Hay
demasiados adjetivos y sustantivos extremos dentro del mensaje que se usa para
la pandemia. Seguramente con muchas menos palabras nos podríamos transmitir los
mensajes suficientes para entendernos definiendo los contenidos que se
encierran en esta guerra de palabras en la que estamos inmersos. Sucede que la
intención de aparecer como los mejores ante los ciudadanos es lo mismo de
fuerte para todos pero las terminologías muy limitadas por lo que, mucho antes
de lo que todos quisiéramos, nos encontramos enfangados en términos indeseados,
pero impotentes para encontrar zonas descriptivas que nos permitan dar una
visión amplia y diversa del problema que nos incluye y del que no logramos
salir. Estamos demasiado enmarañados para describir y valorar los vericuetos
por los que entramos y salimos para describir las sensaciones que nos invaden y
terminamos siendo prisioneros de nuestra pobreza mental. Repetimos demasiado
nuestra pobreza por medio de unos términos que nos tienen prisioneros y no
encontramos una puerta de salida satisfactoria, que sea tan amplia como
nuestros deseos de discordia.
Nos
encontramos en este momento en la zona media de la pandemia y con todo el
arsenal de palabras extremas, si no agotadas, casi. Habíamos entrado en una
zona tremendista, posiblemente con la idea de que este asunto durara mucho
menos y ahora es el momento de que la boca se nos ha llenado de exageraciones y
de excesos y los días nos reclaman nuevos términos para los que no estamos
preparados. Nos encontramos rodeados de excesos, prisioneros de nuestras
exageraciones y los días se suceden, uno tras otro, y los términos se nos
atrancan en el paladar llevándonos a una zona de exageraciones que no
conocíamos. Creo que en este momento todos sabemos el valor de la moderación y
seguramente deseamos alcanzarlo para sentirnos
con más campo de discusión, estoy seguro de que nos sentimos sin las
palabras adecuadas a nuestro alcance.
Quizá tenemos la boca demasiado
esdrújula a estas alturas y acobardados por tantos excesos.
Nos
hemos perdido por los extremos y nuestro lenguaje necesita un prado más amplio
de palabras moderadas que nos permita discrepar cada día sin tirar los trastos
de manera estentórea. Los excesos repetidos pierden el valor demasiado pronto y
nos encontramos vacíos de terminologías descriptivas a base de términos
finalistas, que se nos han agotado en un momento en el que el campo de batalla
tiene aun demasiado recorrido pendiente, antes de alcanzar sus límites. Si yo
fuera asesor de discursos de cualquiera de los contendientes en liza, me las
vería y me las desearía para encontrar un nuevo término que nos aumentara
la cantidad de términos excesivos y
añoraría esa amplia zona de la moderación casi vacía de uso. No sé si será
posible ni cómo alcanzarla, pero esa es la zona que debemos tomar porque es la
que nos permite un amplio espacio de discusión que creo que nos hace falta en
este momento.
Uno de los contendientes, el señor Gabilondo, se ha permitido, incluso, bromear con su sosería habitual y esgrimirla como bandera para pergueñar una serie de frases a modo de eslóganes para mostrar su paseo por el centro político, que es su ambición, y se ha encontrado con un arsenal de terminologías que mostrarnos, que nos describan su espacio de centro, que es donde él quiere moverse y con el que cuenta para sí, con toda la terminología al uso porque el resto de los contendientes sólo disponen de los restos de términos más o menos exaltados que están a punto de agotarse y que lo van a hacer de un día a otro porque se han gastado ya de tanto usarlos. Los contenidos correspondientes al centro son los que están disponibles casi por completo. Mientras que las esquinas del arco lingüístico está repleto de figuras extremas que se nos muestran con demasiada frecuencia y cada vez más vacías de contenido.
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