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domingo, 29 de diciembre de 2024

LOS TIEMPOS

 

         El tiempo de la tragedia no alcanzó ni siquiera las 24 horas. Ni un solo día bastó para que en el camino se quedaran 226 vidas, más de 100000 vehículos arrastrados como como cáscaras de nuez, miles de viviendas con sus enseres correspondientes que dejaron de ser lo que habían sido hasta el momento y pasaron a formar parte del mar de barro que se apoderó del cinturón sur de Valencia por mor del desbordamiento del río Magro y del Barranco del Poyo, que aquella noche acumuló más agua que el Ebro en las horas en que la tragedia estuvo viva. Los técnicos lo llamaron DANA y se nos quedó ese nombre clavado en el sentido y será difícil que se nos olviden las cuatro letras del desastre en lo que nos quede de vida, sobre todo a quienes la protagonizaron con su miedo y con su vida. No pasó la primera semana cuando la rabia de las víctimas se hizo presente con niveles tan insólitos como la furia del agua. Estoy seguro que cualquiera era capaz entonces y lo es hoy, de saber que el drama producido era suficientemente importante como para necesitar tiempo para volverlo a la normalidad posible. Pero las protestas airadas no podían soportar la sensación de inmovilidad que mostraba el poder ante tanta grandeza del horror.



         Uno puede comprender que los poderes se sintieran tan impactados como cualquiera de los damnificados. A fin de cuentas, personas somos todos y reaccionamos de manera parecida. Pero comprender es una cosa y justificar es otra. La autoridades tuvieron la responsabilidad de avisar con algún tiempo de lo que se venía encima y, sobre todo, lo que no se puede asumir, y lo que la gente manifiesta con su airada protesta, es que no estuvieran delante de  la reacción defensiva, tanto si podían  hacer algo para evitarlo, cosa bastante improbable, como si no. Y los grados de la ira suben a medida que nos vamos enterando de las declaraciones del señor Mazón, primer responsable, aunque no único. En su discurso de más de dos horas en el parlamento valenciano repartió culpas por doquier, pero en ningún momento asumió la suya, que fue la primera y brilló y sigue brillando a día de hoy, por su ausencia.



         Parece que no termina de entender qué es lo que la gente pide. Es innegable que el drama, del que hoy se cumplen dos meses, no se pudo evitar y no hay fuerza humana capaz de dominarlo en aquel momento, pero es que lo que la gente reclama del poder no es eso, sino qué es lo que estaban haciendo cada uno en aquel momento y por qué no se les vio en aquellos momentos en el puesto de mando, que es donde se les necesitaba. Hasta el momento, el presidente Mazón no ha sido capaz de responder dónde estuvo aquella fatídica tarde del 29 de octubre. Ha dado ya 6 explicaciones distintas y cada vez que inventa una nueva, su credibilidad baja inexorablemente. No para de decir, en cambio, que ahora en lo que hay que ocuparse es en la reconstrucción, ingente tarea de la que el nuevo vicepresidente ha manifestado que puede durar entre un  año y un año y medio, para dejar las cosas, más o menos como estaban. No digamos si se pretende modificar las estructuras que



puedan enfrentar en mejores condiciones  nuevas danas, que nadie duda que las habrá en el futuro.



         Y seguro que en eso puede tener razón, sin duda. Pero no termina de enterarse que la gente no puede aceptar ese discurso si entiende que lo que está haciendo con eso es tapar o eludir la madre del cordero y es, señor Mazón, dónde estaba usted, justo en el momento en que tenía que estar en primera línea, tanto si podía hacer algo por resolver lo que estaba pasando como si no. Lo que cuenta, señor Mazón es lo que usted hacía aquella tarde, cuando la gente empezó a ahogarse y usted no estaba a la cabeza. La gente se sintió sola y abandonada a su suerte, sin un timonel que estuviera con ellos, en las buenas o en las malas. No se canse. Por más argumentos que intente poner en medio, lo que se le está pidiendo es que diga dónde estaba usted cuando se le estaba necesitando desesperadamente. Sin esa respuesta creíble, no se canse, usted no es nada políticamente. 




domingo, 22 de diciembre de 2024

VALENCIA Y EL AZAR

 


         Su nombre es Jesús Manuel Ruiz pero se hace llamar el Papa de la Lotería y va acompañado de su hijo Sergio, vestido de monaguillo. Él lleva años acudiendo fiel a su cita con el sorteo del Gordo, y éste es su tercer año disfrazado de sumo pontífice. En estos momentos, junto con este papa de pacotilla, una serie de personas que han dormido a las puertas del salón en el que se encuentran los bombos de la lotería que no quieren perderse, esta mañana, el espectáculo de ver cómo se reparten casi 2000 millones de euros, por más que los dioses del azar certifiquen que la suerte caerá en Valencia. Cómo, si no, explicar que la zona afectada por la dana que el 29 de octubre, entre el rigor insólito de la lluvia y los errores de las autoridades, dieron pié a que una serie de pueblos del cinturón sur de Valencia, quedaran maltrechos y sus 500000 habitantes, algunos perdieran la vida, 226, y gran parte del resto, sus casas, sus negocios y vehículos, que fueron arrastrados por el agua de manera implacable. A pesar de tanta ruina, este año se ha vendido en la zona más lotería de la habitual, lo que indica que la confianza en el azar es tan alta, que todavía justifica un esfuerzo extra de inversión.



         Mientras mis palabras van tomando forma, o a lo largo de la mañana, la realidad terminará imponiéndose y demostrando, una vez más, que el azar tiene su propia lógica y es la que manda. Los premios terminarán favoreciendo a quien corresponda, sin otra lógica que la del pinto, pinto, gorgorito, como siempre, tanto si la suerte va para Valencia, poco  probable, como si no, que será lo más seguro. De cualquier modo no aprenderemos mucho y volveremos a confiar en el azar. Si no ha podido ser esta vez, que sea para la próxima, la del Niño, para Reyes. Así pasa el tiempo y mayoritariamente seguimos confiando en  el azar por encima o al margen de lo que una y otra vez demuestra la lógica. No niego que a mí también me tienta la idea de que esta vez la suerte pueda ser para Valencia, pero sé que no será verdad, ni siquiera aunque tocara allí. Son restos del pensamiento mágico que nos quedan, por más que la razón, una y mil veces nos diga otra cosa.



         Comprendo que la lógica es más humilde y más costosa. Requiere el esfuerzo de todos, mucho trabajo y tiempo. Aquí no hay magia ni confianza en que las cosas puedan ser como queremos, por arte de biribirloque. No. Lo que vale no es la magia, ni siquiera aunque en un momento dado, nos pueda beneficiar. A lo largo del día de hoyveremos botellas y botellas de cava derramadas en honor a la suerte que algunos han tenido porque, sin comerlo ni beberlo, la varita mágica del azar les ha tocado y pone en sus  manos un premio que no tenía por qué ser suyo, pero que puede hacerle pensar, sin ninguna lógica que lo avale, que lo merece más que otro. Los datos que conocemos sobre el destino que va a tener el dinero que ha llegado a las manos de cualquiera de manera fortuita lo indican estadísticamente. El 80% de esos premios azarosos habrán desaparecido por malas inversiones y sólo un mísero 20% se habrá invertido razonablemente y sus protagonistas habrán mejorado su vida y se podrá decir de ellos que el premio recibido habrá merecido la pena.



         Estas elementales lecciones que todos podríamos extraer del azar y sus consecuencias, debería ser suficiente para que aprendiéramos el valor de la lógica y del esfuerzo de cada día. Pero la realidad nos dice que cualquier cosa relacionada con el azar, juegos de tragaperras, casinos, loterías y similares, siguen creciendo y son de hecho un negocio millonario para los promotores y que crezcan de modo imparable las adicciones relacionadas con el juego. Las ludopatías deberían ser lecciones suficientes como para que huyéramos de sus compañías como alma que lleva el diablo. Lo único que puede salvar a todo lo relacionado con el juego es la alta cantidad de impuestos que terminan yendo para el erario público y se pueden convertir en servicios públicos de los que todos nos podemos beneficiar pero no creo que sea esta la razón por la que la gente juega.  



        

domingo, 15 de diciembre de 2024

PUNTO POR PUNTO

 

         Ahora es el  momento de sentarse, no sé en qué lugar  de Valencia, pero ellos seguro que sí lo saben, y, sin ignorar ninguna de las secuencias por las que han pasado, ni dejar de reclamar todo lo que sea necesario, tragarse las lágrimas, como cada uno pueda, mirar al futuro, que llega cada mañana, a pesar de todo, y entender que  todo el dolor, toda la muerte y toda la desgracia vivida hasta el momento se tiene que transformar en gestiones, cálculos, valoraciones, dudas y asunción de riesgos, porque el futuro tampoco espera y el fatídico 29 de octubre, que mostró su cara de infierno y nos dijo que apenas somos una brizna de fragilidad, frente al inmenso poder del agua y del desastre, ahora que ha pasado, nos deja la cvidencia de nuestra fragilidad y de nuestra pequeñez, pero también la certeza de que tendremos que ser cada uno quien afronte el futuro, desde el punto de desesperación y de drama en el que se encuentre. Los que se quedaron en el camino, deben seguir en los corazones de quienes les quisieron y servir de lección para todos, que pudimos estar en su lugar y debemos honrar su memoria.



         Lo primero que debe quedar practicable son las infraestructuras públicas, porque deben servir para todos: carreteras, vías férreas, luz, agua y saneamientos públicos. En medio, podemos y debemos seguir reflexionando sobre las responsabilidades de cada uno, pero sin olvidar ni un momento qué es lo primero, qué es lo segundo y todo lo demás. Quitare los coches y los enseres de la vía pública era urgente y parece que ya está hecho pero ahora hay que recomponer las carencias porque, aunque en estas ocasiones sea imposible creerlo, la vida sigue y nos está esperando. La recomposición de cada capítulo que el agua se llevó en un momento, nos obliga ahora a responder con la mayor lucidez posible porque destruir es muy fácil pero volver a colocar cada falta en su lugar, seguro que va a resultar desesperantemente lento, pero ineludible. Habrá, seguro, cosas que se pueden resolver hoy y otras que esperar por el momento porque debe comprobarse si se encuentran preparadas para soportar lo que se espera de ellas o no.



         Desde estos 500 kilómetros que me separan del desastre, no pude ayer más que alegrarme de ver el supermercado BONAIRE con su color tradicional y dispuesto para recomponer el interior y abrir en cuanto sea posible y albergar los vehículos en su inmenso aparcamiento, como siempre. Lo que no pude ver, y me alegré, fue los miles de muertos que algunos voceros deslenguados sin ningún fundamento anunciaban, hasta que el trabajo silencioso de los militares y bomberos nos vinieron a demostrar la realidad de las cosas que, aunque muy dramáticas de todas formas, era lo que era y no lo que se decía que tenía que ser. Otro gozo inevitable fue el de una familia que nos mostró su vivienda completamente vacía, porque todos los muebles se los había llevado el agua y la solidaridad de no sé muy bien quién, envió un grupo de operarios con un lote completo de nuevos muebles, para que su vivienda quedase habitable, como siempre. Comprendo que son  granos de arena en una playa de necesidades, pero uno no se puede resistir al hecho de que, por ese camino se encuentra la salida de tanta angustia como se acumula en los momentos más altos del drama.

También escuché que las estructuras dañadas de muchas viviendas tendrán que esperar a secarse por completo, antes de pensar en devolverle su ser, ese que dio cabida a sus propietarios o inquilinos. Y eso en el caso de que los técnicos estimen que se puede devolver, porque en algunos casos, se tendrá que optar por encontrar nuevos espacios que ofrezcan las seguridades imprescindibles que soporten las envestidas de  nuevas danas que llegarán en el futuro y que deben encontrarnos con  mejores condiciones de habitabilidad. Tampoco estaría de más que los gobernantes que nos correspondan cuando llegue el momento no se cieguen contando viviendas construidas comparándolas con los países más desarrollados de Europa y se aseguren mejor de que se encuentran suficientemente seguras aunque sean algunas menos.    





   


domingo, 8 de diciembre de 2024

LO URGENTE Y LO IMPORTANTE


         En 1989 la vida me sacó durante 4 años de mi actividad docente y me colocó en  un despacho para ejercer labores de gerencia, actividad completamente nueva y desconocida en mi desempeño profesional, aunque también ligada a la educación. Lo primero que hice fue asistir a un curso de gerencia para familiarizarme con los fundamentos básicos del nuevo trabajo que tenía que desarrollar. Lo tomé con interés porque necesitaba nociones teóricas que, hasta aquel  momento, me parecían nuevas. Debo decir que lo aprendido me valió para afrontar mi nuevo cometido con alguna familiaridad y los problemas que se fueron presentando no me parecieron demasiado insólitos. Hoy, tantos años después de haber vuelto a la docencia, mi verdadero cometido profesional, guardo como oro en paño de aquel primer curso, una primera noción teórica que conocí allí y que asumí para siempre: Para gobernar, lo primero que hace falta es no confundir lo urgente con lo importante.



         Este principio me ha servido miles de veces como elemento de orientación, no sólo para labores de gobierno, que me parece imprescindible, sino como principio orientador de cualquier acción que emprender en la vida. Hoy me parece adecuada para afrontar el desastre de Valencia, una vez que el drama inicial va desapareciendo del mapa de la actualidad y la urgencia de los primeros momentos se oscurece, engullida por nuevas urgencias que reclaman su protagonismo cada día. Las autoridades valencianas, conocedoras como nadie de la envergadura de lo que se les vino encima el 29 de octubre, repiten continuamente que no los olvidemos, que la solución de su drama no es un asunto de un día para otro, sino que su vida les ha cambiado para siempre y esa desgracia va a necesitar tiempo y esfuerzo, imposible de precisar por el momento, pero que quitar el barro y los deshechos no es más que el capítulo primero de la ruina que les ha llegado. Su preocupación es que pasen los días y la gente se entretenga con las novedades y vayan olvidando las enormes necesidades que tienen que afrontar para recomponer su vida.



         Ha pasado algo más de un mes, se ha hecho recuento de los daños más urgentes, el primero el de vidas humanas, 226 habiendo contado los cadáveres uno a uno y ni siquiera en eso hay acuerdo porque los bulos siguen presentes y las mentiras se mantienen en amplias capas de la población porque los que extendieron miles de muertos en los primeros días, parece ser que 226 víctimas les deben parecer pocos. Si este primer capítulo del drama anda por estos derroteros, no quiero pensar lo que puede pasar con los que están por llegar, destrozos en carreteras y ferrocarriles, negocios, viviendas y mobiliario urbano, reposición de vehículos arrastrados por el agua que han quedado inservibles, fincas anegadas y cosechas perdidas…, capítulos importantísimos que afectan a la vida de miles de personas y que tendrán que ser evaluados y repuestos uno a uno en un tiempo indeterminado, pero no corto. Los verdaderos protagonistas de este drama saben o intuyen, mejor que nadie, que el futuro irá llegando pero que lo que se llevó el agua y los errores de los gobernantes, se perdió para siempre.



         Las quimeras dialécticas: que si tú, que si yo, que si hay que ganar el discurso, que si la verdad o la mentira de lo que pasó, está en un segundo plano, lo que se dijo los `primeros días, no tiene casi nada qué ver con lo que tenemos que oír de unos y de otros hoy, no digamos mañana y los siguientes. Si tenemos que evaluar los daños en millones, las verdaderas cantidades empiezan a aparecer de ahora en adelante, una vez que el baile de los casos se vaya situando en sus lugares correspondientes y los bolsillos vayan soltando billetes y se vayan quedando vacíos, mientras los arreglos no terminen de verse resueltos, no ya como estaban antes del 29 de octubre, sino como necesitan verse adecuados para que las vidas que se vieron destrozadas aquel día encuentren una fórmula de futuro viable, tanto si es el mismo que tenían, como si termina por no parecerse en nada con lo conocido hasta  el momento. 



domingo, 1 de diciembre de 2024

CONGRESO

 

         Este fin de semana se están produciendo los congresos de Esquerra, en el campo nacionalista y del Psoe dentro del ámbito estatal. Hablar de congresos es referirse a una de las piezas básicas de la democracia. Se trata de que cada cierto tiempo, los militantes de las distintas fuerzas políticas, a través de sus delegados, elegidos por el conjunto de los militantes, se reúnan, discutan los fundamentos ideológicos del partido que representan, y ratifiquen los principios que consideren esenciales o modifiquen aquellos  que estimen que han perdido vigencia o no se adaptan a los tiempos que corren y necesitan retoques de mayor o menor calado. En resumidas cuentas, se trata de que cada grupo de ciudadanos participe con sus reflexiones y acuerdos correspondientes, para actualizar los fundamentos ideológicos por los que el conjunto de los ciudadanos se ha de regir en los momentos concretos que vivimos, Algo así como una puesta a punto de los argumentos que van a regir la vida social en los próximos años a juicio de los miembros de cada una de las fuerzas políticas que conforman la vida parlamentaria, que se tiene que configurar en las elecciones correspondientes, cuando se produzcan.



         Los objetivos de cada congreso, siempre van encaminados a sintetizar y definir lo que opinan y fundamentan las diversidades ideológicas presentes en la sociedad y cada una busca ocupar el mayor espacio posible para que el parlamento que salga de las elecciones, cuando toquen, les permita obtener el mayor número de parlamentarios que tendrán que sostener al gobierno que deberá liderar los destinos del país correspondiente. En nuestro caso, España. Lograr aglutinar la diversidad ideológica de un amplio grupo humano que pueda representar a la totalidad de los ciudadanos que la forman o, al menos, a la mayoría más amplia posible, significa que en el futuro parlamento que se configure tras las elecciones, estén representadas la diversidad de líneas de pensamiento, a grandes rasgos, que los distintos congresos hayan definido a través de los distintos niveles de representación.



         El juego de las mayorías sociales que, en su momento deben optar a estar presentes en el parlamento y optar a una parte del poder, bien en la posición de gobierno si han logrado una mayoría absoluta de la mitad más uno de los representantes, o en las labor de oposición si no se ha llegado a tanto. En este caso, la misión es controlar la labor del gobierno, consolidar y extender su posición en el tejido social y optar de nuevo a conseguir la mayoría de gobierno en las siguientes elecciones que se celebren. De este modo, la función del congreso es el primer paso para concentrar la diversidad ideológica social hasta lograr que grandes grupos se concentren detrás de potentes fundamentos ideológicos. Bien es cierto que esas concentraciones importantes significan verdaderos alardes de síntesis que se han de materializar en los congresos, para evitar las dispersiones peligrosas, que pueden llegar hasta las individualidades ingobernables si no se logra la concentración de grandes ideas que puedan ser compartidas por amplios grupos humanos.



         Esta compleja estructura de organización necesita un importante esfuerzo de integración social para que los acuerdos que se obtengan de los congresos puedan ser representativos de las mayorías más amplias posibles. Ese difícil equilibro en que los fundamentos ideológicos básicos puedan ser reconocidos con suficiente claridad y logren que amplios sectores sociales se sientan incluidos dentro de las distintas fuerzas políticas presentes, garanticen que en la sociedad se encuentren diversas maneras de pensar y puedan elegir a qué grupo social se sienten más cercanos. Por la misma complejidad del procedimiento de convivencia que hemos esbozado se desprende que nadie puede pretender que sus ideas pueden estar incluidas por completo en ningún grupo definido, si bien debe disponer de motivaciones suficientes, dentro de la diversidad, para sentirse más cerca de cualquiera de ellas que le permita sentirse integrado en la estructura general.