El año
pasado el 8 de Marzo, y para sorpresa de todo el mundo, España entera se llenó
de mujeres. No fue sorpresa que hubiera manifestaciones sino que calles y
plazas de todas las ciudades importantes se llenaran de jolgorio reivindicativo
y nos llenaran a todos el corazón de fuerza y de necesidad de cambio. Con esa
inyección hemos vivido todo el año, conscientes de que aquel día fuimos el faro
del mundo entero por la extensión y por la intensidad de nuestra presencia. Es
posible que muchos pensaran que aquello podía ser flor de un día porque a todos
nos resultó insólito. Pero acaba de pasar un nuevo 8 de marzo y nos hemos dado
cuenta de que se ha repetido lo del año pasado y considero que hasta se ha
sobrepasado. Sé que hay intención de minusvalorar por parte de algunos tanto lo
del año pasado como lo de éste pero el bofetón reivindicativo ha sido de tal
calibre que aquí me los tienes por las esquinas buscando defectos para
justificar su ausencia del festín de fuerza y de alegría mayoritario.
Estamos
abriendo una serie de puertas culturales que ahora mismo nos resulta difícil
calibrar su envergadura y su profundidad. Los voceros del país van de aquí para
allá intentando explicar como mejor saben lo que hemos visto y oído. Parece
como que la angustia vital no nos permite sencillamente contemplar el poder de
lo que empieza a pasarnos ya estos dos últimos ochos de marzo, y disfrutar con
toda humildad conciencia lo que se nos ha venido encima que es insólito y que a
todos nos ha pillado por sorpresa y pensar despacio cuántos y cuáles deben ser
los pasos que a partir de este bofetón de humanidad que hemos recibido, ver
como seguimos adelante. Los datos nos dicen que más de seis millones de
personas han dicho en las calles que son sensibles a este grito de igualdad que
nos ha ensordecido a todos. Eso es lo que importa y se trata de un camino que
no es fin de nada sino seguramente principio de un mundo nuevo.
La
civilización, como la vida, no evoluciona de manera lineal. Muchos venimos
diciendo toda nuestra vida profesional que la situación de discriminación de
las niñas en la sociedad era insoportable y que no se fundaba en ninguna base
ni natural ni sólida. Que estaba muy bien que los niños y las niñas fueran
distintos pero que resultaba escandaloso que unos fueran sistemáticamente más
importantes que otros en la estructura social por más siglos, en realidad todos
los conocidos, que vinieran avalando esa desigualdad, que llegaría un día que
esa situación tendría que cambiar y que deberíamos estar preparados para que
ese día no nos sorprendiera como algo insólito. Pues ese día ha empezado a
llegar y, por lo que se ve, piensa quedarse por lo que tendremos todos que
asumir este salto como un hecho y aprender a vivir bajo estos nuevos parámetros
que habrá que ir definiendo en la medida que sepamos y podamos.
Ya
podremos ir poniendo en remojo nuestros arquetipos relacionados con el género
y, siendo consecuentes con este mar que nos ha inundado en las calles una vez
más, aprender a nadar en esta marea de igualdad porque en realidad es mucho más
un deseo que una realidad. Es cierto que muchas cosas están cambiando y hay
situaciones que hace unos años nos hubieran parecido insólitas y hoy empezamos
a darnos cuenta de que una nueva normalidad nos está cubriendo, estoy seguro
que para bien de todos. Pero también es verdad que estas cosas que nos quedan
por definir y por asumir son de profunda importancia y nos van a costar
sudores, sencillamente porque significan poner patas arriba todas unas formas
de relación en las que nos hemos venido desenvolviendo y empezamos a darnos
cuenta de que eran profundamente
desiguales e injustas. Pero no hay que dramatizar. Se trata de afrontar estos
retos nuevos del mismo modo que se afronta que un árbol crezca un poco más cada
año. La vida puede con todo y ni nosotros mismos somos capaces de saber hasta
dónde somos capaces de llegar.
Es tan *de pe a pa* el seguimiento
ResponderEliminarqué del 8M relatas, que con esta preciosa frase resumo para felicitarte
aquí me los tienes por las esquinas buscando defectos para justificar su ausencia del festín de fuerza y de alegría mayoritario.
Óle y óleo, Antonio
Fuerte abrazo