Llevo
un buen rato mirando el teclado y el espacio en blanco que espera mi decisión
de volcarme entero para ir desgranando palabras que vayan ocupando el espacio y
convirtiéndose en argumentos que me ayuden a pergueñar explicaciones a lo que
pasa. Veo con claridad que mi incapacidad puede consolidarse y soy capaz de pasarme la mañana entera mirando
el espacio en blanco. Se me agolpan los argumentos en el cerebro y muchas
veces, esta es una de ellas, me siento con dificultades para abril el discurso
sobre cualquier asunto en concreto. Me dolió en su día darme cuenta de que
Ucrania se me iba relegando en la mente, no porque su contenido hubiera perdido
dramatismo, sino porque el conflicto de Israel y Hamás se coló en tromba y no hubo
forma de pasar del asunto sin detenerse y poner palabras a ese drama que
remueve mi conciencia y no me permite mirar a otro sitio como si no estuviera
pasando. Me doy cuenta de que el conflicto ha debido adolecer de ese silencio
mental colectivo porque lleva vivo decenas de años y pasamos y cruzamos como si
no fuéramos capaces de centrar los ojos
en esa pupa vida que nos interpela sin
descanso.
Sin
ninguna necesidad de recurrir al ancho mundo, capaz de atiborrarnos la mente de
asuntos para centrar nuestra atención y ocuparnos sobradamente, vemos que nuestra pereza mental, con demasiada
facilidad ignora lo que sucede a unos kilómetros a la redonda y se justifica mentalmente
con todo tipo de argumentos, suficientes para seguir viviendo con una cierta
satisfacción y todo. Es más, ni siquiera hace falta mover la mente demasiado.
En nuestra propia casa tenemos el asunto mismo del proceso de investidura del
próximo gobierno, que no para de tensarse, en parte porque los resultados
electorales de julio lo permiten y en otra parte porque la incongruencia
inicial sobre las expectativas de los sondeos y lo que significaron los
recuentos de los votos no coincidieron demasiado. Andamos, desde entonces, con
una deriva que no termina de aclararse. Quiero pensar que la sensatez se imponga, que entendamos que la realidad tiene
más fuerza que las ilusiones y que las disputas deben tener un fin.
Desde
que los números dictaron sentencia se vio que cabían, al menos, dos opciones.
La de que la fuerza ganadora entendiera que con sus votos no eran suficientes
para formar gobierno y que los hechos son los que son, tanto si te gustan como
si no. El juego de los pactos entre diferentes tendría que ser el que ofreciera
la mayoría suficiente, 176 votos, para formar gobierno. La fuerza ganadora usó
más de 30 días intentando armar esa mayoría y no lo consiguió. Terminado su
plazo, la segunda fuerza tenía su derecho a intentarlo y en ello está. Tiene de
plazo hasta el 27 de noviembre para hacerlo. Si es capaz de lograrlo, tendremos
gobierno con toda legitimidad. En caso contrario habrá que convocar nuevas
elecciones para el 14 de enero. Estamos en ese paso intermedio de que la
primera fuerza está digiriendo su incapacidad para formar gobierno como puede y
la segunda se alarga en el tiempo para lograrlo y el 27 de noviembre se acerca
cada día un poco más.
Los hechos objetivos son más o menos estos pero pasa que los argumentos se pueden exponer con cierta concreción, pero su reflejo en la realidad viva significa que nada está cerrado mientras que las fechas no digan lo contrario. Entre el punto de salida y el de llegada andamos como podemos. Las presiones de unos y de otros se hacen presentes y los juegos de fuerzas actúan con las limpiezas que cada uno considera adecuadas. El que ya fracasó en su momento presiona, bien para hacer valer que hay que votar de nuevo, porque considera que le favorece, y lo argumenta deslegitimando los argumentos del aspirante en el intento de dificultar las posibilidades de que disponga el segundo, por la complejidad de las negociaciones que tiene entre manos. Como los plazos van pasando y parece que el segundo va cerrando acuerdos poco a poco, el primero se impacienta y lo manifiesta de todas las formas que puede, unas más limpias y otras bastante más discutibles. Paciencia y resignación, que todo pasa.
Cierto.
ResponderEliminarTodo pasa.
Pero el altísimo precio durará demasiado tiempo.
en todos los temas que abordas .
Gracias y felicidades de nuevo.
Calidad excelente, como siempre.
Feliz domingo amigo querido.
Besos 😘
Que puedo decir, en mi país la corrupción abunda, los grupos armados en algunos pueblos de dieron quemar registraduría, en una de ellas con una delegada adentro. Es tan cruel lo que pasa y peor aún, seguirá pasando. Guapo me encanta leerte. Recibe mi 💋
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