Volvía
de mi tributo andariego de los diez kilómetros diarios, cerca ya del noveno,
con las piernas pesadas y con el sol de frente que no me permitía ver ni tres
en un burro. -¿Antonio?. Me volví a ver
quién me nombraba y me encontré a María Angustias, compañera de profesión de
más de treinta años, pero con la que apenas había hablado nunca. Me paré con
ella, tan hermosa como siempre, porque sus ojos me decían que necesitaba
hablarme. Se le salían de las órbitas y se morían de angustia.
Me
contó la historia de su traumática separación a los 53 años, con tres hijos de
15 a 20 años y habiendo cedido la custodia al padre porque se encontraba
deprimida y con accesos de ansiedad. Una hora fue suficiente como para
mostrarme su drama, como tantos miles porque realmente no tiene mucho de
especial, pero suficiente como para que yo pensara que debía sacarlo aquí por
lo aleccionador que pudiera resultar. Esta mujer, después de casi treinta años
de profesión se enfrenta a su soledad ahora cada día. Tiene que asumir que ha
de renacer de sus cenizas y cada día se muestra ante un grupo de personas bajo
su cuidado con la fragilidad de quien está haciendo equilibrios emocionales
porque no puede físicamente con la situación por la que atraviesa. Necesita
trabajar para ganar su sustento y asumir que, a pesar de todo, no le llega
materialmente para terminar el mes. Hace unos meses apenas, la misma persona
vivía en un chalet cerca de la ciudad, con una situación estable hasta que un
día, quien ella creía el amor de su vida, le dice que ya no la quiere y que
quiere separarse.
Me
enseñó su pastilla debajo de la lengua y la verdad es que no me hizo falta
porque su cara era un poema. Una mezcla de dignidad herida, de resentimiento
indefinido y de sensación de fracaso personal que por más que yo quisiera
animarla en aquel momento era inútil porque no podía oír más que su angustia.
Estuve con ella un buen rato, la invité a un agua con gas, la escuché mientras
hablaba y le ofrecí mi teléfono por si me quería llamar en cualquier otro
momento. Sé que el caso no tiene mucho de especial aunque es verdad también que
cada caso es particular. Lo traigo a colación porque esta persona se encuentra en este momento completamente fuera
de su lugar convencional, consciente de que el suelo se le está moviendo bajo
los pies y el reto más importante está ahora en resituarse y en encontrar el
nuevo rumbo que podrá darle a su vida. Todo esto ha de combinarlo con su
trabajo diario con el grupo de pequeños cuando su cabeza es imposible que pueda
centrarse en su trabajo, en su profesión, en el aula que la ha visto
desarrollarse durante tantos años. Pues esto también forma parte del proceso
educativo porque las personas que lo componen, en este caso una maestra, están
sometidas a todos estos vaivenes que sin duda condicionan su trabajo de cada
día.
La
lección que pretendo transmitir con esta situación concreta que muestro es que
la vida nunca se nos ofrece limpia de condicionantes. El caso de María
Angustias es uno más. Cada persona, tanto adulta como menor se enfrenta cada
día al proceso de convivencia desde una situación personal concreta que lo
condiciona y que se ha de tener en cuenta si se quiere no desbarrar demasiado.
De todo ese entramado de casos particulares es de donde surge la educación y
sus reglas, que las tiene y muchas de ellas las venimos desgranando cada
semana, no se desarrollan fuera de la atmósfera sino en medio de todas estas
circunstancias particulares en tiempos y personas que la humanizan y, a mi modo
de ver, la engrandecen y nos llevan a pensar cada vez más que la vida es, antes
que todo y por encima de todo, un milagro cada día. No por elementos
sobrenaturales ni deíficos o religiosos sino por la cantidad de circunstancias
que se combinan en un momento dado para que las cosas sean de este modo y no de
otro.
María Angustias llega al alma.
ResponderEliminarSu situación personal, no excepcional a la de tantas y tantas personas, en mayoría mujeres, es el reflejo palmario de hasta dónde debe acometerse el esfuerzo de cada día sin riesgo de que la situación límite te supere.
En el fondo no deja de ser una variante, si se quiere más dramática, de la soledad y del abandono, máxime si éste es producto de la abismal diferencia siempre en desfavor del débil, sea hombre o mujer. Ninguna separación se produce sin trauma. Tampoco la 'separación' definitiva a que deriva la muerte. La muerte prematura. La soledad prematura.
Hay muchas María Angustias.
Mi solidaridad hacia ella, por supuesto
Besos abrazos, Antonio
El profesor es persona y dejar eso a un lado solo nos hace perder la riqueza de cada un@.
ResponderEliminarUna historia como muchas, pero la suya, me alegra saber que encontró escucha.
Como bien dices una historia ... particular, circunstancias y pruebas que la vida pone en nuestro camino y que cada uno debe intentar superar. Es importante que las personas que se encuentren en una situación difícil tuvieran con quién hablar y poder liberar un poco de esa angustia que oprime el alma. En la vida, a veces, nos encontramos con situaciones para las que nadie nos había preparado... y ahí están.
ResponderEliminarDeseo que María Angustias supere esta prueba y recupere su vida.
Un placer pasar por tu blog
Un abrazo Antonio.
Una situación que, aunque sea repetida y nos la encontremos cada día, no por eso deja de ser terriblemente angustiosa para quien la vive, lo digo por experiencia propia. El mundo se derrumba a tu alrededor, la persona en quien más confiabas ya no es ese amigo que te va a escuchar y apoyar incondicionalmente sino que es el que te ha apuñalado a traición, y tienes que seguir con tu vida diaria, tu trabajo, haciendo de tripas corazón, ¿CÓMO? Se supera, claro, pero no en dos días ni en dos meses. Lo siento mucho por tu amiga, ojalá encuentre un estímulo para volver a despertarse cada día con ilusión.
ResponderEliminarBesos, Antonio.
Lo que he querido plantear es que en esto de la educación, como en cualquier otro aspecto de la vida, al final somos personas los que lo protagonizamos y siempre estamos sometidos a contingencias de uno u otro signo que hacen nuestro nuestro trabajo imperfecto pero más meritorio. Un beso
EliminarEstimado Antonio
ResponderEliminarImagino cómo te sentirías pues he visto a mujeres que parecían maravillosas, derrumbarse tratando de entender en qué fallaron para que de un momento a otro su pareja les planteara el divorcio.
Lo que suceda dentro de cada hogar es muy íntimo, tanto que nadie vislumbra qué tormentas puedan haber en una dulce mirada que trata de sonreír para no llorar.
La labor de los maestros es muy difícil justamente porque necesitan una mente tranquila, deben dejar sus problemas en casa y tratar de ser lo más ecuánimes posibles para que su trabajo se desarrolle acorde a los reglamentos que conlleva la docencia.
Finalmente, por más dolorosa que sea una separación, debería hacer reflexionar, sé que la señora Angustias es inteligente y pronto va a hallar el camino que le dé consuelo.
Cordiales saludos, un gran abrazo