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domingo, 21 de enero de 2024

CARNAVAL

 

         Es seguramente el primer gran acontecimiento del nuevo año. Si hubiera que asociarlo a un sustantivo conocido, hablaríamos de jolgorio, por sintetizar. La principal idea es la de disfrazarse, salir a la calle y lograr pasar desapercibidos. Es más, uno intenta molestar de broma, siempre de broma, a cualquiera, al grito de ¡no me conoces!. Y antes de que alguien pueda identificar al que hace la gracia, desaparece en busca del próximo vecino, al que seguir molestando. Cuando yo era pequeño, antes de ayer, como quien dice, guardábamos la vejiga de los cerdos, que en este tiempo eran las matanzas, la inflábamos y, como un globo andábamos dándonos vejigazos unos a otros a modo de gracias. Lo que hoy destaca como característico es la idea de ridiculizar, utilizando músicas muy conocidas, expresiones que hayan sido compartidas en el año que pasó, como forma de reírse de situaciones que en su momento se tomaron en serio pero que con la excusa de que estamos en Carnaval y vamos disfrazados, se acepta la licencia de que terminemos riéndonos los unos de los otros como si la vida no mereciera la pena tomarla tan en serio.



         Si nos centramos en Cádiz como ejemplo masivo de vivencia carnavalesca, termina por ser un alarde de humor y de graciosa sabiduría en la que los acontecimientos más destacados del país aparecerán en alguna comparsa o chirigota para que todos podamos recordar acontecimientos que sucedieron y que tuvieron su importancia, pero que terminamos ridiculizando como si, al final, no fuera para tanto y se viera como saludable terminar haciendo gracietas de algunos acontecimientos que, en su momento, tuvieron su seriedad, pero que podemos terminar tomándonos a broma casi todo lo que nos acontece, aprovechando que estamos en un nuevo año y, con lo pasado podemos hacer pelillos a la mar. El trasfondo de terminar ridiculizándonos a nosotros mismos, suele ser una medida saludable que lava reacciones que, en su momento pudieron tomarse demasiado en serio.



         A título de prueba, no hay más que recurrir al lenguaje político. Cualquier reacción a las que estamos acostumbrados cada día, se manifiesta como si fuera el no va más. Así, hemos entrado en una espiral de exageraciones que terminan por devaluar la parte de verdad que encierra lo que nos pasa, sencillamente porque todo no puede ser lo más de lo más. Seguramente a muchas de las exageraciones que hemos vivido y estamos viviendo, no le vendría mal un toque de humor y tomarnos a broma lo que creíamos este mundo y el otro cuando en realidad, con un poco de guasa de por medio, podríamos aprender que la mayoría de lo que nos pasa, se puede quedar en bastante menos. Una pedorreta de por medio puede poner los argumentos en su justa medida y una invitación a calificar las reacciones como si no tuvieran tanta importancia porque con la política de las exageraciones permanentes, lo que termina pasando es que el propio lenguaje se nos queda vacío de contenido porque todo no puede ser tan extraordinario como lo ponemos.



         La Constitución que todos tenemos en la boca para descalificar al vecino y quedárnosla sólo para nosotros, parece que hemos hecho una obra de moros porque, después de muchos años, hemos logrado cambiar la palabra  disminuidos por la de  personas con discapacidad. El nivel de incomunicación había llegado hasta tal punto que parece que hemos logrado una heroicidad por cambiar una palabra que hoy resultaba hasta humillante para los afectados, por una frase más acorde al respeto debido a tantas personas. Cuando, una vez votado el cambio, casi por unanimidad, uno miraba los prolongados aplausos no podía sino sonreír con cierta sorna porque…, la verdad, ya era hora. Que el cambio se haya producido me parece bien, pero no dejo de ver con un cierto rubor que haya habido que esperar años para conseguirlo. Un poco más de Carnaval en nuestra vida no estaría de más.  



2 comentarios:

  1. Otro buen artículo.
    Gracias 😌
    Felicidades.
    Besos 😘

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    1. Cada artículo significa un desgarro de lo que uno lleva dentro y duele sacarlo a la luz. Un beso.

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