Desde
el principio de la vida los adultos se rigen por reglas a la hora de establecer
un sistema de relación con los pequeños. Otra cosa bien distinta es que ellos
lo puedan entender y asumir como un esquema de comportamiento. Han de pasar los
primeros años, más o menos hacia los tres para que sientan que en la relación
con los adultos hay toda una tela normativa que hace que las cosas se deban
hacer de una manera determinada y que esa estructura de comportamiento puede
ser previsible y en cierto modo, conocida de antemano.
Las
reglas por las que los comportamientos se han de regir no tienen por qué estar
planificadas de antemano. Es más, la realidad de cada día nos demuestra con
frecuencia que no es verdad y que los mayores se comportan con los pequeños de
una manera determinada, más en función de su modo de ser que de una normativa
elaborada de antemano. Lo que sí es verdad es que a través de ese sistema de
relaciones que se va estableciendo con el tiempo a partir de la confrontación
de las distintas maneras de ser van quedando como referentes unas determinadas
repeticiones que terminan por convertirse en reglas objetivas a las que tanto
los mayores como los pequeños terminan acogiéndose y usando para definir los
límites y las posibilidades del comportamiento de unos y de otros. Y sin duda
que eso es lo mejor que puede suceder porque de ese modo todos pueden
reconocerse en las relaciones sin que ninguno se sienta al margen del proceso
normativo.
Estoy
seguro que de una u otra manera ya habremos repetido esto en algún otro
artículo, pero no me importa que lo repitamos porque se trata de una piedra
angular en el proceso educativo. Las reglas son imprescindibles para articular
un sistema de convivencia que pueda servir a pequeños y mayores, pero las
reglas se han de cumplir por ambas partes para que cumplan su papel de orientación,
de seguridad y de amparo de un sistema de convivencia adecuado. No me importa
radicalizarlo más. Es preferible un pequeño que crezca sin normas a que las
normas por las que se rija, hoy valgan y mañana no en función del capricho de
los adultos. Sin normas se vive desorientado y buscando siempre algo a lo que
agarrarse, pero con la norma pervertida lo que los niños aprenden es que
ninguna regla vale porque son los mayores lo únicos que las definen y ellos
siempre se encuentran fuera del proceso. Lo que hay que hacer es pues ir
estableciendo un conjunto de reglas, no importa que sean pocas, cuantas menos
mejor, pero que sean válidas para todos los días y tanto para los pequeños como
para los mayores.
Con
frecuencia se produce un excesivo interés por hacer que los niños se den cuenta
de que cada acto o cada proceso se rige por una serie de reglas y se intenta
que las conozcan y que las respeten, pero de ese modo es fácil, incluso lo más
probable, que los adultos llegue un momento en que ya no seamos capaces de
garantizar la coherencia de tantas normas y un día u otro nos daremos cuenta de
que ni siquiera podemos retenerlas en nuestra cabeza de modo que terminarán por deteriorarse y por desaparecer o
pervertirse en el comportamiento diario. Eso lo podemos notar en muchos niños
que nos escuchan y nos damos cuenta de que no nos están oyendo sino que a
través de lo que decimos ellos están elaborando una manera de zafarse y de hacer
lo que quieren sin tener que chocar con
nosotros. Una manera de vivir al margen. Esta es sin duda la peor de las
situaciones para amparar un proceso normativo que haga que los niños se
entiendan mínimamente con los adultos y se establezcan entre pequeños y mayores
unos códigos mínimos que se conozcan por ambos y se respeten. Repito que es
preferible que exista una sola norma que rija las vidas y que se cumpla a que
haya un conjunto de ellas que el tiempo y la desidia deteriore su cumplimiento.
Estoy totalmente de acuerdo en que se trata de una verdadera piedra angular en el proceso educativo del niño, la base de su futura visión de las normas sociales...
ResponderEliminarExcelente artículo.
Saludos
Mark de Zabaleta
Así debe ser, pocas reglas, pero que estas protejan y sean aceptadas por los afectados. Reglas, normas, leyes que hagan crecer.
ResponderEliminarMuy buen artículo. Muy oportuno con la nueva ley
Manolo, me muero de gusto de saber que estás detrás de este anonimato.Ya hemos corrido algo por el mundo de la educación. A través de estos artículos, mucho más si los comparto con personas como tú, me gustaría dejar testimonio de un trabajo hecho con dignidad, con coherencia y con verdad. Un fuerte abrazo
EliminarAlguien con buen criterio ideó la norma.
ResponderEliminarY de la norma, no siendo suficiente, surgió la necesidad de aplicarle reglas y más reglas.
Hasta que llegó la regla de oro, infalible:
En educación y en comportamientos siempre anda el demonio zurciendo echándola a perder.
Menos mal a quienes velan por que las reglas den el fruto conveniente, sea o no lo convenido.
http://youtu.be/mpgyTl8yqbw, para complemento de las Gymnopédie de Satie, impecables todas.
Besos abrazos
Hola guapo,
ResponderEliminarSin dudas tienes razon no importa la cantidad de normas ... pero que sean validas todos los dias y para todos pequenos y mayores.Miles besitos mi amigo.
♥Buenas noches mi estimado amigo, que gusto pasar a saludarte. Disculpa que siempre ande de prisa.
ResponderEliminarTe abraza tu amiga de Venezuela
♥♥♥SOYPKS♥♥♥