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domingo, 14 de marzo de 2021

MOSTRAR LAS CARTAS

 


         A día de hoy se acercan a los 3 200 000 los infectados en España y superan por poco los 72 000 los muertos por coronavirus constatados. Con ser alarmantes las cantidades de la pandemia, que lo son, no me parece que los números sean lo más escandaloso de esta invasión que sufrimos, después de un larguísimo año que nos tiene la vida cambiada sin comerlo ni beberlo. Lo más serio de este conflicto con la vida que estamos atravesando está, en que un día se nos coló de rondón y nos vimos, de la noche a la mañana, bailando en una fiesta que desconocíamos por completo y fuimos teniendo que aceptar una serie de cambios para los que no estábamos preparados. Pasan los días y después de un año ya nos vamos viendo cada día más enrarecidos  y, en este momento nos vemos con modificaciones  profundas, muchas de ellas incluso insólitas, que se nos han colado de rondón y amenazan en convertirse en permanentes, formando parte de nuevos hábitos que hasta el momento no conocíamos. Nosotros, los de entonces, parece cada día más claro que no vamos a ser los mismos.



         Cuando la angustia por las novedades que la pandemia iba introduciendo se hacían más agobiantes, empezamos a ver en las vacunas  el punto de luz que nos indicaba la única salida. Ese es el lugar en el que nos encontramos en este momento. No solo vemos la salida sino que en vez de uno son varios, concretamente cuatro en este momento, con la certeza añadida que, a pesar de los nuevos recursos que significan, las limitaciones de elaboración y servicio en los plazos acordados, nos mantienen en vilo sobre si los compromisos asumidos por nuestro gobierno de tener vacunados al 70% de la población para mediados de año, se van a cumplir o no. Es como si, a cada nivel de conocimiento al que vamos accediendo, se siguen y se adjuntan dificultades imprevistas que nos mantienen el alma en un hilo sobre las previsiones iniciales. No terminamos de ver claro si vamos o si venimos.



         Quizá el elemento nuevo que ha surgido en la palestra es que todos han puesto las cartas sobre la mesa y han dejado al descubierto sus verdaderas intenciones. El panorama nacional se ha llenado de mociones de censura y de anuncios electorales en según qué comunidades. O sea que la solución sanitaria como primera opción ha quedado relegada y hoy está claro que antes que la salud hay que resolver y clarificar las opciones sobre el poder que unos y otros albergan en sus propuestas o en sus intenciones, de modo que los niveles de riesgo que se asumen hoy no están relacionados con moralidades de un signo o de otro sino que todos los signos juegan en favor de los objetivos que se plantean y todos han de verse satisfechos antes que poner el de la salud como primero. Sabíamos que la valoración era así desde el principio, pero quedaba cubierto de neblina explicativa de unos y de otros. Ahora queda claro que las ambiciones particulares están antes que el objetivo sanitario, que en el discurso siempre sonó como primero, y hoy nadie es capaz de concretar qué puesto ocupa.



         Cuando cada participante muestra sus cartas, todos conocen el ámbito y la dimensión real que tiene el juego desde ese momento en adelante. Tiene de positivo que nadie engaña a nadie, que todo el mundo sabe dimensión del juego que se establece y que nadie engaña a nadie. Hasta este momento, unos y otros se amparaban en argumentos de una u otra índole, para esconder sus verdaderas intenciones. Hoy, con todas las cartas a la vista, ya sabemos que de lo que se trata es de ganar poder a cualquier precio, que nadie va a ceder un palmo de terreno mientras tenga una sola posibilidad, que es lo que verdaderamente lo hace moverse en un sentido o en otro. A partir de este momento la guerra no tiene cuartel y durará hasta que el panel del poder quede distribuido a satisfacción de todos y todos depongan sus intereses como ambiciones hegemónicas. Lo demás deja de ser historia.



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