Por
agotar un poco los temas y permitir que este discurso a plazos se desplace de
unos lugares a otros sin perjuicio de que algún día vuelva a repetirse
cualquier asunto, quiero seguir con la propuesta de objetos creados dentro de
la clase y que en su momento fueron emblemáticos. El nexo de unión era que la temática
se decidía en la asamblea de cada mañana, que se trataba de un trabajo de grupo
en el que colaborábamos niños, maestros y familias y que todas las historias
tenían un final, como la vida misma.
Acordamos
crear una vaca en el grupo de dos a tres años, mi compañera Conchi y yo. El
trabajo fue publicado en Cuadernos de Pedagogía una vez que concluyó el ciclo,
que también duró varios meses. La historia comenzó con una visita a la vaquería
de Los Pastoreros, una secta religiosa dedicada a la agricultura y a la
ganadería en Fuente Vaqueros, a unos 20 kilómetros de Granada. Vimos cómo
vivían las vacas, cómo se les daba de comer, cómo se las limpiaba, cómo se las
ordeñaba y allí mismo probamos la leche. A la vuelta venían muy motivados con
el asunto y era un momento adecuado para seguir explotando el tema. El colofón
nos pareció adecuado que fuera hacer una vaca dentro de la clase, casi de
tamaño natural por lo que, una vez terminada hubimos de colgarla del techo
hasta que llegó el momento de dar término a su vida, que también fue en la
fiesta de fin de curso en presencia de todas las familias y con el fuego como
punto y final. Hablamos de 1987 mas o menos.
Otra
propuesta fue la de El viejo y el mar. Curso 1994 – 95 y se trataba de que
Santiago, el protagonista del libro, nos estuviera acompañando como un
personaje más de la clase y la historia de su encuentro con el mayor pez de su
vida. Una vez conocida la historia por todos y dibujada cada secuencia por
ellos, decidimos hacer un pez como el que pescó Santiago, un pez espada de
alrededor de tres metros, sabiendo que, aparte de la cabeza, la mayor parte del
pez se lo comieron los tiburones cuando Santiago volvía a la playa. Las
familias nos proporcionaron una cabeza de pez espada de verdad. La espada medía
casi un metro. La tuvimos salándola un par de meses para que no se nos
pudriera. Luego se la reconstruyó por dentro como si fuéramos taxidermistas y
el resto del cuerpo, que tenía que estar colgado del techo porque si no, no
cabíamos. Con alambres y con periódicos para que abultara pero no pesara apenas,
nos acompañó todo el curso. Lo que nos interesaba y lo que más trabajamos no
fue un objeto concreto sino la historia en sí, que todos nos la sabíamos de
memoria y la contábamos a cada paso.
No
quiero cargar las tintas demasiado en mí. Lo que cuento lo he vivido en primera
persona, pero yo no era excepcional, ni mucho menos. Sin ir más lejos, mi
compañero Manuel, que nos suele enriquecer con sus comentarios, tiene
experiencias tan ricas como estas o más. Por ejemplo con el asunto de la
Alhambra, con el barrio del Albaicín en colaboración con otros compañeros de su
escuela o, hace unos meses, con la exposición de planos de las casas de los
niños y las correspondientes maquetas que fueron expuestas en el Decanato de
Arquitectura de Granada y de la que dimos cumplida cuenta con mucho gusto en
este blog. No era, por tanto, nada especial sino como una especie de derivación
del trabajo de cada día. En momentos concretos se centraba la discusión sobre un
asunto: casa, vaca, Santiago del viejo y el mar, la Alhambra, o cualquier otro
asunto y entraba dentro de lo posible proponer materializar y hacer que tomara
forma física cualquier elemento referido a lo que estábamos tratando y que nos
resultara especialmente significativo. Y, manos a la obra. También aclarar que
yo hago referencia al pasado porque yo ya no trabajo en las escuelas ya que
estoy jubilado, pero las experiencias se siguen produciendo hoy en día con
mucho más rigor técnico y con el mismo espíritu.
Gran idea, realmente buena !
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
P.S: mejor la música clásica....es una humilde opinión!
Este curso nuestra compañera Amalia se planteó con sus alumnos de cuatro años continuar un trabajo que ya inició con esos mismos niños en tres años: el conocimiento del cuerpo humano. Si el curso pasado fue el motivo de los disfraces de carnaval; este curso se ha propuesto construir una figura humana. Como yo estoy de apoyo del ciclo este curso, he podido participar en el proceso, y al final tenemos al gran Caballero Duende sentado en una mesa de una antigua máquina de escribir, porque si estuviera de pie no cabría en el aula.
ResponderEliminarLo que cuentas viene a corroborar que estas iniciativas, ni son individuales ni han dejado de producirse aunque algunos estemos ya jubilados y solo podamos contarlo. Pienso que eso es lo más valioso del proyecto en el que nos hemos desenvuelto laboralmente y algunos serguís todavía. Siempre tendré en mi mente los ojos encendidos de los pequeños que son conscientes de que su protagonismo es imprescindible para construir el tipo de escuela que ofertamos. ánimo con esa salud y a v er si otros se apuntan también a intercambiar experiencias. Para nosotros es útil sin duda, ya lo sabes y para los que no nos conocen, pueden que les aporte algo. Un abrazo
Eliminarno sé si a la población infantil con y para la cual iban encaminadas estas iniciativas, le habrá dejado tan honda mella estos proyectos, esta vaca que sí, que ríe, ese pez...
ResponderEliminarLo que parece más que evidente que en ti sí ha calado hondo la experiencia escolar. Solo por eso ya ha valido la pena perder uno de sí mismo sus horas preciadas, su tiempo, y hasta la piel entera...
realmente sugestivo ese inofensivo vacuno, a un tiro de desplomarse de los techos!!!!
un abrazo
Como siempre que escribes sobre estos temas, dejas traslucir que ha sido tu verdadera vocación y cuando el trabajar se convierte en una apuesta vital, se nota. Ahora me pregunto: ¿durante todo el curso no le disteis de comer a la vaca?... Está muy flaca, la pobre.
ResponderEliminarSaludos y síguenos deleitando con tu sapiencia
Festejar la esperanza es hermoso!!!!!
ResponderEliminarFelices Pascuas !!!!!!!