Esta
mañana me he despertado sobre las siete, completamente de noche, después de
unas horas ininterrumpidas de sueño reparador, libre por fin de la incómoda tos
de días atrás. Llovía generosamente. Me preparaba para asistir a mi primera
cita matinal a las nueve y media. En pleno desayuno me he dado cuenta de que no
era lunes como había pensado. Un domingo de regalo. No es la primera vez. Los
calendarios tienen menos sentido en la jubilación y se mezclan con facilidad
churras con merinas. La lluvia me ha dado pie para pensar en los pequeños en un
día de lluvia y la reflexión que abarque el ayer y el hoy. Empiezo a escribir y
ya no llueve pero mi pensamiento está prendido en ese contenido y voy a seguir por
ahí.
Recuerdo
con fuerza la reclamación para los pequeños un espacio propio, un poco de intimidad. Un pequeño era poco menos q ue un juguete y su vida estaba
ligada a la imitación y poco más. Con el
paso de los años se impuso hasta donde fue posible la habitación del niño o de
los niños y también el fiasco consiguiente de que los pequeños dejaban con
gusto su habitación para jugar allí donde se estaba repartiendo el bacalao de
la casa, o sea, en el salón, que es donde solían estar los padres. Recientemente
se ha convertido en el antro reservado
de los reyes de la casa donde campan a sus anchas en su república independiente
y con el mundo de internet a su completa disposición para hacer y deshacer a su
antojo. No vale la frustración. Lo que se buscaba en origen creo que era bueno
para ellos y los nuevos problemas necesitan nuevas respuestas.
Seguramente
otra frustración de calado, sobre todo en días en los que la lluvia nos
mantiene recluidos entre las cuatro pareces es la de ver que las nuevas condiciones
de vida nos han traído juguetes para los pequeños que les permiten poner en
vigor los imprescindibles procesos de elaboración pero que eso no quita que los
pequeños nos sigan reclamando porque en
el fondo lo que quieren los niños no son cosas si las cosas han de significar
que no nos van a tener a nosotros. Un día de lluvia es el perfecto baremo para
comprobar que verdaderamente los niños no reclaman sino que nos reclaman. Con
nosotros dentro del lote, cualquier
objeto es factible y se puede acabar el tiempo sabiendo que se van a sobrepasar
los objetivos de desarrollo que se quieran, pero del mismo modo podemos
comprobar la inutilidad de las cosas por sí mismas. En cualquier momento
comprobamos que el aburrimiento existe con juguetes o sin ellos porque la
capacidad de relación no está en las cosas ni lo ha estado nunca. Los pequeños
necesitan el roce de los mayores para aprender y para crecer y las cosas
contribuyen en alguna medida, pero siempre que sus apegos no se pierdan de
vista.
En aquellos años de la euforia pedagógica en que florecían jornadas, cursos o conferencias por todas las esquinas, tú fuiste uno de los más viajeros. Recuerdo que pronto descubriste que tu Alba celebraba tus llegadas porque venían acompañadas de un regalo y rectificaste la situación contestando a su repetida pregunta de "¿qué me has traído?" con "un Antonio".
ResponderEliminarHace unos años, el maestro Forges puso en circulación a dos niños hablando de lo que iban a pedir a los reyes y uno de ellos decía "yo les he pedido una tarde con mis padres".
Efectivamente el mejor juguete no puede suplir las relaciones personales y estamos viviendo un autismo electrónico en el que niños de pocos años más que los de nuestras escuelas se creen que tienen muchos amigos porque a su solitaria habitación llegan los mensajes de Internet que le mandan desde otras habitaciones solitarias.
Es verdad que el paso del tiempo ofrece una perspectiva sobre los resultados de las cuestiones que nos hablan de lo previsto y también de sus contrarios según como llevemos los procesos oi sobre qué ángulos incidamos más. A la vez parece también que nos limpian las ideas finales de hojarasca y nos dejan los tuétanos más limpios y más desnudos. El final es que no terminamos de aprender, afortunadamente. Un abrazo
EliminarEs una evidencia, ¡y constatable!, que el paso de los años no permite sino redistribuir espacios, gustos, modos y modas y tiempos a su antojo.
ResponderEliminarEs constatable, además, que no acertaremos nunca, defendamos, promovamos o denostemos lo que el imperio de la general costumbre impone.
Yo hace tiempo me rendí. Observo, miro, y, al final, concluyo en el clásico
'laissez-faire'
No hay otra
Bss
Básicamente estoy de acuerdo con la conclusión final que tú propones. Más de una vez he llegado a pensar, incluso, que nuestra aportación de adultos era innecesaria pero hay momentos en que nos damos cuenta de que nuestra presencia es imprescindible aunque tenemos que saber desaparecer del mapa para no estorbar. Un beso
EliminarSu tiempo, su espacio, su intimidad, conceptos que creo que nos sirvieron cuando no olvidamos la diferencia entre su cuarto y el lugar donde se le aparca...
ResponderEliminarEn fin como siempre el término medio ¿no?
Un saludo
Excelente reflexión...
ResponderEliminarUn "Claro de luna" magnífico...
Saludos
Muy cierto Antonio, es bueno si se puede que tengan su propio espacio a la hora de dormir, estudiar, etc. pero la vida familiar debe estar en el lugar donde se reúnen todos, muy importante. Un saludo.
ResponderEliminarUn día de estos pensaba yo en esto desde mi atalaya benidorense mientras el temporal molestaba fuera, con lluvia y viento.
ResponderEliminarMe acordaba de mi viaje escandinavo donde me dijeron que los crios tienen recreo, a base de llevar la ropa apropiada e independientemente de las inclemencias climáticas.
Me acorde de cuando los crios jugabamos en las calles esquivando algún coche de uvas a peras.
Vi, sobretodo inmensos espacios vacios y tristes entre tores de hormigon sin una sola persona que los ocupara en ....cualquier cosa.
Y me imaginé todos los crios que están enchufados a pantallas en sus casas en completa soledad.
Algo no funciona amigo. Esto no es vida. Así no vamos bién y ellos son niños claro, pero nosotros ¿que somos?¡Proveedores de Internet?
Claro de Luna que acompaña tus letras
ResponderEliminarEn algun lado Antonio se quedo "el tiempo para dedicar a los niños" que todo padre debe poseer
(Por suerte no es el problema de mis hijos, pero seria largo de explicar)
Tal vez porque es una generacion que nacio con muchos adelantos tecnologicos
Y.... no saben jugar
Cariños
Hola Antonio.
ResponderEliminarLa nueva cultura y yo lo veo por mi nieta, es pensar que cuanto más tienen más felices son.Yo te doy a ti la razón, a veces la atención de los padres o simplemente con cualquier cosa se entretienen, me gusta aquel anuncio del niño que juega con un palo y dice¡Un palo, un palo!, como una cosa maravillosa.
Es verdad que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.
Me alegro que estés mejor del catarro.
Un abrazo desde Valencia, donde hoy el viento no deja de soplar