A lo
largo de tres inmensas semanas sin poder salir de casa, porque esa parece ser
la mejor vacuna contra el COVIT 19,
hemos escuchado enciclopedias de datos y de opiniones de modo que nos hemos
convertido en monográficos del virus. Tenemos virus hasta en la sopa, y nunca
mejor dicho. Es más, tenemos hasta guerra de cifras. Ahora resulta que las
cifras que China ha ofrecido no tienen nada que ver con su realidad que, según
occidente, ha sido muy superior. En la misma Europa no es el mismo recuento de
víctima si estamos en Francia que no contabiliza los ancianos de las
residencias que si estamos en España que sí. Parece que la realidad no cuenta
porque lo que llega a la gente no son respiradores ni UCIs ni neumonías sino
discursos que salen de unas fuentes interesadas que, tanto si quieren como si
no, son sesgadas aunque no sea más que porque junto a la información oficial aparecen
todo tipo de noticias falsas a las que el virus y sus consecuencias sirven como
palanca aceptable para la lucha política de desgaste al gobierno. Y con eso y
un bizcocho nos estamos volviendo cada día un poco más locos o un poco más
desinformados, que viene a ser lo mismo.
Ya
parece constatado que por lo menos nos queda tanto encierro como el que hemos
tenido porque la curva estadística del virus nos dice que ya hemos alcanzado el
pico y ahora estamos bajando lentamente pero no se van a dar las garantías de
que no pueda haber repunte hasta que prácticamente hayan desaparecido los
nuevos casos. En ese momento empezaríamos a volver a la normalidad por partes.
Una normalidad que empezamos a saber que no va a ser aquella que dejamos cuando
comenzó el encierro sino otra muy distinta. Habrá cosas que ya nunca volverán a
ser las mismas y otras que no cambiarán ni por una pandemia ni por nada. Que
habrá pobres y que habrá ricos no hay mucha duda y que ambos se parecerán como
dos gotas de agua a los que ya estaban casi desde el principio de los tiempos.
Mientras
tanto, aquí van unas cuantas perlas para que no se diga. Un partido político de
España ha demandado al presidente del gobierno ante los jueces como responsable
de todas las muertes por el virus, que ya superan las 11000. Que este virus no
es más que la III guerra mundial y que se da por terminada con la victoria de
China y Rusia sobre EEUU y Europa. Que el virus no es un ser vivo sino que ha
surgido de los laboratorios chinos y es capaz de vivir en el momento en que se
adhiere a un lóbulo pulmonar. Quizá convenga que pare, no tanto porque no pueda
ser cierto cualquier cosa de las miles que se andan diciendo, sino porque la
verdad no la vamos a saber en este momento en el que, dramáticamente, nos
estamos manteniendo más de propaganda y no porque nadie lo pretenda de manera
expresa, que puede haber alguien que lo pretenda, sino porque no lo vamos a saber con el fragor
de la refriega que en este momento atravesamos. Tampoco estoy seguro que lo
logremos con el tiempo.
Empezamos
diciendo que la normalidad que nos espera puede que sea distinta a la
normalidad que conocíamos hasta ahora. Para mí el valor de la propaganda
adquiere una dimensión mayor de la que tenía. Ya sabía que las guerras siempre
las cuentan los vencedores y, por tanto, su versión es de parte interesada. Los
datos van a tener más o menos valor dependiendo de la fiabilidad que nos
ofrezca la fuente de la que salen. Hay que darse cuenta de la fuerza que puede
llegar a tener un virus incipiente que nos ha puesto a todos patas arriba en
pocos meses. Ahora no tiene mucho sentido que yo diga, por ejemplo, que jamás
he asistido a un partido de futbol porque me ha dado pánico la inmensidad de
personas juntas al mismo tiempo y que, pese a ser una persona que me encanta
vivir en comunidad, abomino de las multitudes. Si me quieres encontrar nunca me
busque donde haya mucha gente. Necesitamos espacio para valorarnos como
personas. Presiento que este no va a ser el último escrito sobre el virus.
Tardará en formar parte de nuestras vidas como una pieza más y no como una
amenaza.
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