En realidad, los aranceles son cualquier tipo de impuesto con el que se graba un producto que se compra o que se vende. El comercio mundial a lo largo del tiempo funciona a base de aranceles a todo lo que se compra y a todo lo que se vende. Si cualquier producto vale cinco, cuando lo vendo le cargo un arancel de uno y le gano un poco más. Si los países recargan los productos que venden con aranceles discretos, todos obtienen beneficios discretos y el problema no pasa a mayores. El problema mundial que el señor Trump ha creado es que, sin acuerdo con nadie, ha decidido por su cuenta, poner aranceles discrecionales al mundo entero, haciendo que sus ciudadanos paguen más por lo que compran, con unos aranceles arbitrarios a los distintos países y a los distintos productos. Algo así como si se constituyera en único dueño y señor del comercio mundial que, sin acuerdo con nadie y, de la noche a la mañana, carga los aranceles a su antojo, como si en el mundo no hubiera más voz que la suya.
El primer efecto ha sido de insólita sorpresa porque las leyes tradicionales basadas en acuerdos arancelarios han sido barridas del mapa y sustituidas por otros aranceles que no tienen más criterio que el suyo propio. Con el paso de los días, los países están reaccionando y estudiando unas respuestas proporcionadas al atropello inicial y poco a poco iremos viendo la diversidad de respuestas a lo que todos los ven como una agresión unilateral intolerable, que no se puede quedar así. Una iniciativa de esa envergadura no se había conocido hasta el momento y las reacciones están tardando en aparecer, precisamente por el efecto sorpresa de la primera medida. Desde luego, los primeros perjudicados serán sus propios ciudadanos, que se enfrentarán a precios más elevados por los productos de siempre, a los que tendrán que grabarles los nuevos aranceles que él ha decidido para cada producto y para cada zona del mundo, según los criterios de asignación que aplique en cada caso
El
efecto sorpresa ha sido general, tanto para los ciudadanos de su país, EEUU,
como para el resto del mundo, una vez pasados los primeros momentos sin
reacción aparente. Sencillamente todos esatán digiriendo la insólita noticia y
estudiando una respuesta a la medida. Los días están pasando y vamos
comprobando que, tanto dentro como fuera, las voces de protesta se van dejando
oir, empezando por diversos calificativos para denominar semejantes medidas,
que parecer dejar ver que en este mundo no hay más criterio que el suyo y a los
demás no nos queda otra solución que acatar las medidas unilateralidades, como
si en este mundo no hubiera más que súbditos cuya función no es otra que la de
obedecer los designios del autoproclamado emperador. La realidad no parece que
vaya a quedar así. Los países están reaccionando, manifestando su desacuerdo
con estos comportamientos y preparando respuestas adecuadas y proporcionadas a
lo que consideran una agresión sin paliativos, completamente al margen del
respeto debido a cualquier norma de
convivencia tradicional.
Incluso en el interior ya se están produciendo las primeras reacciones de protesta de lo que se considera el principio de desmantelamiento de la estructura federal y la anulación de un conjunto de servicios básicos, que afectaban a las capas más vulnerables de la sociedad que están desapareciendo de la noche a la mañana.