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domingo, 19 de mayo de 2019

AIRE



         Los cuatro elementos básicos de la vida: agua, aire, tierra y fuego no deben faltar en ningún momento en el proceso educativo porque significan ni más ni menos que las cuatro columnas sobre las que se asientan nuestros conocimientos. Si pensamos en la estructura escolar podemos ver cómo estos elementos se encuentran lejos de la estructura en la que se desenvuelven los pequeños lo que produce un tipo de vida sin referencias sólidas por falta de apoyos básicos en los que cimentar los aprendizajes. El único punto de referencia en el que se asientan y la principal  función de los menores  es la de seguir la palabra del maestro. En honor a la verdad una estructura semejante garantiza mínimos de bienestar y de estabilidad que socialmente se asumen como suficientes. Y en algunos sentidos lo son, no cabe duda. Otra cosa es cuando nos paramos a pensar el altísimo precio que hay que pagar por esos mínimos de estabilidad con que nos damos por satisfechos.

         La estructura escolar mayoritaria aparece como desideologizada y solo interesada en conseguir niveles mínimos de integración y de capacidad que homologuen los conocimientos en la mayoría de los pequeños y esos niveles se consiguen siguiendo las indicaciones de los maestros, pero a costa de que las iniciativas individuales de los pequeños queden en casi todos los casos anuladas, ignoradas o menospreciadas porque se convierten en focos de inestabilidad metodológica en los que el estaff directivo no puede ejercer un dominio tan absoluto como el que precisa una educación dirigida. Hablar, por ejemplo, de talleres de cocina con pequeños equipos de pequeños que manipulen e intervengan en los alimentos de los que se abastecen a diario. Ser capaces de fabricar sus panes en esos talleres activos, cocerlos en hornos que la escuela ponga a disposición, hacer salidas en grupo para adquirir los elementos básicos que nos van a servir para elaborar nuestros platos elementales. Usar la vida a nuestro servicio e intervenir en ella en calidad de protagonistas se ve sospechoso cuando no directamente hostil al orden asentado.

         Recuerdo nuestras primeras experiencias de asambleas y de planificaciones al aire libre. Diré en honor a la verdad que fueron facilitadas por la escasez de espacio interior y por los altos niveles de agresividad que vivíamos con frecuencia. Lo primero que constatamos con el aire libre fue como la agresividad bajaba de manera significativa. Lo segundo era la diversidad de intereses que manifestaban los miembros del grupo en función  de los distintos focos de atención que el espacio libre nos ofrecía en los que cada individuo podía fijar su atención. Es verdad que no siempre la climatología nos permitía disponer del patio como espacio de elaboración pero el sólo hecho de disponer del aire, de las hojas de los árboles, del canto de los pájaros, del sol o de la sombra como paredes naturales, hacía que nuestra atención pudiera diversificarse y centrarse no sólo en la palabra del maestro sino en los variados focos de atención que nos ofrecía nuestro espacio común.

         Ha llovido mucho desde aquellas sorpresas iniciales. La educación ha conseguido alturas técnicas que en aquellos tiempos, los primeros ochenta, nos parecían impensables, pero en ningún caso ha dejado de ser ideológica y hoy sigo completamente convencido de que una escuela del orden es una ideología concreta impuesta a los pequeños, exactamente lo mismo que una escuela diversa. No quiero tampoco concretar demasiado sobre la diversidad porque comprendo que hay muchas formas y todas pueden ser válidas pero sí quiero insistir en la necesidad de encontrar un sistema de educación y de trabajo que ofrezca distintas maneras de alcanzar objetivos. El mismo hecho de plantearse determinados objetivos a conseguir significa ya una opción que lleva implícito una dirección unipersonal o una forma abierta de llegar a las metas que no tenga por qué estar prefijada de antemano sino que se vaya consiguiendo en la medida en que diversos intereses se mezclen en el proceso. La escuela tiene que ser lo más de todos que sea posible.


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