Cómo
sustraerse a la pandemia mental que significa la aparición de este COVIT 19. No hay cadena de noticias que
no abra y cierre con este asunto. En el mundo ya hemos rebasado los 2 millones
de casos infectados. En este momento EEUU alcanza por sí solo los 500000 y el señor Trump ha
pasado de reírse del bicho hace apenas un mes a promover cada día un poco más
de prioridad para este asunto, bien entendido que son los estados los que
dentro de cada territorio deben tomar las medidas pertinentes y las que han
tomado hasta el momento no parecen suficientemente potentes para retener el crecimiento. Ya sabemos, eso
sí, que la mayoría de los infectados son los afroamericanos y los latinos lo
que no debe extrañarnos demasiado porque este virus, como el resto de las
desgracias, sí entiende de pobreza y tal
vez sea este capítulo el que menos estamos considerando como en todas las demás
pandemias que en el mundo han sido. El tío San ha tomado la cabeza de esta
plaga y veremos las dimensiones que adquiere, porque hasta hoy no para de
subir. La pobreza está suficientemente extendida como para que sea un motivo de
preocupación desconocer hasta qué punto va a afectar a la mitad del mundo
pobre.
En lo
que toca a España hemos llegado en la fase ascendente a crecimientos del 30%
entre un día y otro. Hoy nos damos con un canto en los dientes cuando las
estadísticas nos señalan un crecimiento del 3% sostenido en esta última semana.
Con este descenso tan notorio y con la cuarta semana de confinamiento de la
población se ha terminado la guasa de la novedad y empezamos a vivir la
angustia de no poder salir a la calle y de empezar a interiorizar que nuestra
vida ha cambiado como de la noche al día. Quédate
en casa ha pasado a ser la consigna estrella porque nos damos cuenta día a
día de la enorme dificultad que supone su cumplimiento. El permiso de sacar a
las mascotas es poco menos que en un circo si el asunto no fuera tan grave. Hay
mascotas que salen de la mano de varios dueños cada día y lo que antes era que les diera el aire y
cumplieran sus necesidades fisiológicas, ahora se convierte poco menos que en
maratones a los que el ingenio de los vecinos cómplices los someten. El cerco
se ha estrechado contra esos abusos.
Sobre
los niños reconozco que la misma angustia por la dimensión del problema me ha
hecho que no entrar todavía a fondo. Sí que empezamos a ver en las noticias
como algo pintoresco a pequeños que tiran de sus familias en dirección a la
puerta de la calle porque no pueden entender cómo es posible que nadie se
acuerde que ellos necesitan el aire, el sol, los columpios…, las calles en
definitiva, que empiezan a echarlas de menos desesperadamente. Sé que aparecen
en las noticias como detalle pintoresco pero no es un detalle sino un elemento trocal
que va a tener consecuencias importantes en sus vidas. No tengo la más mínima
animadversión por las mascotas. Tampoco dispongo del saber suficiente como para
ofrecer una propuesta que nos saque de esta situación de hoy para mañana. Pero
no puedo dejar de lamentar que miles de pequeños sigan en sus casas encerrados
días y días, que ya va para un mes en España, mientras miles y miles de mascotas disfrutan
de un poco de aire y de ejercicio con el acompañamiento de sus seres queridos.
Si pienso en los discapacitados intelectuales, por ejemplo, sabe dios lo que
estará pasando por sus cabezas con el confinamiento.
Insisto
en que no tengo una propuesta de solución para este complejo y vidrioso asunto
que se no ha metido por las puertas y nos está agobiando cada día un poco más y
veremos lo que dura. Tampoco quisiera estar en el pellejo de las personas que
deben tomar las decisiones que después nos afectan a todos. Sólo escribo estas
reflexiones como forma de rumiar esta frustración continuada que parece que no
tiene fin y también, por qué no, por si algo de lo que cuento tuviera utilidad
para quien pueda leerme, que mayores cosas se han visto. Sólo con esa intención
de reflexionar por reflexionar y sabiendo que lo que diga no pasa de ser una
opinión individual, aislar a los más pequeños y reclamar para ellos, al menos
el mismo derecho que el que se concede a las mascotas, creo que no es mucho
pedir. Si hay que pensar en el complemento de los collares para que no se
escapen, entonces me callo porque no me gustaría agravar el gasto familiar
hasta ese punto. Bastante hay ya con lo que hay.
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