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domingo, 13 de noviembre de 2011

CHUPARSE EL DEDO

Sería inútil ponerse a explicar por qué y cómo un bebé empieza a chuparse el dedo. El axioma dice que ante un hecho no caben argumentos. Seguramente es así. Hay niños que se chupan el dedo. Quizá también se puede decir con toda la humildad que precisa un hecho tan complejo, que el dedo tiene un componente de placer y de seguridad. Pero esto no es decir mucho, a lo sumo mirar despacio qué pasa cuando alguien se está chupando el dedo y atreverse a leer lo que se ve. Ni que decir tiene que ni es bueno ni malo. Sólo es y ya es suficiente porque, tarde o temprano, hay que lograr que deje de serlo porque serlo es anclarse, mirar hacia dentro y quedarse plantado cuando la vida es progreso, crecer, modificar comportamientos y conquistar el mundo y sus posibilidades.


Sé que no invento nada si recuerdo: ¿Es que crees que me chupo el dedo?. ¡Chúpate esa!. ¿Crees que soy tonto? ¡Méteme un dedo en la boca!.
Seguramente tiene relación con la comida, con su recuerdo, con la ausencia de chupete en ese momento. Pero lo que importa es que chuparse el dedo es una actividad placentera y que proporciona seguridad. También que en los primeros años de la vida es más o menos frecuente y no suele tener demasiada trascendencia. Normalmente va desapareciendo y llega a extinguirse de la misma manera que llegó: poco a poco y sin que nadie tenga que intervenir. Esto es lo suyo y hasta aquí no debería plantearse ningún problema ni nadie tendría por qué mencionar el asunto. Pero hay personas que siguen creciendo, superan, por ejemplo los cinco años y mantienen este hábito. Incluso se fijan a él y entablan una especie de pugna o guerra con algún familiar cercano, padre o madre casi siempre, el menor por mantenerlo y el mayor porque lo deje.


Una maestra me contaba que su hija de ocho años, que mantenía ese hábito contra la intención de toda la familia le decía con frecuencia: Mamá, ¿tú me quieres?, ¿de verdad que me quieres?...Cuando ya se llega a estos niveles, estamos hablando de mucho más que de un problema de hábitos más o menos discutibles. A estos lugares es a los que no habría que llegar en ningún caso. Por una parte la familia debería aprender a ser flexible con los hábitos de los pequeños y permitir que dispongan de espacio y de tiempo para superar sus procesos de crecimiento porque no está establecido que a determinadas edades las cosas tengan que ser de una manera concreta y no de otra. Por otra parte los elementos placenteros y de seguridad les debieran llegar a los pequeños por muchos lugares diferentes y de fuentes distintas para que no sean ellos los únicos que tengan que encontrar por sus propios medios los placeres y las seguridades que necesitan.


Cada uno de los aspectos que comentamos son fuentes de amarre de unos determinados hábitos. Si sólo hay una fuente, el amarre es muy potente, si disponemos de más fuentes de provisión de placer y de seguridad será menos problemático prescindir de una de ellas en un momento determinado porque podemos encontrar recambio a poco que nos esforcemos pero si sólo disponemos de una, sólo de pensar que nos desaparezca nos va la vida en ello o nos arriesgamos a prescindir de algo muy importante en nuestra vida y para lo que no vemos sustituto alguno. El dedo, por tanto, es mucho más que el dedo y debemos encontrar fórmulas de superarlo, no de lucha contra él, que se nos van a volver en contra en casi siempre.

7 comentarios:

  1. Buena semana Antonio:
    Buen post.
    Es cierto que mauchas veces utilizamos la frase "A ver si te crees que me chupo el dedo".
    Hay gente que no se chupa el dedo pero de adultos se muerden las uñas.
    Yo no lo he hecho jamás.

    Pero desde pequeña me miraba siempre al espejo, mi padre recuerdo que un día tapó todos los de casa y entonces me miraba en el cuchillo del pan.

    Besos, Montserrat

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  2. Chuparse el dedo, com no chupárselo, debe ser la forma más sutil de mostrar públicamente que no nos toma el pelo nadie. Por más que hayamos estado pegaditos al chupete, aun virtual, claro, toda nuestra vida...
    Un abrazo. ¡Por aquí estoy, 'Esperando a Godot'!

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  3. Expresión que denota paciencia e indiferencia por los problemas del entorno...muy adecuada para ciertos políticos tras ser elegidos!

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  4. Hola amigo ,Mis hijos nunca han tenido el hábito de chuparse los dedos ....sino que se utiliza un chupete hasta los 5 años me acuerdo bien....pero nunca lo vimos como un problema...utilizados sólo para dormir y se fue cuando él no necesitaba más.miles besitos tu entradas son siempre muy interesantes.

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  5. Buenos días Antonio, entro para decirte que tienes un blog precioso, resulta un placer leer lo de chuparse el dedo, no me había parado a pensar que algo tan sencillo diera para tanto. Un abrazo.
    Primitivo

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  6. Me ha dado mucha lástima ese niño que le preguntaba a su madre "mamá, ¿tú me quieres?" A veces insistimos tanto para que dejen un hábito que lo convertimos en peor problema que el que ya teníamos. Yo me escondía para morderme las uñas porque me echaban cada sermón... y lo hacía ya como un desafío. Después, cuando se olvidaron de reñirme, lo fui dejando de hacer, y nunca fue problema.
    Interesantísimo, Antonio. Un fuerte abrazo.

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  7. Mi hija Leonor se chupaba el dedo ostensible y compulsivamente hasta bien entrada en primaria. Los padres, -especialmente la madre estaba preocupada- por si había un problema psicológico detrás, difícil de resolver. Se intentó convencerla, razonarle, premiarla, echarle líquidos de sabor acre en el dedo, vendarle el dedo por la noche. Ahora lo recuerdo como algo propio de padres primerizos. Un excelente maestro que tuvo, que además era director de la escuela infantil a dónde ella iba, zanjó la preocupación de un portazo verbal. "Cuando ella quiera, dejará de chuparse el dedo, no hace falta nada más que esperar". Y eso sucedió.

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