Uno se
mira en el espejo y, como es natural, se ve cada día un poco más viejo. Pero tú
sabes que la vida está contigo porque el asunto de que tratas, antes como
trabajo de cada día y ahora como recuerdo y reflexión, es el de los primeros
años de las personas que son como una fuente sin fin a través de la cual brota
la vida. Me siento como el receptor privilegiado porque mis ojos están siempre
pegados al principio de la vida, a las primeras evoluciones en las que se
manifiesta la capacidad sin fin de aprender que tenemos las personas, la enorme
variedad de caminos de que dispone la naturaleza para evolucionar y
perfeccionarse y el placer infinito de estar viendo cómo, al alcance de tus
manos, se va produciendo la vida en toda su diversidad. Cuando te dan un abrazo
por la calle y te hacen referencia a aquellos años de privilegio que
compartisteis te das cuenta de que ese oficio que tantas veces te pareció un
sueño no fue tal y esa persona que te lo recuerda con fervor hace que lo
compartido siga siendo una realidad palpitante y perfectamente actual, pase el
tiempo que pase.
Si
tuviera que definir mi trabajo con palabras creo que la primera sería capacidad
porque los primeros años de vida se valoran como débiles e indefensos, pero los
que hemos estado tan cerca de ellos sabemos que nada más lejos de la realidad.
Los pequeños llegan a la vida con montañas de posibilidades encerradas en su
cerebro que pugnan todo el tiempo por salir a la luz y desarrollarse en
cantidad a priori ilimitada. Los últimos estudios afirman que la capacidad
cerebral que conocemos no supera en ningún caso el quince por ciento. O sea que
la educación se encuentra poco menos que en pañales, no sólo porque aquí
estemos hablando de los primeros años, sino porque la capacidad de que disponen
esos seres que acaban de llegar al mundo está en pañales también. El campo de
trabajo se nos presenta enorme y estamos apenas en los primeros compases.
No
podemos ofrecer a los pequeños el campo educativo completamente abierto porque
en seguida averiguamos que a pesar de que sus capacidades son monumentales y la
mayoría de ellas completamente desconocidas todos nos desenvolvemos en un mundo
material con unas coordenadas de espacio y tiempo en las que nos tenemos que
nos marcan un camino. Quizá es la parte de nuestro trabajo que está más clara
porque si los pequeños se llenan de angustia porque les falten las atenciones
de limpieza, descanso, alimentación mínimas se bloquean y sus fuentes dejan de
manar, no porque se hayan secado, las capacidades siempre estarán en su
interior esperando un cauce que les haga salir a la realidad, pero pueden tener
durante no se sabe cuánto tiempo las salidas bloqueadas y parecer que dentro no
hay nada cuando la verdad es que estamos taponando las vías de salida. El agua
debe disponer de un cauce adecuado y entonces fluye con armonía. Si no hay
cauce ella encontrará alguna forma de sacar a la luz su potencial.
No he captado bien el mensaje concreto a que conduce el texto
ResponderEliminarpero básicamente colijo el papel de responsabilidad frente a quienes se nos confía que nos corresponde a las personas, educadores todos en el sentido amplio del término
Lo que pretendia era sentar el papel fundamental de los educadores, aunque subsidiario, pero, sobre todo, hacer hincapié en el tronco de los propios pequeños, verdaderos protagonistas de su vida y su derecho a ser respetados y protegidos como tales. Un beso
EliminarHe sacado mis intuiciones pero leeré nuevamente tu entrada.
ResponderEliminarSaludos.