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domingo, 12 de abril de 2020

LLANO



         Cómo sustraerse a la pandemia mental que significa la aparición de este COVIT 19. No hay cadena de noticias que no abra y cierre con este asunto. En el mundo ya hemos rebasado los 2 millones de casos infectados. En este momento EEUU alcanza  por sí solo los 500000 y el señor Trump ha pasado de reírse del bicho hace apenas un mes a promover cada día un poco más de prioridad para este asunto, bien entendido que son los estados los que dentro de cada territorio deben tomar las medidas pertinentes y las que han tomado hasta el momento no parecen suficientemente potentes  para retener el crecimiento. Ya sabemos, eso sí, que la mayoría de los infectados son los afroamericanos y los latinos lo que no debe extrañarnos demasiado porque este virus, como el resto de las desgracias,  sí entiende de pobreza y tal vez sea este capítulo el que menos estamos considerando como en todas las demás pandemias que en el mundo han sido. El tío San ha tomado la cabeza de esta plaga y veremos las dimensiones que adquiere, porque hasta hoy no para de subir. La pobreza está suficientemente extendida como para que sea un motivo de preocupación desconocer hasta qué punto va a afectar a la mitad del mundo pobre.

         En lo que toca a España hemos llegado en la fase ascendente a crecimientos del 30% entre un día y otro. Hoy nos damos con un canto en los dientes cuando las estadísticas nos señalan un crecimiento del 3% sostenido en esta última semana. Con este descenso tan notorio y con la cuarta semana de confinamiento de la población se ha terminado la guasa de la novedad y empezamos a vivir la angustia de no poder salir a la calle y de empezar a interiorizar que nuestra vida ha cambiado como de la noche al día. Quédate en casa ha pasado a ser la consigna estrella porque nos damos cuenta día a día de la enorme dificultad que supone su cumplimiento. El permiso de sacar a las mascotas es poco menos que en un circo si el asunto no fuera tan grave. Hay mascotas que salen de la mano de varios dueños cada día y  lo que antes era que les diera el aire y cumplieran sus necesidades fisiológicas, ahora se convierte poco menos que en maratones a los que el ingenio de los vecinos cómplices los someten. El cerco se ha estrechado contra esos abusos.

         Sobre los niños reconozco que la misma angustia por la dimensión del problema me ha hecho que no entrar todavía a fondo. Sí que empezamos a ver en las noticias como algo pintoresco a pequeños que tiran de sus familias en dirección a la puerta de la calle porque no pueden entender cómo es posible que nadie se acuerde que ellos necesitan el aire, el sol, los columpios…, las calles en definitiva, que empiezan a echarlas de menos desesperadamente. Sé que aparecen en las noticias como detalle pintoresco  pero no es un detalle sino un elemento trocal que va a tener consecuencias importantes en sus vidas. No tengo la más mínima animadversión por las mascotas. Tampoco dispongo del saber suficiente como para ofrecer una propuesta que nos saque de esta situación de hoy para mañana. Pero no puedo dejar de lamentar que miles de pequeños sigan en sus casas encerrados días y días, que ya va para un mes en España,  mientras miles y miles de mascotas disfrutan de un poco de aire y de ejercicio con el acompañamiento de sus seres queridos. Si pienso en los discapacitados intelectuales, por ejemplo, sabe dios lo que estará pasando por sus cabezas con el confinamiento.

         Insisto en que no tengo una propuesta de solución para este complejo y vidrioso asunto que se no ha metido por las puertas y nos está agobiando cada día un poco más y veremos lo que dura. Tampoco quisiera estar en el pellejo de las personas que deben tomar las decisiones que después nos afectan a todos. Sólo escribo estas reflexiones como forma de rumiar esta frustración continuada que parece que no tiene fin y también, por qué no, por si algo de lo que cuento tuviera utilidad para quien pueda leerme, que mayores cosas se han visto. Sólo con esa intención de reflexionar por reflexionar y sabiendo que lo que diga no pasa de ser una opinión individual, aislar a los más pequeños y reclamar para ellos, al menos el mismo derecho que el que se concede a las mascotas, creo que no es mucho pedir. Si hay que pensar en el complemento de los collares para que no se escapen, entonces me callo porque no me gustaría agravar el gasto familiar hasta ese punto. Bastante hay ya con lo que hay. 



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