La
semana anterior centramos nuestra reflexión en la guerra de Ucrania, pero no en
la que se libra dentro del país, sino en esa otra Ucrania representada por las
mujeres, los mayores y los niños repartidos por el mundo entero, pero sobre
todo por Europa. Un país vivo que salió de un espacio conocido, que está
teniendo que adaptarse a unos usos y costumbres que no conoce y que cuando
vuelva al lugar del que tuvo que huir, ni quienes vuelven serán los mismos que
salieron ni lo que encuentren a su vuelta tendrán mucho que ver con lo que
dejaron al marchar, al tiempo que llevarán a sus espaldas unos usos y
costumbres nuevos que han aprendido de las personas con las que han convivid. Los
que hayan sobrevivido de los que se quedaron tendrán que encontrarse con unos
familiares que se parecen a los que salieron un día pero que, muchas veces, no
tendrán nada que ver con los que vuelven. Estoy seguro que ni Rusia ni la
Ucrania interior contaron con estos cambios, pero todos tendrán que adaptarse a
la nueva situación que se cree.
La
experiencia de nuestra guerra civil de 1936-1939, a pesar de no ser idéntica
como ningún cambio lo es en la vida, nos aporta lecciones suficientes como para
entender este fenómeno ucraniano mejor que aquellos que no lo han vivido tan de
cerca. Según quien lea la historia, la España que resultó de nuestro conflicto
fue un país mucho más atrasado, ignorante y aislado, con la rémora de la guerra
encima, que tuvo que hacer frente al racionamiento y al hambre durante años.
Sus costumbres hubieron de cambiar como de la noche al día en muchos casos
hasta que, cuando nos estamos acercando al siglo del comienzo de aquella
tragedia, todavía nos debatimos en discusiones interminables para alcanzar un
cierto acuerdo con el alcance y significado de aquel drama que nos hizo sacar
odio de unos contra otros como jamás hubiéramos pensado que almacenaríamos. Y,
lo mejor y lo peor es que aquella España enfrentada nunca volvió a ser la
misma. Hoy podemos ver que convivimos junto a países europeos como si tal cosa,
pero nuestros demonios interiores siguen viviendo en nosotros, aunque ya no
seamos los de entonces.
Nuestro
conflicto tuvo la particularidad de ser de hermanos contra hermanos, que en
alguna medida las culpas de unos contra otros nos las tiramos dentro, por más
que unos las derivamos a Italia y Alemania, que favorecieron al bando sublevado
y otros acusen a Rusia de haber apoyado al gobierno que salió de la urnas en
febrero de 1936 y que terminó por perder la contienda por sus disensiones
interiores y por la tibieza de las democracias vecinas que lo abandonaron a su
suerte. Practicamente han desaparecido los protagonistas directos del conflicto
y los que quedamos vivimos de referencias interesadas de segunda o tercera
mano. Lo que sí es verdad es que el fracaso que nos llevó al conflicto abierto
y sus consecuencias posteriores hace que muchos miles de muertos, desde el recuerdo
y el de sus familiares, nos contemplen ajenos a nuestra manera de pensar y de
vivir de hoy.
Muchos de los aprendizajes de nuestro conflicto podrían ser enseñanzas útiles para los familiares ucranianos que ahora se sienten inmersos en el suyo, aunque es cierto que los conflictos, por más acotados en los espacios y en los tiempos que se produzcan, terminan siendo de todos, porque todos terminamos afectados por sus consecuencias. No en la misma medida, cosa imposible, porque siempre depende de la distancia en la que unos y otros nos sintamos afectados, pero tanto si es en la participación directa como si es en el recuerdo, ninguno somos capaces de saber lo que las cosas hubieran podido ser si determinados conflictos no se hubieran producido. También se hace imposible pensarlo porque la realidad se ha impuesto por la vía de los hechos y los renacimientos no son posibles a base de las intenciones de unos y de otros, sino a partir de las realidades concretas que han surgido como resultado final de los conflictos vividos.
Da escalofrío, y amigo.
ResponderEliminarAngustioso panorama.
Gracias de nuevo.
Cuidate mucho
Besotes
No es igual como escribes, pero una situación tremenda y cruel. Un abrazo
ResponderEliminarTotalmente cierto ,pero a los Españoles nos abandonaron y quedamos,en manos de asesinos llenos de odio , no fue la misma guerra
ResponderEliminarBesotes guapo
ResponderEliminarExcelente, Antonio. Gracias!
ResponderEliminar