Ya
tengo edad de sobra para saber que no hay día del que no podamos sacar su
ración de dicha y su lote de dolor correspondiente. Muchas veces debidamente
mezclado, de modo que resulta difícil separar la alegría de la pena porque se
presentan en forma de tortilla y, casi siempre mezcladas en el tiempo, hasta el
punto que se hace difícil separar la risa del llanto. Quien me conoce bien sabe
que no tengo mucho de patriotero, más bien al contrario. Pero no quiero pasar
por alto que Granada esta semana, sobre todo jueves y viernes ha sido tomada
por Europa, hasta el mismo Zelenski que se ha presentado de improviso, con la
consiguiente desesperación del cúmulo de incomodidades para una cuidad mediana
como Granada, que se ve casi inutilizada
en su centro, por imperativo de las medidas de seguridad, tan incómodas para los
ciudadanos, por más que puedan ser
ineludibles. Hasta 50 jefes de estado o de gobierno nos han inundado de
europeísmo, por lo que no es excesivo hablar de que Granada ha sido la capital
de Europa estos días.
Sé que
los resultados no han sido todo lo brillantes que hubieran necesitado, cuando
se estaba tratando de un problema tan
apremiante como el de los refugiados del mundo, que nos llegan pretendiendo un
espacio parecido al que tenemos nosotros, para que su vida también conozca la
dignidad que ellos creen que tenemos. Podría acusar como culpables a Polonia y
a Hungría porque, sus mandatarios han encabezado las tesis más reaccionarias y
no mentiría, pero sé que muchos de los
demás, sin llegar a tanto, vivimos el tema de los refugiados como un incordio
que molesta a esta especie de paraíso que nosotros creemos que poseemos, sin
querer ver que la verdad nos muestra, una realidad muy compleja de la que todos
formamos parte y compartimos las luces y las sombras, intercambiables en según
qué momentos. Ucrania y su drama que no acaba, puede ser un buen ejemplo, por
tenerla a tiro de piedra. Cualquiera de nosotros puede ser el siguiente pasado
mañana sin que nos demos mucha cuenta y desaparece este sueño de paraíso que
vivimos.
De
toda la reunión de políticos me apetece quedarme con la secuencia de Úrsula von
der Leyen y una de las guías de la Alhambra, durante la visita protocolaria. La
presidenta de la Comisión Europea se paró delante de la guía y le celebró la
belleza de su pañuelo del cuello. Le pidió permiso para tocarlo. Es de seda y
lleva dibujado el Jarrón de las Gazelas, una de las muchas joyas de la
Alhambra. Termina la visita y cuando la Presidenta se iba, la guía la llama
corriendo descalza, con sus zapatos en la mano. Llega a su altura y le regala
el pañuelo que la Presidenta acepta gozosa y que inmortaliza solicitando al
fotógrafo una foto con la guía, después de abrazarla. Vuelve al cochecito que
la trasladaba, enarbolando el pañuelo como los futboleros cuando gana su
equipo. Le faltó cantar el oeé, oee oee oee. Sabemos que los pañuelos del
Jarrón de las Gacelas tardaron minutos en venderse de todas las tiendas de la
Alhambra, que son varias. La secuencia me encanta toda, pero, sobre todo, la de
la Presidenta enarbolando su pañuelo como si de un trofeo se tratara y ella
fuera una muchacha paseando cerca de su casa. Al día siguiente, pudimos ver que
lo llevaba puesto.
Ya me gustaría, pero antes de digerir la hermosa secuencia anterior, llena de sencillez y humanidad, me topo de bruces con un ataque a gran escala de las milicias de Hamás al ejército israelí y a varias de sus ciudades que nos viene a confirmar lo poco que dura el pan en la casa del pobre. Los daños para Israel han sido importantes, pero la respuesta de Netanyahu no ha tardado en llegar: un bombardeo masivo de la franja de Gaza y una afirmación de que va a destrozar la zona por completo. Como si hasta el momento dicha zona hubiera gozado de tranquilidad ni un solo día, vigilada por el ejército israelí en todo momento. No me cabe la guerra en la cabeza y reniego de ella por completo. En el larguísimo conflicto árabe israelí no quiero otra foto en mi memoria que la del general israelí Isaac Rabín con el presidente palestino Yassir Arafat, saludándose, a punto de firmar la paz.
Impecable y genial, como siempre.
ResponderEliminarMuchas gracias amigo querido.
Feliz domingo 😊🫂
Agradecido. Me hubiera gustado centrar el artículo en el gesto del pañuelo, pero no he podido ignorar el ataque de Hamás. Un beso
EliminarMuy interesante tu visión y versión de los hechos.
ResponderEliminarGracias, Tere. A lo mejor uno logra aprender algo de la vida. Un beso.
Eliminar