niño que olió una rosa y me dijo
que olía a colonia. Así es nuestra manera de educar muchas veces: justamente al
revés. Pienso que en todo, pero en los olores un poco especial parece que no
fuera asunto de la escuela. Hay sentidos que son los reyes, como la vista y el
oído sobre todo. Otros se van imponiendo últimamente, como el gusto. Por fin
vamos entendiendo que la comida es fundamental y que hace falta dedicarle
tiempo, como a todo. Ojalá sigamos por este camino de llegar a las raíces de
las cosas y hacer que los niños vivan en profundidad las claves de la vida. En
los olores andamos en pañales como mucho. Empezando, desde luego, por nosotros,
que ni hemos olido siquiera las posibilidades y los beneficios de conocer y
experimentar olores para nuestra educación. No sólo los deliciosos propios de
la primavera, sino la inmensa diversidad que la vida nos ofrece para quien
quiera pararse en ellos y hacerlos suyos. Algunos hemos llegado a conocer
locales sólo por su olor: ultramarinos, barberías, carnicerías, chapisterías de
coches, pegamentos en general…
Ahora
aparecen por la tele algunos encuentros de enólogos porque se está poniendo de
moda el vino. Al fin después de tantos años de consumo de venenos destilados de
más de 40 grados: ginebras, ron, whisky, coñac, vodka… y tantos otros. Podemos
ver algunas catas y a personas, que no sé de dónde habrán sacado los conocimientos
porque de la escuela desde luego que no, metiendo la nariz en las copas para
explicarnos las particularidades del líquido que se muestra en su interior. Nos
hablan de recuerdos florales, de matices de frutas que no sé de dónde se sacan
pero que les sirve para valorar las bondades o no de los caldos a prueba y, en función de los resultados obtenidos,
hacer toda una categorización de más a menos, de los distintos vinos que se
presentan. Parecen conocimientos nuevos, como si hasta estos últimos años nadie
hubiera entendido de vinos o de olores cuando lo cierto es que esta facultad ha
vivido siempre, casi en catacumbas y para ser conocida y usada por medio brujos o brujas que, desde sus conocimientos
insólitos, nos han cautivado con los perfumes y con sus aplicaciones.
La escuela
debería darse cuenta de que, aparte de que la capital de Rusia es Moscú, de que
cinco por cinco son veinticinco y de que los alumnos tienen que guardar
silencio para escuchar lo que los profesores tienen que explicarles, deberían
salir un poco a la calle para comprobar lo grande que es la vida y lo poco que
sabemos de ella y lo mucho que nos queda por aprender. Si en algún momento
somos capaces de darnos cuenta de las muchas limitaciones que tiene nuestro
aprendizaje y las inmensas posibilidades que se nos abren si nos abrimos
nosotros a las incógnitas que nos rodean es posible que aprendamos a sintetizar
y optimizar nuestras maneras de aprender. Yo siempre dije: Si tú aprendes una
hoja, sólo sabrás una hoja pero si eres capaz de aprender una rama podrás
asumir las mil hojas que cuelgan de ella. No se trata, por tanto, de aprender
más, sino de aprender mejor.
Recién llegado del norte de Marruecos y con gran variedad de olores en la maleta, recuerdo una anécdota de mi hija Alba con mi madre, maestra ella parvulista, hija de maestra parvulista (que de casta le viene al galgo; o sea, yo maestro de escuela infantil): en nuestro hogar, lo mismo que en los de padres y hermanos de Concha, mi mujer, es habitual oler todo: la ropa, un regalo y, por supuesto, la comida. Sin embargo, al hacerlo mi hija ante la comida de su abuela, celebrando lo bien que olía, mi madre le regañó diciendo que oler las cosas era de mala educación. Cuando mi hija me lo contó, no supe encontrar una razón para que mi madre dijera eso.
ResponderEliminarSeguramente la desdichada secuencia que cuentas de tu madre podríamos hacerla extensiva a mucha gente porque se refiere a un estado de opinión que sin duda estaba presente en muchas personas y reaccionaban en función de lo que creían.
EliminarCreo que afortunadamente estamos en otra época y, sobre todo, estamos muchas personas que pensamos de manera disatinta y que las facultades de los pequeños, tanto si son bien comprendidas como si noi, lo que tenemos que hacer es protegerlas porque el futuro es de ellos, con nuestra comprensión o sin ella, pero mejor para todos que sea con nuestra comprensión.
Oler las cosas, hoy lo sabemos muy bien tú tú yo y muchas personas más, es un magnífico intento de conocerlas y de penetrar en su entraña. Los sentidos en general son los vehículos que utiliza el ser humano para comunicarse con el mundo, unas veces de dentro a fuera y otras de fuera a dentro. En fin, qué tiempos más oscuros me recuerdan las referencias que nos traes en tu comentario. Un abrazo
lo bueno es saber de todo.
ResponderEliminary saborearf de todo
y oler de todo sin meter las narices donde no nos llaman
y andar de todo y todo tocar, que los cinco ,¡seis!, sentidos no perdonan.
de olores pareció estar todo dicho (?)hasta que llegaron los alquimistas y nos pusieron en la pista, un poco perdida entre la podredumbre de los burgos y villorrios...
Mas es cierto que las abejas buscan miel y se posan a su libre albedrío.
por algo será.
abrazo
Estoy completamente de acuerdo contigo.
ResponderEliminarY otra tarea pendiente es el desarrollo de la inteligencia emocional...
Un abrazo.
Realmente un sentido que también hay que saber educar...para conocer el origen de esas sensaciones en forma de olor....
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
pretty nice blog, following :)
ResponderEliminarEducar en la percepción es clave para que los niños aprecien el mundo desde su propio conocimiento, no como quieren venderselo.
ResponderEliminarun saludo