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domingo, 23 de octubre de 2022

PERDEMOS TODOS


         Seguramente sería pretencioso comparar momentos distintos de la humanidad. Pensar, por ejemplo en lo que significaba en su momento una entrevista entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en la que, asumiendo las guerras locales, que nunca han faltado, se empezaba a ser conscientes por primera vez de que cualquier de los dos bloques era capaz de destruir el mundo en su conjunto, el reto estaba en lo que entonces se llamaba el desarme y en la necesidad de que cualquiera de las dos potencias en las que estábamos divididos, tenía que negociar con la otra la manera de lograr un desarme de ojivas nucleares porque el otro camino, el del rearme, nos había llevado a un callejón sin salida. En este momento nos damos cuenta de que los bloques que dominan el mundo no están tan claros. Hay que contar con China, que en aquel tiempo no contaba, ni siquiera como fuerza emergerte y en este momento se encuentra en un punto que empieza a oscurecer a cualquiera de los dos bloques tradicionales: Rusia y su ámbito de aliados y la Otan, con la hegemonía indiscutible de EEUU.



         No sé si faltan dos figuras tan destacadas como Reagan y Gorbachov ni sé siquiera si nos hacen falta porque hoy sabemos, una vez que los dos han muerto, que más que sus personas en sí, lo que contaba en su momento era la conciencia de su poder, que era la novedad que ambos representaban en su momento. Con la descomposición de la antigua URSS, Rusia que quedó como heredera, no quedó como bloque tan compacto como había representado en la guerra fría. El ascenso imparable de China hace que pocos discutan que a la vuelta de muy pocos años se va a convertir en el número uno en poder y en influencia en el mundo. Quedarían, por tanto, los dos contendientes históricos sin un papel tan definido como el que tuvieron. La Otan, a fin de cuentas, se ha mantenido como área de influencia bajo el patrocinio destacado de EEUU y lo que un día fue la URSS no ha corrido la misma suerte, de modo que Rusia no significa hoy un bloque como tal y puede que sea eso precisamente lo que esté buscando.



         Si en la época del desarme, los objetivos de eliminar toda la fuerza nuclear de ambos contendientes se hubiera consumado, seguramente no estaríamos con este miedo en el cuerpo. Los propósitos del desarme no se cumplieron y ambos bandos lo que hicieron fue dejar pasar el tiempo y mantener cada uno de ellos la capacidad nuclear intacta y hoy nos encontramos con que la fuerza nuclear a la que se había llegado, si bien no ha aumentado de manera significativa, desde luego lo que no ha hecho ha sido disminuir, de modo que nuestras reservas destructivas siguen almacenadas con todo su poder. Como todos somos conscientes de la capacidad del contrario nos dedicamos a amenazarnos y a enseñarnos los dientes para que nadie olvide con quién trata y los peligros que corre si a cualquiera de los dos les da por sacar los pies del plato y tirar por la calle de en medio. En este límite de ultimátum permanente van pasando los días con Ucrania como escenario de operaciones, conteniendo ambos la respiración porque en cualquier momento el endiablado equilibrio se puede romper por cualquiera de las partes y, en ese caso, nadie ganará y todos perderemos.



         Si no estuviéramos hablando de tanto poder destructivo por cualquiera de las partes podría parecer sencillamente un juego de niños que mantienen un conflicto vivo con el único fin de mantener el pulso al contrario con la certeza de que ninguno puede doblar el brazo al otro porque si esto se produjera serían ambos los que saltaran en pedazos. Siempre se dijo que en cualquier guerra pierden todos. Hoy, una vez conocida nuestra capacidad destructiva almacenada y, por tanto, amenazante, lo único que nos queda es valorar hasta dónde llega nuestra sed de muerte y destrucción o sentir la profundidad del empeño en el que nos hemos metido, sentarnos en cualquier mesa frente a frente y dar fin a este maldito sinsentido que nos tiene en un sin vivir permanente y sin salida a la vista.  


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