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domingo, 8 de octubre de 2023

CALEIDOSCOPIO


         Ya tengo edad de sobra para saber que no hay día del que no podamos sacar su ración de dicha y su lote de dolor correspondiente. Muchas veces debidamente mezclado, de modo que resulta difícil separar la alegría de la pena porque se presentan en forma de tortilla y, casi siempre mezcladas en el tiempo, hasta el punto que se hace difícil separar la risa del llanto. Quien me conoce bien sabe que no tengo mucho de patriotero, más bien al contrario. Pero no quiero pasar por alto que Granada esta semana, sobre todo jueves y viernes ha sido tomada por Europa, hasta el mismo Zelenski que se ha presentado de improviso, con la consiguiente desesperación del cúmulo de incomodidades para una cuidad mediana como Granada,  que se ve casi inutilizada en  su centro, por imperativo de las  medidas de seguridad, tan incómodas para los ciudadanos,  por más que puedan ser ineludibles. Hasta 50 jefes de estado o de gobierno nos han inundado de europeísmo, por lo que no es excesivo hablar de que Granada ha sido la capital de Europa estos días.



         Sé que los resultados no han sido todo lo brillantes que hubieran necesitado, cuando se estaba tratando de un  problema tan apremiante como el de los refugiados del mundo, que nos llegan pretendiendo un espacio parecido al que tenemos nosotros, para que su vida también conozca la dignidad que ellos creen que tenemos. Podría acusar como culpables a Polonia y a Hungría porque, sus mandatarios han encabezado las tesis más reaccionarias y no mentiría,  pero sé que muchos de los demás, sin llegar a tanto, vivimos el tema de los refugiados como un incordio que molesta a esta especie de paraíso que nosotros creemos que poseemos, sin querer ver que la verdad nos muestra, una realidad muy compleja de la que todos formamos parte y compartimos las luces y las sombras, intercambiables en según qué momentos. Ucrania y su drama que no acaba, puede ser un buen ejemplo, por tenerla a tiro de piedra. Cualquiera de nosotros puede ser el siguiente pasado mañana sin que nos demos mucha cuenta y desaparece este sueño de paraíso que vivimos.



         De toda la reunión de políticos me apetece quedarme con la secuencia de Úrsula von der Leyen y una de las guías de la Alhambra, durante la visita protocolaria. La presidenta de la Comisión Europea se paró delante de la guía y le celebró la belleza de su pañuelo del cuello. Le pidió permiso para tocarlo. Es de seda y lleva dibujado el Jarrón de las Gazelas, una de las muchas joyas de la Alhambra. Termina la visita y cuando la Presidenta se iba, la guía la llama corriendo descalza, con sus zapatos en la mano. Llega a su altura y le regala el pañuelo que la Presidenta acepta gozosa y que inmortaliza solicitando al fotógrafo una foto con la guía, después de abrazarla. Vuelve al cochecito que la trasladaba, enarbolando el pañuelo como los futboleros cuando gana su equipo. Le faltó cantar el oeé, oee oee oee. Sabemos que los pañuelos del Jarrón de las Gacelas tardaron minutos en venderse de todas las tiendas de la Alhambra, que son varias. La secuencia me encanta toda, pero, sobre todo, la de la Presidenta enarbolando su pañuelo como si de un trofeo se tratara y ella fuera una muchacha paseando cerca de su casa. Al día siguiente, pudimos ver que lo llevaba puesto.



         Ya me gustaría, pero antes de digerir la hermosa secuencia anterior, llena de sencillez y humanidad, me topo de bruces con un ataque a gran escala de las milicias de Hamás al ejército israelí y a varias de sus ciudades que nos viene a confirmar lo poco que dura el pan en la casa del pobre. Los daños para Israel han sido importantes, pero la respuesta de Netanyahu no ha tardado en llegar: un bombardeo masivo de la franja de Gaza y una afirmación de que va a destrozar la zona por completo. Como si hasta el momento dicha zona hubiera gozado de tranquilidad ni un solo día, vigilada por el ejército israelí en todo momento. No me cabe la guerra en la cabeza y reniego de ella por completo. En el larguísimo conflicto árabe israelí no quiero otra foto en mi memoria que la del general israelí Isaac Rabín con el presidente palestino Yassir Arafat, saludándose, a punto de firmar la paz.         



4 comentarios:

  1. Impecable y genial, como siempre.
    Muchas gracias amigo querido.
    Feliz domingo 😊🫂

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    1. Agradecido. Me hubiera gustado centrar el artículo en el gesto del pañuelo, pero no he podido ignorar el ataque de Hamás. Un beso

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  2. Muy interesante tu visión y versión de los hechos.

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    1. Gracias, Tere. A lo mejor uno logra aprender algo de la vida. Un beso.

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