Probablemente estamos hablando de uno de los elementos más misteriosos y turbadores de cuantos nos rodean. Forma parte de nuestra cultura y muchos lo usamos como elemento cotidiano sin darnos cuenta de que estamos tratando con un objeto que seguramente es capaz de revolucionar nuestra vida. Para empezar y abrir boca quizá convenga decir que hay mundos y personas en las que el espejo no está presente en ningún momento. Estoy hablando del mundo de los monasterios en los que el espejo no existe o en mi hermano discapacitado, que es incapaz de mirarse al espejo teniéndolo como lo tiene en su cuarto de baño y a su alcance en todo momento. Pero es que, además, en pocos lugares se habla del espejo, de su importancia y de las consecuencias de su trato o de su ausencia en nuestra vida.
Con todo el atrevimiento del mundo nos vamos a adentrar en su mundo, aunque sea tanteando. Diremos que los niños se miran en el espejo en cuanto los ponemos delante de él, pero no se ven hasta, más o menos, los dieciocho meses. Al principio les pasa como los animales. Probar a poner un perro ante un espejo. O cualquier otro animal. Los loros, que no soportan vivir solos, se les pone un espejo para que se sientan acompañados porque no saben que lo que ven en el espejo es a ellos mismos y creen que es su compañía y se consuelan. El espejo del que hablamos hoy es aquel en el que aun no somos capaces de entender que somos nosotros mismos los que estamos reflejados en esa superficie que hay enfrente. Espero que seamos capaces de seguir hablando de este elemento turbador y desconcertante, capaz de alcanzar tan profundamente nuestros interiores y remover tántas cosas en nosotros.
Creo que es fundamental, antes que adentrarnos en sus interioridades, describir aspectos reales relacionados con el espejo para que, al menos, dispongamos de información, el mayor campo de información posible para saber de qué hablamos. Y es que hay cosas que a pesar de tenerlas tan cerca ni siquiera pensamos en ellas, bien por demasiado complicadas o sencillamente por insólitas. Nosotros nos miramos al espejo y decimos o pensamos que el reflejo que vemos es nosotros mismos. Sin embargo, ahí va un dato que supongo que todos hemos pensado alguna vez pero que probablemente lo dejamos ahí, sin profundizar en el enorme mundo de explicaciones que acumula: la imagen que vemos en el espejo está invertida, pero no invertida de lo de arriba abajo, no, sino en su simetría lateral, de manera que la mano derecha nuestra es la izquierda de la persona que nos mira. Por supuesto no es sólo la mano sino todo su eje: el ojo, el pie, el agujero de la nariz… en definitiva un simple fondo plateado que nos refleja es suficiente como para poner en solfa ante nosotros mismos quiénes somos y nuestra composición física.
Como es el primer día que tocamos el tema, espero que no sea el último aunque tengo que confesar que he encontrado muy poca literatura sobre el tema de los espejos y estoy convencido que es por su extrema dificultad de ahondar en su significado y consecuencias, me limitaré a avanzar que en todas nuestras aulas hemos procurado que exista un gran espejo de cristalina, que es muy dura para que no se rompa, a la altura de los niños y que eso es lo que yo promuevo, tanto en la Escuela como en la casa. Creo que es importante que cada uno tenga acceso a su propia imagen, la conozca y la domine. En otros artículos veremos más consecuencias. Baste por hoy.
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domingo, 26 de febrero de 2012
domingo, 19 de febrero de 2012
SILABEO
Los recién nacidos, en cuanto pisan este mundo, ya dejan de ser elementos puros y objetivos sujetos a su herencia estrictamente. Se llega a un contexto concreto, uno es recibido por unas personasa concretas, con nombres y apellidos y desde ese momento la vida del recién nacido se encuentra indisolublemente unida a la de quienes lo reciben, lo esperan, lo desean. Todo el contexto que lo envuelve desde el primer día que ve la luz lo determina y lo condiciona de manera determinante. Hasta tal punto esto es verdad que en educación, hasta el momento, no ha sido posible discernir entre lo que son potencialidades referidas a la herencia genética que traemos der nuestros padres y lo que es estrictamente cultura que nos ha llegado del contexto que nos rodea. Para analizarnos no tenemos más remedio que mirar ambas influencia como partes indisolubles de un conjunto y valorarlas formando una unidad.
A los pocos meses de vida nuestro cuerpo es capaz de ensayar sonidos a base de silabeos sin ningún referente con la lengua concreta que hablan los que nos rodean sino sólo relacionados con nuestra capacidad fonadora. En ese sentido podemos decir que empezamos a hablar un idioma universal. Normalmente nuestra sílabas primeros son la pa o ba que, como puede saber cualquiera que se adentre un poco, incluyen todos los sonidos intermedios. Pa o ba son los límites de toda la capacidad lingúística que tiene cualquier lengua del mundo. Todos los niños del mundo van a comenzar su silabeo con sonidos semejantes. En ese momento son capaces de aprender cualquiera de las lenguas que existen sobre la tierra. Entre el sonido p o b y el sonido a entran todos los intermedios que corresponden a cualquier idioma.
Pero sucede que en cuanto un niño pronuncia la primera sílaba, todo el contexto que lo rodea se suele volcar en él y hacerle creer que ha dicho lo que no ha dicho pero que a base de repetirle que lo ha dicho, todo el mundo termina creyendo que ha dicho lo que se quiere que haya dicho y no lo que ha dicho de verdad. No me importa que se vea esto como un trabalenguas porque creo que se ajusta a la más estricta realidad. La moraleja imposible podría ser la de permitir que los niños se expresen libremente y silabeen cuanto quieran y ejerciten sus capacidades fonadoras del mismo modo que en el artículo anterior hablábamos de las capacidades motrices. La cercanía de los adultos no se conforma con ayudar a los pequeños a que diversifiquen sus conocimientos y perfeccionen sus capacidades. Hasta aquí podríamos pensar que la ayuda es útil. Pero la ayuda no termina hasta que le hacemos decir al pequeño lo que queremos que diga. Desde ese momento es imposible discernir lo que son capacidades de los niños o influencias de los adultos,
No es posible pensar que podamos estar criando a una persona y que no influyamos para nada en su vida. Nuestra sola presencia, la manera de movernos, el tono de nuestra voz, cualquier aspecto de nuestra personalidad van a tener un grado de influencia en el pequeño sin duda. Tenemos que contar con eso. Pero lo que yo intento dejar claro es que nuestro nivel de influencia, indiscutible se mire por donde se mire, debiera respetar las capacidades de los niños y permitirles que se expresen por sí mismos. Nuestra labor puede ser, de todas formas, fundamental si nos dedicamos a escuchar y a estar atentos de qué es lo que los pequeños están diciendo en vez de aplicarles un significado concreto y actuar como si fuera eso lo que el pequeño ha dicho.
A los pocos meses de vida nuestro cuerpo es capaz de ensayar sonidos a base de silabeos sin ningún referente con la lengua concreta que hablan los que nos rodean sino sólo relacionados con nuestra capacidad fonadora. En ese sentido podemos decir que empezamos a hablar un idioma universal. Normalmente nuestra sílabas primeros son la pa o ba que, como puede saber cualquiera que se adentre un poco, incluyen todos los sonidos intermedios. Pa o ba son los límites de toda la capacidad lingúística que tiene cualquier lengua del mundo. Todos los niños del mundo van a comenzar su silabeo con sonidos semejantes. En ese momento son capaces de aprender cualquiera de las lenguas que existen sobre la tierra. Entre el sonido p o b y el sonido a entran todos los intermedios que corresponden a cualquier idioma.
Pero sucede que en cuanto un niño pronuncia la primera sílaba, todo el contexto que lo rodea se suele volcar en él y hacerle creer que ha dicho lo que no ha dicho pero que a base de repetirle que lo ha dicho, todo el mundo termina creyendo que ha dicho lo que se quiere que haya dicho y no lo que ha dicho de verdad. No me importa que se vea esto como un trabalenguas porque creo que se ajusta a la más estricta realidad. La moraleja imposible podría ser la de permitir que los niños se expresen libremente y silabeen cuanto quieran y ejerciten sus capacidades fonadoras del mismo modo que en el artículo anterior hablábamos de las capacidades motrices. La cercanía de los adultos no se conforma con ayudar a los pequeños a que diversifiquen sus conocimientos y perfeccionen sus capacidades. Hasta aquí podríamos pensar que la ayuda es útil. Pero la ayuda no termina hasta que le hacemos decir al pequeño lo que queremos que diga. Desde ese momento es imposible discernir lo que son capacidades de los niños o influencias de los adultos,
No es posible pensar que podamos estar criando a una persona y que no influyamos para nada en su vida. Nuestra sola presencia, la manera de movernos, el tono de nuestra voz, cualquier aspecto de nuestra personalidad van a tener un grado de influencia en el pequeño sin duda. Tenemos que contar con eso. Pero lo que yo intento dejar claro es que nuestro nivel de influencia, indiscutible se mire por donde se mire, debiera respetar las capacidades de los niños y permitirles que se expresen por sí mismos. Nuestra labor puede ser, de todas formas, fundamental si nos dedicamos a escuchar y a estar atentos de qué es lo que los pequeños están diciendo en vez de aplicarles un significado concreto y actuar como si fuera eso lo que el pequeño ha dicho.
domingo, 12 de febrero de 2012
GATEO
Ya he dicho muchas veces que el concepto COMO NIÑOS, bajo el que se cobijan estos articulillos que promuevo en mi blog del mismo nombre, me interesa por su ambigüedad y porque, con la excusa de los niños, me permite urgar en mi vida, en mis vivencias y espero y deseo que también en todas las de las personas que tienen a bien leerme. Vamos asi desgranando las secuencias básicas del crecimiento que no son sino maneras de ahondar en nosotros mismos, de ofrecer propuestas o ideas para la crianza, por si alguien las encuentra de alguna utilidad.
Las personas que nacen más o menos sanas, todas terminan andando por su propio pie alrededor del año de vida. Esto es así, no porque lo haya dicho nadie sino porque la realidad de cada día nos lo está demostrando y ante un hecho no caben argumentos. Pero hay muchas formas de iniciarse en la marcha y cada una de ellas tiene repercusiones para quien lasvive, yo diría que para toda su vida. Por simplificar describirté un menor cuya familia, en cuanto lo ve ponerse en pie más o menos, en el parque por ejemplo, ya lo está cogiendo e invitándo a que dé los primeros pasos por sí solo. El menor entra en pánico inicialmente, como es lógico, pero ante la insistencia de sus seres cercanos, termina venciendo sus miedos y sus dudas y poco a poco, a base de muchos culetazos, termina por mantenerse en pie y consigue andar por sí solo. Esta supongo que es una forma de iniciación muy conocida, probablemente la que más.
Pero no es la única. A los pocos meses de vida, prefiero no concretar porque me da pánico que alguien los adopte como norma, pero sobre los ocho, nueve o así, nos podemos dar cuenta de que el menor, si se lo permitimos y lo dotamos de espacio suficiente, es capaz de desplazarse por sí mismo para encontrar lo que desea, gateando. Si somos capaces de soportar nuestra propia ansiedad y le permitimos que viva por sí mismo, el menor va a adoptar esta forma de desplaamiento como hábito y, a poco que lo observemos, nos vamos a dar cuenta también de cómo progresa y de qué manera sus movimientos se van haciendo más seguros, más precisos y más rápidos. No sé si va a terminar andando tan pronto como el del caso anterior o no. Lo que sí puedo asegurar es que es fácil que un día lo podamos ver dando los primeros pasos por sí sólo o con muy poca ayuda por nuestra parte y, sobre todo, con mucho menos miedo.
Son dos casos que he puesto muy diferenciados porque me valen para lo que quiero ofrecer como moraleja de esta historia. El menor que ha dependido casi exclusivamente de sus mayores para andar ha asumido un nivel de angustia y de dependencia muy superior al segundo, que ha ido experimentando con sus propias capacidades y dándose cuenta de que es capaz de alcanzar lo que pretende si se esfuerza lo suficiente. Esto es así, sin más. Pero no sería demasiado destacable si la cosa terminara en la secuencia de andar y listo. Pero la realidad es un poco más compleja. El menor dependiente va a pretender que el resto de las adquisiciones que necesita para sobrevivir, que son muchísimas, le lleguen por el mismo procedimiento y reclamará en todo momento la intervención de los adultos, mientras que el que llegó por sus propios medios intentará experimentar ese mismo procedimiento para las otras adquisiciones que necesite. Y ahí sí que ya podemos ver que la importancia se extiende en el espacio y en el tiempo hasta unos niveles difíciles de cuantificar.
Las personas que nacen más o menos sanas, todas terminan andando por su propio pie alrededor del año de vida. Esto es así, no porque lo haya dicho nadie sino porque la realidad de cada día nos lo está demostrando y ante un hecho no caben argumentos. Pero hay muchas formas de iniciarse en la marcha y cada una de ellas tiene repercusiones para quien lasvive, yo diría que para toda su vida. Por simplificar describirté un menor cuya familia, en cuanto lo ve ponerse en pie más o menos, en el parque por ejemplo, ya lo está cogiendo e invitándo a que dé los primeros pasos por sí solo. El menor entra en pánico inicialmente, como es lógico, pero ante la insistencia de sus seres cercanos, termina venciendo sus miedos y sus dudas y poco a poco, a base de muchos culetazos, termina por mantenerse en pie y consigue andar por sí solo. Esta supongo que es una forma de iniciación muy conocida, probablemente la que más.
Pero no es la única. A los pocos meses de vida, prefiero no concretar porque me da pánico que alguien los adopte como norma, pero sobre los ocho, nueve o así, nos podemos dar cuenta de que el menor, si se lo permitimos y lo dotamos de espacio suficiente, es capaz de desplazarse por sí mismo para encontrar lo que desea, gateando. Si somos capaces de soportar nuestra propia ansiedad y le permitimos que viva por sí mismo, el menor va a adoptar esta forma de desplaamiento como hábito y, a poco que lo observemos, nos vamos a dar cuenta también de cómo progresa y de qué manera sus movimientos se van haciendo más seguros, más precisos y más rápidos. No sé si va a terminar andando tan pronto como el del caso anterior o no. Lo que sí puedo asegurar es que es fácil que un día lo podamos ver dando los primeros pasos por sí sólo o con muy poca ayuda por nuestra parte y, sobre todo, con mucho menos miedo.
Son dos casos que he puesto muy diferenciados porque me valen para lo que quiero ofrecer como moraleja de esta historia. El menor que ha dependido casi exclusivamente de sus mayores para andar ha asumido un nivel de angustia y de dependencia muy superior al segundo, que ha ido experimentando con sus propias capacidades y dándose cuenta de que es capaz de alcanzar lo que pretende si se esfuerza lo suficiente. Esto es así, sin más. Pero no sería demasiado destacable si la cosa terminara en la secuencia de andar y listo. Pero la realidad es un poco más compleja. El menor dependiente va a pretender que el resto de las adquisiciones que necesita para sobrevivir, que son muchísimas, le lleguen por el mismo procedimiento y reclamará en todo momento la intervención de los adultos, mientras que el que llegó por sus propios medios intentará experimentar ese mismo procedimiento para las otras adquisiciones que necesite. Y ahí sí que ya podemos ver que la importancia se extiende en el espacio y en el tiempo hasta unos niveles difíciles de cuantificar.
domingo, 5 de febrero de 2012
EXPERTOS
Alguno de los comentarios de la semana anterior ha aludido a la fuerte dificultad que implica el conocimiento profundo de la psicología infantil y de la cantidad de conocimientos necesarios para desempeñar con solvencia el papel de padres y las grandes lagunas con que se encuentran la mayoría de ellos cuando se enfrentan a la paternidad. Esto no me parece mentira, pero casi lo mismo podríamos decir de cualquier otra destreza que necesitemos en la vida: conducir un coche, limpiar una casa, dar una charla, hacer amigos… Si tuviéramos que esperar a ser expertos en algo para adentrarnos en ese tema estoy seguro que apenas si podríamos movernos ni intervenir en casi cada porque ciertamente, en casi nada somos expertos.
Pero la vida dispone de mecanismos, según los cuales, se nos permite adentrarnos en asuntos de diversa consideración y hasta desempeñar papeles de relevancia sin necesidad de ser expertos específicos en esa materia. Para alcanzar un conocimiento exhaustivo de lo que significa la crianza de un hijo y para ser capaces de conocer en profundidad todo el contenido que ese proceso lleva aparejado nos faltaría vida, lo que quiere decir que casi nadie pasaría el corte de idoneidad para ser padre. Afortunadamente, la vida no es sólo un cúmulo de conocimientos para enfrentarnos con los asuntos vitales que la componen. Sí que es verdad que hace falta una cierta disposición y una actitud de entereza y decisión que nos permita, con el respeto y la humildads debida, afrontar una complejísima gama de dificultades con el sólo vagaje la mayoría de las veces, del sentido común, que es algo más universal y no está ligado directamente a la cultura.
Desde el aporte que nos ofrece el sentido común no estamos preparados para resolver todas las dificultades que, por ejemplo, la crianza de un hijo nos plantea, pero seguro que disponemos de ánimo suficiente para encararlas, para resolver la mayoría de ellas, que suelen sen sencillos aspectos de la vida cotidiana y reclamar asesoría para aquellas dificultades que nos superan porque sí que precisan una preparación técnica que la mayoría de nosotros no tenemos. Afrontar la paternidad, como cualquier otra dificultad importante de la vida lo que requiere no son conocimientos, que también, sino una actitud decidida para cargar a las espaldas el contenido de esa decisión y afrontar las dificultades que nos vaya planteando con responsabilidad, conscientes de que la mayoría de las soluciones que precisan están a nuestro alcance.
En ningún caso quiero que se me entienda como que intento desprestigiar la cultura, ni para la paternidad ni para cualquier otra adquisición fundamental. Para nada. La cultura nos ayuda a entender mejor las dificultades que la vida nos va planteando y nos dota de instrumentos que nos pueden ser válidos para afrontar las solución que esas dificultades precisan. Pero sí quiero insistir en que la cultura no es lo fundamental y casi siempre tiene más valor real una actitud valiente ante los retos que lleva implícitos el hecho de vivir, la paternidad es uno de ellos pero existen muchos más, y caminar con paso decidido, conscientes de que somos capaces, asumiendo al mismo tiempo que nos vamos a equivocar muchas veces y que eso no tiene que paralizarnos. Al contrario, tiene que invitarnos permanentemente a aprender y a superarnos ante cada dificultad, con lo que, si no vamos a lograr conocer todo lo que necesitamos, sí que vamos a conseguir un vagaje vital y un equilibrio que nos permita sentir el paso por este mundo como algo grato y constructivo y dejar esa huella para los que vengan detrás de nosotros.
Pero la vida dispone de mecanismos, según los cuales, se nos permite adentrarnos en asuntos de diversa consideración y hasta desempeñar papeles de relevancia sin necesidad de ser expertos específicos en esa materia. Para alcanzar un conocimiento exhaustivo de lo que significa la crianza de un hijo y para ser capaces de conocer en profundidad todo el contenido que ese proceso lleva aparejado nos faltaría vida, lo que quiere decir que casi nadie pasaría el corte de idoneidad para ser padre. Afortunadamente, la vida no es sólo un cúmulo de conocimientos para enfrentarnos con los asuntos vitales que la componen. Sí que es verdad que hace falta una cierta disposición y una actitud de entereza y decisión que nos permita, con el respeto y la humildads debida, afrontar una complejísima gama de dificultades con el sólo vagaje la mayoría de las veces, del sentido común, que es algo más universal y no está ligado directamente a la cultura.
Desde el aporte que nos ofrece el sentido común no estamos preparados para resolver todas las dificultades que, por ejemplo, la crianza de un hijo nos plantea, pero seguro que disponemos de ánimo suficiente para encararlas, para resolver la mayoría de ellas, que suelen sen sencillos aspectos de la vida cotidiana y reclamar asesoría para aquellas dificultades que nos superan porque sí que precisan una preparación técnica que la mayoría de nosotros no tenemos. Afrontar la paternidad, como cualquier otra dificultad importante de la vida lo que requiere no son conocimientos, que también, sino una actitud decidida para cargar a las espaldas el contenido de esa decisión y afrontar las dificultades que nos vaya planteando con responsabilidad, conscientes de que la mayoría de las soluciones que precisan están a nuestro alcance.
En ningún caso quiero que se me entienda como que intento desprestigiar la cultura, ni para la paternidad ni para cualquier otra adquisición fundamental. Para nada. La cultura nos ayuda a entender mejor las dificultades que la vida nos va planteando y nos dota de instrumentos que nos pueden ser válidos para afrontar las solución que esas dificultades precisan. Pero sí quiero insistir en que la cultura no es lo fundamental y casi siempre tiene más valor real una actitud valiente ante los retos que lleva implícitos el hecho de vivir, la paternidad es uno de ellos pero existen muchos más, y caminar con paso decidido, conscientes de que somos capaces, asumiendo al mismo tiempo que nos vamos a equivocar muchas veces y que eso no tiene que paralizarnos. Al contrario, tiene que invitarnos permanentemente a aprender y a superarnos ante cada dificultad, con lo que, si no vamos a lograr conocer todo lo que necesitamos, sí que vamos a conseguir un vagaje vital y un equilibrio que nos permita sentir el paso por este mundo como algo grato y constructivo y dejar esa huella para los que vengan detrás de nosotros.
domingo, 29 de enero de 2012
PRISAS
Resulta descorazonador toparse con esa furia por lograr cualquier objetivo que se pretenda lo más rapidamente posible. Cuanto antes la primera palabra, la primera sonrisa, el primer paso. Cuanto antes el control de los esfínteres. En realidad da igual el objetivo. Lo que importa es que mi pequeño lo consiga cuanto antes. Y como no tengo puntos de referencia pues me valgo de los vecinos o de los compañeros de cole para orientarme y para poder medir que mi hijo es especial y más listo que cualquier otro. Nos pasamos la vida, por tanto, en una permanente competición que, sobre todo, nos lleva a sentirnos ansiosos porque nunca estaremos seguros de que nuestro pequeño sea el primero absoluto. Siempre podrá haber algún otro desconocido que lo superará en algún aspecto para nuestra desdicha.
Cómo hacer entender que es más importante que un bebé ensaye libremente miles de veces las posturas posibles de los músculos de la cara antes que definirle y cargarle con la primera sonrisa, sencillamente por nuestra necesidad de que progrese cuanto antes. Que es más importante el libre gorgeo con los sonidos todo lo que necesite al empeño porque concluya en MAMÁ o PAPÁ para nuestro regocijo. Que al niño le beneficia más poder gatear a su gusto todo lo que necesite utilizando cualquiera de los objetos que le rodean para progresar a forzarlo en dar el primer paso sin que le apetezca lo más mínimo y hacerlo que sienta innecesariamente una fuerte sensación de terror y de inseguridad de ver que no domina él sus movimientos hasta donde nosotros queremos. Así podrtíamos seguir en las miles de adquisiciones que necesitan lograr.
Es una lucha inútil y hasta contraproducente. Pero los adultos, no sé por qué, probablemente para resolver problemas nuestros pendientes, entramos en esa vorágine de adquisiciones, sometiendo a los pequeños a niveles de ansiedad insoportables. Casi siempre conseguimos que odien aquello que nosotros queremos que deseen o que sientan rechazo por nuestra influencia cada vez que nos ven acercarnos a ellos. O lo que me parece peor y es que terminen por desentenderse de ellos mismos y de sus deseos y posibilidades y se abandonen en nuestros brazos por completo y aprendan que las cosas no llegan por el esfuerzo y por el progreso a partir de nuestras propias posibilidades, sino que hay que olvidarse de ese camino y echarse en los brazos de las personas que nos rodean, que son las que saben lo que necesitamos y que encontrarán la forma de satisfacer nuestras necesidades.
Les sometemos, por tanto, a una lucha inútil contra el reloj, contra el tiempo en general, como si verdaderamente fuera importante ser capaces de utilizar el orinal un mes o dos antes de lo que lo hubieran conseguido si se les hubiera dejado en paz. Somos capaces de4 tener sentados a los niños en el orinal ratos y ratos, cada vez que se nos ocurre, por tal de conseguir que aprendan a hacer sus necesidades sólos. Como si eso fuera un fin en sí mismo. Olvidamos, por ejemplo, todo lo que significa la relación y el placer de la limpieza, del contacto físico que el cambio de pañales lleva implícito y de las conversaciones íntimas que se producen en esas secuencias. Todo sacrificio parece que está justificado con tal de conseguir los objetivos que pretendemos cuanto antes. Como si quisiéramos comernos la vida con ansia, cuando sabemos de sobra que la comida que aprovecha es aquella que se ingiere lentamente, charlando agradablemente y dando tiempo al tiempo. Cuánto tendremos que insistir en que NO POR MUCHO MADRUGAR AMANECE MÁS TEMPRANO.
Cómo hacer entender que es más importante que un bebé ensaye libremente miles de veces las posturas posibles de los músculos de la cara antes que definirle y cargarle con la primera sonrisa, sencillamente por nuestra necesidad de que progrese cuanto antes. Que es más importante el libre gorgeo con los sonidos todo lo que necesite al empeño porque concluya en MAMÁ o PAPÁ para nuestro regocijo. Que al niño le beneficia más poder gatear a su gusto todo lo que necesite utilizando cualquiera de los objetos que le rodean para progresar a forzarlo en dar el primer paso sin que le apetezca lo más mínimo y hacerlo que sienta innecesariamente una fuerte sensación de terror y de inseguridad de ver que no domina él sus movimientos hasta donde nosotros queremos. Así podrtíamos seguir en las miles de adquisiciones que necesitan lograr.
Es una lucha inútil y hasta contraproducente. Pero los adultos, no sé por qué, probablemente para resolver problemas nuestros pendientes, entramos en esa vorágine de adquisiciones, sometiendo a los pequeños a niveles de ansiedad insoportables. Casi siempre conseguimos que odien aquello que nosotros queremos que deseen o que sientan rechazo por nuestra influencia cada vez que nos ven acercarnos a ellos. O lo que me parece peor y es que terminen por desentenderse de ellos mismos y de sus deseos y posibilidades y se abandonen en nuestros brazos por completo y aprendan que las cosas no llegan por el esfuerzo y por el progreso a partir de nuestras propias posibilidades, sino que hay que olvidarse de ese camino y echarse en los brazos de las personas que nos rodean, que son las que saben lo que necesitamos y que encontrarán la forma de satisfacer nuestras necesidades.
Les sometemos, por tanto, a una lucha inútil contra el reloj, contra el tiempo en general, como si verdaderamente fuera importante ser capaces de utilizar el orinal un mes o dos antes de lo que lo hubieran conseguido si se les hubiera dejado en paz. Somos capaces de4 tener sentados a los niños en el orinal ratos y ratos, cada vez que se nos ocurre, por tal de conseguir que aprendan a hacer sus necesidades sólos. Como si eso fuera un fin en sí mismo. Olvidamos, por ejemplo, todo lo que significa la relación y el placer de la limpieza, del contacto físico que el cambio de pañales lleva implícito y de las conversaciones íntimas que se producen en esas secuencias. Todo sacrificio parece que está justificado con tal de conseguir los objetivos que pretendemos cuanto antes. Como si quisiéramos comernos la vida con ansia, cuando sabemos de sobra que la comida que aprovecha es aquella que se ingiere lentamente, charlando agradablemente y dando tiempo al tiempo. Cuánto tendremos que insistir en que NO POR MUCHO MADRUGAR AMANECE MÁS TEMPRANO.
domingo, 22 de enero de 2012
DÍA A DÍA
La vacaciones de Navidad, con todo el aparataje de regalos que siempre llevan aparejados, han sido tiempo más que suficiente como para que los menores se desquicien y se sientan fuera de la estructura escolar y de lo que significa una cierta ordenación de vida. Una vez pasadas, es la hora de volver al concierto de vida que significa levantarse a una hora, volver al cole y disponer de una vida ordenada que lleva aparejado la relación con los iguales y variedad de estímulos para poner los aprendizajes a funcionar.
No entraré en si las vacaciones son necesarias o no para no abrir todos los frentes de golpe. Por hoy vamos a asumirlas sin más y a darlas por supuestas. Lo que no me cabe mucha duda es el desorden de vida que llevan consigo sobre la hora de levantarse, sobre las comidas y el resto de los horarios del día, sobre las actividades sorpresivas y puede que hasta desordenadas en las que cada día puede ser una acción distinta. Pero por fin de nuevo ha vuelto la normalidad y el ordenamiento de vida que supone la escuela. Se plantea un trimestre, este segundo, bastante largo y sin apenas fiestas, aparte de los fines de semana lo cual significa un tiempo prometedor y constructivo.
Unas veces le hemos llamado rutinas, otras de cualquier otra forma. Hoy preferimos referirnos a este tiempo ordenado como de vida escolar para afirmar los beneficios de un orden de vida que significa tener que asumir un horario, unas actividades y unas relaciones en periodos distintos con personas distintas. No hay otro tiempo en el que la vida de los menores se encuentre mejor encuadrada y con más riqueza de medios, de experiencias y de personas con las que relacionarse. Me parece importante centrarnos hoy en esta riqueza porque muchas veces lo que tenemos demasiado cerca no lo valoramos suficientemente y quizá convenga subrayarlo para que se destaque.
Es verdad que se trata de una opción como otra cualquiera. Sé que hay personas que consideran que la vida casi en solitario merece más la pena y que hasta la misma Escuela puede ser sustituída por enseñanzas mucho más individuales y en casa. Con todos los respetos, esa no es la mía y reivindico la grandeza de la relación de unos menores con sus iguales para aprender juntos y para iterrelacionarse y compartir toda la problemástica que el crecimiento y el aprendizaje lleva aparejado. Singnifica, además, como colectivo, una enorme inversión en medios y en personas que se han impuesto socialmente después de una larga lucha por implantar un tiempo de enseñanza obligatoria para todos. En España son 10 años, entre los seis y los dieciseis, si bien la estructura escolar garantiza un puesto escolar, aunque no obligatorio, desde los tres años.
Tiempo habrá de entrar en los contenidos y en la forma de aprender que la estructura escolar ofrece a los pequeños y de sus posibilidades de mejora, cosa que siempre es posible y muchas veces hasta conveniente, pero hoy sólo me interesa destacar esta forma de vida como una riqueza social de primer orden que todos debiéramos defender y cuidar porque significa un logro largamente buscado y alcanzado por fin. Estoy seguro que un trimestre como el que acaba de comenzar es una palanca de largo alcance que nadie debiera dejar pasar y que todos, por el contrario, debiéramos valorar como una enorme riqueza colectiva al servicio de nuestros pequeños. No hay que dejarse engañar por coyunturas que llaman a la desesperación como aquellas de qué más da si luego nadie va a encontrar un empleo, que se oye bastante en estos últimos años.
No entraré en si las vacaciones son necesarias o no para no abrir todos los frentes de golpe. Por hoy vamos a asumirlas sin más y a darlas por supuestas. Lo que no me cabe mucha duda es el desorden de vida que llevan consigo sobre la hora de levantarse, sobre las comidas y el resto de los horarios del día, sobre las actividades sorpresivas y puede que hasta desordenadas en las que cada día puede ser una acción distinta. Pero por fin de nuevo ha vuelto la normalidad y el ordenamiento de vida que supone la escuela. Se plantea un trimestre, este segundo, bastante largo y sin apenas fiestas, aparte de los fines de semana lo cual significa un tiempo prometedor y constructivo.
Unas veces le hemos llamado rutinas, otras de cualquier otra forma. Hoy preferimos referirnos a este tiempo ordenado como de vida escolar para afirmar los beneficios de un orden de vida que significa tener que asumir un horario, unas actividades y unas relaciones en periodos distintos con personas distintas. No hay otro tiempo en el que la vida de los menores se encuentre mejor encuadrada y con más riqueza de medios, de experiencias y de personas con las que relacionarse. Me parece importante centrarnos hoy en esta riqueza porque muchas veces lo que tenemos demasiado cerca no lo valoramos suficientemente y quizá convenga subrayarlo para que se destaque.
Es verdad que se trata de una opción como otra cualquiera. Sé que hay personas que consideran que la vida casi en solitario merece más la pena y que hasta la misma Escuela puede ser sustituída por enseñanzas mucho más individuales y en casa. Con todos los respetos, esa no es la mía y reivindico la grandeza de la relación de unos menores con sus iguales para aprender juntos y para iterrelacionarse y compartir toda la problemástica que el crecimiento y el aprendizaje lleva aparejado. Singnifica, además, como colectivo, una enorme inversión en medios y en personas que se han impuesto socialmente después de una larga lucha por implantar un tiempo de enseñanza obligatoria para todos. En España son 10 años, entre los seis y los dieciseis, si bien la estructura escolar garantiza un puesto escolar, aunque no obligatorio, desde los tres años.
Tiempo habrá de entrar en los contenidos y en la forma de aprender que la estructura escolar ofrece a los pequeños y de sus posibilidades de mejora, cosa que siempre es posible y muchas veces hasta conveniente, pero hoy sólo me interesa destacar esta forma de vida como una riqueza social de primer orden que todos debiéramos defender y cuidar porque significa un logro largamente buscado y alcanzado por fin. Estoy seguro que un trimestre como el que acaba de comenzar es una palanca de largo alcance que nadie debiera dejar pasar y que todos, por el contrario, debiéramos valorar como una enorme riqueza colectiva al servicio de nuestros pequeños. No hay que dejarse engañar por coyunturas que llaman a la desesperación como aquellas de qué más da si luego nadie va a encontrar un empleo, que se oye bastante en estos últimos años.
domingo, 15 de enero de 2012
INCLUSIÓN
El texto de hoy va dedicado a la docencia de mi amiga Enca con el amor que nos une y con el dolor de que su docencia la sienta tan lejos de estas páginas, que pretenden ser reflexiones inclusivas y participativas, en las que se puedan sentir incluidos cualquier docente de los primeros años y cualquier familiar. Con su permiso quiero incluir el texto que me respondió y que yo asumo como mío. Es más, quiero decir que experiencias como las de mi amiga Enca son para mí tan potentes que me plantearía si mi página tiene sentido si verdaderamente el sector social al que ella atiende yo lo considerara fuera de este ámbito.Lo que sí es cierto es que yo intento escribir para todos y afortrunada o desgraciadamente, también la realidad es muy diversa. Pero aquí dejo sus palabras a las que me uno y que me llegan como una puñalada de realidad que, de ningún modo, considero que deban estar al margen de esta página. Todo lo contrario.
“COMO NIÑOS está muy bien, pero es que yo vivo en otro planeta...mis niños son de otra especie que no es la humana. Mis niños llevan una vida perra desde que nacen, pero perra...Nadie se preocupa por su alimentación ni por sus miedos, ni por sus deseos o sentimientos. Nadie se esfuerza por su felicidad o por su educación. Tienen padres y madres adolescentes que los quieren, no lo dudes, pero es todo violento y misero . Son niños con los que nadie habla si no es para gritarles, con los que nadie juega. Y aunque no tengan para comer tienen hasta la última play de las plays mas plays...Nadie los consuela nunca. Hacen lo que sea (desde no aprender a leer con 12 años hasta romper los cristales ) para que alguien por un momento se fije en ellos ...Niños a los que sus madres no han quitado los piojos desde que los pillaron el dia que vinieron al mundo. Mi realidad se parece mas a Oliver Twist que a tu blog... Me gusta ..., pero está tan lejano para mi…” De tu respuesta en Facebok.
Se hace difícil siempre centrarse en un estrato de población que pueda servir de paradigma y ejemplo en el que la inmensa mayoría se pueda ver reflejado. Yo sé que el mundo que refleja mi amiga Enca es perfectamente real y que incluso no se puede pensar que ella sea la única profesional que lo encarna. Y dentro del primer mundo. A la vuelta de la esquina, vamos. Pero también me parecería excesivo y deformante de un criterio que pretende ser general, centrar los análisis y las propuestas en este tipo de niños. Me resultaría perfectamente parcial y no faltaría quien me reprendiera en el sentido de que esa realidad podría resultar un poco exagerada aunque se pudiera estar produciendo en algunos casos.
Pero hoy no quiero concesiones y me centro en el doloroso lamento de mi amiga Enca, que sé positivamente que no tiene nada de gratuíto porque ella es una profesional como la copa de un pino y lleva toda la vida, primero en Madrid y ahora en Granada ofreciendo lo mejor de sí misma, que es mucho, a esta causa de la educación de los más pequeños. Para ella y para todos los profesionales o padres que se desenvuelvan en una situación similar a la suya, vaya todo mi respeto, mi profundo reconocimiento y mi aportación de esta ventana que está abierta a todos a favor de los primeros años de la vida, pero a ellos sobre todo.
“COMO NIÑOS está muy bien, pero es que yo vivo en otro planeta...mis niños son de otra especie que no es la humana. Mis niños llevan una vida perra desde que nacen, pero perra...Nadie se preocupa por su alimentación ni por sus miedos, ni por sus deseos o sentimientos. Nadie se esfuerza por su felicidad o por su educación. Tienen padres y madres adolescentes que los quieren, no lo dudes, pero es todo violento y misero . Son niños con los que nadie habla si no es para gritarles, con los que nadie juega. Y aunque no tengan para comer tienen hasta la última play de las plays mas plays...Nadie los consuela nunca. Hacen lo que sea (desde no aprender a leer con 12 años hasta romper los cristales ) para que alguien por un momento se fije en ellos ...Niños a los que sus madres no han quitado los piojos desde que los pillaron el dia que vinieron al mundo. Mi realidad se parece mas a Oliver Twist que a tu blog... Me gusta ..., pero está tan lejano para mi…” De tu respuesta en Facebok.
Se hace difícil siempre centrarse en un estrato de población que pueda servir de paradigma y ejemplo en el que la inmensa mayoría se pueda ver reflejado. Yo sé que el mundo que refleja mi amiga Enca es perfectamente real y que incluso no se puede pensar que ella sea la única profesional que lo encarna. Y dentro del primer mundo. A la vuelta de la esquina, vamos. Pero también me parecería excesivo y deformante de un criterio que pretende ser general, centrar los análisis y las propuestas en este tipo de niños. Me resultaría perfectamente parcial y no faltaría quien me reprendiera en el sentido de que esa realidad podría resultar un poco exagerada aunque se pudiera estar produciendo en algunos casos.
Pero hoy no quiero concesiones y me centro en el doloroso lamento de mi amiga Enca, que sé positivamente que no tiene nada de gratuíto porque ella es una profesional como la copa de un pino y lleva toda la vida, primero en Madrid y ahora en Granada ofreciendo lo mejor de sí misma, que es mucho, a esta causa de la educación de los más pequeños. Para ella y para todos los profesionales o padres que se desenvuelvan en una situación similar a la suya, vaya todo mi respeto, mi profundo reconocimiento y mi aportación de esta ventana que está abierta a todos a favor de los primeros años de la vida, pero a ellos sobre todo.
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