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domingo, 4 de febrero de 2018

NIEVE


      


         Más de la mitad de España se encuentra en el día de hoy bajo un importante manto de nieve. Miles de pequeños han tenido que quedarse en sus casas por León o Burgos porque hay carreteras que no están practicables para los autobuses escolares y porque hace un frío que pela. Por mi Granada, que es tan particular, tenemos nuestra Sierra Nevada de bote en bote a 30 kilómetros de la capital. Cuando no hay nubes la vemos espléndida como un manto blanco inmenso que la cubre por completo, pero no podemos engañarnos. La sequía sigue, a pesar de tanta nieve,  muy presente y nuestros almacenes de agua dulce, los pantanos, se encuentran unos veinte puntos por debajo de lo normal si bien la situación está mejorando claramente. Esta nieve a fin de cuentas es un importante almacén que terminará surtiendo los ríos cuando deshiele después de empapar la tierra. De todo esto, hasta hoy Granada capital no ha recogido más que frío, seis grados bajo cero esta noche, y apenas unas gotas cicateras.

         Es esta una tierra de grandes contrastes y los que la vivimos terminamos siendo personas que se adaptan a esos contrastes y que terminan siendo como ella. En los pequeños también se nota. Las escuelas siguen abiertas y los interiores están adaptados para garantizar una manera de sobrevivir a las temperaturas exteriores pero es evidente que hay que entrar y salir, incluso pasear en los momentos en que no se está en la escuela y terminar adaptándose a los vaivenes del tiempo. Para sobrevivir en las mejores condiciones lo mejor es no hacer mucho caso a tanta subida y tanta bajada de temperaturas. Durante el día, si hay sol,  podemos ver sin mucha dificultad los 20 grados en el termómetro por lo que los fríos de la mañana terminan siendo apenas una coyuntura en el conjunto del día,  que ha de combinarse con la templanza de las horas centrales.

         La bajísimas temperaturas pedirían grandes abrigos para los pequeños, con el consiguiente problemas de que sus capacidades de movimiento se verían muy mermadas. Ciertamente hay que abrigarse para evitar enfriamientos perjudiciales, pero sabiendo que las capacidades de movimientos son una fuente de calor y vitalidad mucho más saludable que cualquier medicina y un freno natural para las infecciones que la inacción produce. Las familias tienden a que la cantidad de abrigo no falte cuando hay que moderar los cuidados también para fortalecer los cuerpos. De estudiante recuerdo en mis lecturas de Makarenko, que en Rusia se procuraba que las familias sacaran a los pequeños al menos media hora al aire libre a sus implacables temperaturas invernales sencillamente para que se acostumbraran al clima de su madre patria. En nuestro caso tenemos que acostumbrarnos a los contrastes porque en ellos hemos nacido y a lo largo de nuestra vida vamos a convivir con ellos de manera habitual.

         Mi hija Elvira que como sabéis vive en la playa con su madre y que este fin de semana lo pasa conmigo porque le toca, se acaba de levantar y me protesta porque todavía no ha visto nevar en Granada aunque sí ha sufrido los seis bajo cero de esta noche. El curso próximo tendrá que vivir aquí porque empieza sus estudios universitarios y se queja todo el tiempo de que quiere ver nevar. Ya le digo que no se queje tanto porque yo también he conocido nevadas y tormentas catastróficas que hubiera preferido no haber visto en la vida, con cuevas derrumbadas, con cantidades importantes de muertos y con ruinas y destrozos desgarradores. Durante mi infancia era motivo de cachondeo en mi casa que cada vez que se escuchaba un trueno, un fuerte aguacero o una hermosa nevada ya sabíamos que a mi madre había que encontrarla en el cuarto de baño porque se le descomponía el cuerpo. Hasta el color de la cara le cambiaba.
                               

5 comentarios:

  1. Manuel Ángel Puentes4 de febrero de 2018, 9:41

    Ver nevar siempre aporta felicidad en mi entorno, aunque sé de personas como tu madre que sólo ven en ello la desgracia. Mi experiencia de nieve ha sido siempre cómoda y no he sufrido las incomodidades que evidentemente acarrea a quienes tienen que hacer su trabajo con ella.
    Una nevada con los niños es automáticamente gritos, risas y caras de admiración. Todavía en la nevada de principio de enero pude ver esa euforia en mi yerno, que veía nevar por primera vez.

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    1. Estoy seguro que las valoraaciones se hacen en función de las vidas que se viven. El caso de mi madre lo conozco muy bien porque su peripecia vital estaba presente en todos nosotros. Cada uno arrastra el peso de su historia y se comporta en función de ella. Inevitablemente somos lo que hemos vivido y nos comportamos en función de nuestras experiencias. Los niños se exaltan ante lo nuevo y una nevada, al menos por aquí, es nueva siempre. Mi alegro por tu yerno. Un abrazo

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  2. Siempre dando en el clavo, Antonio: nieve, truene o escampe!!!!

    Abrazo

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    1. Siempre intentándolo, Pilar. Es cierto. Unas veces dará uno más y otras menos. Siempre son un gusto tus palabras. Un beso

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