Este
año hemos roto las compuertas y parece que medio mundo, o más, se ha colado por
nuestras fronteras. Falta cada vez menos para que tengamos que encontrar sitio
para alojarnos, no vaya a ser que decaiga el negocio del turismo, que es lo prioritario.
Este año parece que batimos record absoluto. Las cifras, por primera vez,
empiezan a asustar. Lugares como la Alhambra, por ejemplo, ya tiene su tope en
8000 visitantes, diarios, como máximo, pero La Alhambra es un lugar vacío. Qué
se hace con el Albaicín, donde en cuanto le metes tres grupos de giris, ya
están sobrando la mitad de los albaicineros. Lo hemos visto en muchas otras
localidades, Barcelona puede ser un buen ejemplo, en donde se está produciendo
el fenómeno de la despoblación de los autóctonos porque los dueños de viviendas
de alquiler prefieren ofrecerlas a los turistas, a precios astronómicos, antas
que a ciudadanos estables a precios
moderados. De modo que la despoblación de los centros urbanos avanza que da
gusto. Parece que nadie piensa que se trata de pan para hoy y hambre para
mañana y que, al final, podemos estar muriendo de éxito.
Lo de
las playas resultaría cómico si no fuera dramático. Ya se puede acercar
cualquiera a la playa que guste, hoy, que va a encontrar el espacio que quiera
para bañarse o tomar el sol, siempre que una dana como la presente se lo
permita, cuando hace cuatro días, la guerra de las sombrillas, sin ir más
lejos, hacía irrespirable el simple hecho de encontrar un pequeño espacio donde
instalarse cerca de la playa, desde antes de que amaneciera. Parece que las
ciudades se habían trasladado a las costas desde el 1 de julio al 31 de agosto
y no cabía un alfiler. Nos hemos convertido en un país de camareros, de sólo
dos meses. Cuando vives el éxodo en primera persona, te sientes apenas un
número entre millones, que te llevan y te traen donde quieren sin que tus
preferencias personales le importen a nadie un pito. Si toca a la playa, pues a
la playa y si hay que volver a las ciudades, pues a lo que se diga. Para
cualquier cosa, cada vez las colas más largas porque todos debemos hacer lo
mismo cuando lo diga no sé quién, que es quien manda.
Y no
es porque falte cabeza porque hace ya varios años que se va insistiendo en la
necesidad de ir dejando las concentraciones de espacios y tiempos y promover la
diversidad para aprovechar mejor un recurso, el turismo que, según los últimos datos conocidos, alcanza
más del 12% de la riqueza nacional, pero que si logramos distribuirlo mejor en
el espacio y en el tiempo, puede aumentar su potencial y significar para España
más y mejor riqueza, por ejemplo en el empleo, que está demasiado concentrado y
no suficientemente repartido como podría. Se sigue insistiendo en esta idea de
la mejor distribución de esta riqueza pero parece que el monstruo de la
concentración pesa demasiado y le cuesta moverse con la agilidad que la buena
distribución requiere. No nos hemos creído del todo que los cambios necesarios
no son un capricho, sino una necesidad. Lo contrario no tiene ya mucho más recorrido
y podemos estar alcanzando fácilmente el final de la gallina de los huevos de
oro que significó en su momento el turismo. La experiencia de este año y sus
posibles records, ojalá que sirva para ver la luz del futuro y ponga a pensar a
los poderes públicos y a la industria correspondiente porque las alternativas
apremian.
Esta
manera de organizarse, siempre a corto plazo, puede que en el principio de la
puesta en marcha de las iniciativas tenga algún sentido, pero el tiempo hace
que los pequeños proyectos crezcan y se conviertan en monstruos que como no
vayan modificándose según requieran las nuevas situaciones, terminan atorando
los recursos y haciendo que las posibilidades que un día crearon importantes
expectativas se conviertan en mazacotes repetitivos y sin futuro. Si esto se
produjera, y tenemos datos para saber que es posible, terminaríamos por perder
la iniciativa y andar a remolque de una serie de posibilidades que pierden su
perspectiva de futuro por falta de agilidad de sus dirigentes y terminan
hundiéndose por falta de iniciativa.
Eso espero...
ResponderEliminarAunque el panorama no pinta bien para la mayoría de los mortales.
Besotes