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domingo, 27 de septiembre de 2020

DISCREPANCIA


         Hace menos de una semana hemos vivido un encuentro político esperanzador. El presidente del gobierno español se ha entrevistado con la presidenta de la Comunidad de Madrid, que es la que arroja cotas más altas de contaminación del COVIT 19 de España y de Europa, semana tras semana. Una entrevista planteada como si se tratara de dos adversarios a juzgar por la parafernalia que rodeaba el evento. Pero todo se daba por bien empleado si lo que se conseguía era que se sentaran,  que hablaran y que llegaran a acuerdos sobre cómo bajar las cifras de contaminación. Valoramos positivamente la reunión ya por el hecho de que se produjera y, ciertamente, se produjo. Pero el gozo no ha durado mucho. Se decidió crear una comisión mixta que se encargara inmediatamente de elaborar unas actuaciones urgentes porque la curva de infección no remitía y era urgente atacarla. Pues estamos a seis días de aquello y las hostilidades entre los dos gobiernos han vuelto por sus fueros y nos encontramos con los mismos problemas que entonces pero con una semana más de tiempo perdido porque las infecciones siguen subiendo y las posibilidades de acuerdo por los suelos.



         Una vez constatada la imposibilidad de acuerdo sobre  el camino a seguir para frenar la segunda ola infecciosa en la Comunidad de Madrid, no queda más aceptar la realidad y seguir adelante, cada uno de los dos poderes desde la posición que estime oportuno. El gobierno regional acusa al de la nación de desleal porque en vez de ponerse de acuerdo dentro de la comisión creada al efecto se dedica a publicar en la prensa sus posiciones y el de la nación manifiesta que las medidas establecidas por la comunidad son poco menos que paños calientes porque la curva estadística de infecciones no para de subir. La comunidad científica, que hasta el momento se había establecido como referencia última a la que los políticos se iban a ceñir, viene opinando que las medidas a tomar deben ser más contundentes si lo que se quiere es bajar a curva de infectados.



         Al final, tanto gobierno como oposición siguen enzarzados en tirarse los trastos a la cabeza, tanto uno como otra discrepan sobre las medidas que cada momento requiere para disminuir la intensidad de la pandemia y tenemos una permanente pelea de gallos sobre la mesa mientras el resto de España mira de un lado a otro como si se tratara de un partido de tenis en el que la bola ha dejado hace tiempo de ser la posible verdad y se limita a ir y a volver por encima de la red de un campo a otro con el impulso de los argumentos que cada uno usa como raqueta impulsora y sin muchos deseos, por lo que vemos, de llegar a un acuerdo, completamente imprescindible por otra parte. Lo último que hemos sabido es que el próximo martes, en el Consejo de Ministros que debe celebrarse, como es habitual, el gobierno de la nación adoptará las medidas que considere pertinentes y las impondrá en la Comunidad de Madrid sin acuerdo alguno. Es una potestad que le queda y parece que está dispuesto a ejercerla, visto lo visto.



         A todo esto, la credibilidad de los políticos en la calle se deteriora hasta niveles que rallan el ridículo. Como algunos ya andamos curados de espanto de casi todo, nos da por pensar a quién beneficia esta situación de deterioro general, debidamente jaleada por la prensa que dice ser independiente pero que no deja ni un solo día de arrimar el ascua a la sardina que considera oportuna de las dos en pugna. Hay que armarse de paciencia y saber cuál es el trasfondo que  cada uno de los contendientes debe tener para comportarse como se comporta, ofreciendo un resultado que abochorna  porque parece que la solución de la pandemia no les interesa a ninguno de los dos. O eso es lo que alguien quiere que creamos. Yo quisiera estar hablando de educación, que era el primer o0bjetivo de este blog. O del modo de salir cuanto antes de esta pandemia que nos está modificando la vida hasta niveles importantes, pero la realidad es que lo que tenemos no es más que una discrepancia política permanente que solo busca enredar y crispar los ánimos porque parece que eso es lo que les beneficia.   

 

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