Si se
puede, por qué no mezclar nuestra temática con el devenir de los tiempos. Ahora
estamos en Carnaval y en medio de las comparsas y chirigotas con toda su carga
de alegría y de crítica dirigimos nuestro ojo a secuencias con nuestros
pequeños que llevan su carga ácida de una vida que los adultos calificamos con
facilidad de paradisíaca pero que vista de cerca dista bastante de ser un
camino de rosas.
Marieta
ha alcanzado ya la cota de los tres años en calidad de princesa de la familia.
Se ha incorporado al cole este curso hasta con gusto pero he aquí que cuando
más ufana estaba creyéndose la reina del Chantecler aparece en su casa una
especie de muñeco al que todos han dado en llamar Pablo. Su madre estaba gorda
y le hablaba de un pequeño que llevaba en la barriga y al que ella veía moverse
por fuera. Le resultaba gracioso escuchar los cuentos de su mamá sobre su nuevo
hermano. Un asunto nuevo sobre el que escuchar historias. De pronto su madre desaparece
de la casa unos días y cuando vuelve ya no viene sola sino que trae bajo el brazo un hatillo y dentro un
inquilino al que todos insisten en llamar Pablo y revolotean continuamente a su
alrededor como si ella hubiera desaparecido como por ensalmo. Como broma tuvo
su gracia los primeros días pero Marieta se da cuenta que el asunto no parece
que sea ningún chiste porque pasa el tiempo y, con la excusa de que ella es
mayor resulta que el Pablo de narras no para de recibir atenciones de unos y de
otros y a ella no le hacen ni caso. Ha tenido, por tanto, que ponerse manos a
la obra a elaborar argucias para que la sigan teniendo en cuenta, si no por las
buenas, al precio que sea.
Su
madre me llegó hace unos días francamente preocupada porque su Marieta del alma
se le había puesto en frente y con todo el descaro del mundo se le había
orinado en su cara. No era, desde luego, la primera señal de alarma que le daba
de que algo gordo estaba pasando. Lo de volver a frecuentar la cama de los
padres y quedarse a dormir en ella había sido otra señal importante pero como
que su madre no quería ver lo que estaba viendo. Esta meada en sus narices
significaba todo un desafío y no supo cómo responder en ese momento y prefirió
salir del paso como pudo y consultar cuando estuviera más tranquila. Las
secuencias de celos son perfectamente normales y hay que afrontarlas de
esa manera. No tiene nada de raro que
alguien que ha vivido dueño de todas las atenciones de la familia reaccione
manifestando su desacuerdo cuando aparece un intruso y se lleva todos los mimos
que eran suyos hasta el momento. La reacción puede llegar a ser violenta. No es
raro encontrarse al mayor con el pequeño en brazos y con cara de no muy buenos
amigos. No podemos tolerar situaciones de ese tipo que pueden poner en riesgo
la seguridad del pequeño pero tampoco
llevarnos las manos a la cabeza y hacer un drama de algo que necesita de
nuestra intervención inmediata pero también de nuestra serenidad.
Y es que ese dolor de dejar de ser el centro de la vida de tus padres, sólo se supera de verdad, cuando ya no son tus padres el centro de tus afectos, y quizás tampoco entonces.
ResponderEliminarPero se incorpora como una realidad insoslayable y con el tiempo el intruso acaba siendo querido, en fin, la misma vida ¿verdad?
Me nace una sonrisa en tu comentario sobre la sorpresa de que la niña no sea consciente de ser "manipulada", parece que la madre olvida que lo que tiene enfrente, es una niña, una niña pequeña que lucha por su cariño.
Un beso
Qué hermosa evocación y qué hermosa nostalgia de haber vivido. El final es que no es fácil asumir que la vida es un teatro en el que nos jugamos la vida precisamente. Un beso
EliminarSí, Antonio, ¿Pero qué me dices de la alternativa? ser hijo/a único, supongo que esos casos también tendrán que pasar por carencias cuando salen al mundo y se dan cuenta que simplemente son, uno más... es la vida, todos los que tenemos unos años ya sabemos que no es un camino de rosas. Leí hace años un librito precioso de M. Delibes: El rey destronado. A propósito. Un abrazo.
ResponderEliminarHace años les llamábamos DE PROFESIÓN, HIJO ÚNICO porque eran pocos. hoy, cada día son más y forman todo un sector que hay que atender con su personalidad propia. La vida evoluciona. Un beso
EliminarLos eternos celos...
ResponderEliminarMuchas veces es culpa de los padres al no saber integrar al primogénito en la nueva vida que va a nacer, dándole a entender lo hermoso que es saber compartir todo el amor y las cosas materiales que tenemos en la familia.
Un abrazo
Yo no hablaría de culpa, Cecilia. En todo caso responsabilidad, pero piensa que nadie se examina para se4r padre o madre y supongo que se va aprendiendo mientras se vive. Un beso
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ResponderEliminarGran artículo...que sabe tratar una difícil realidad!
Saludos
Mi madre me cuenta que cuando yo fui el príncipe destronado me venían preguntando si quería un hermano o una hermana (por delante tenía un hermano y cuatro hermanas ya) y yo siempre contestaba que lo que quería era un caballo; así que cuando fui a la maternidad a conocer a mi hermana, rápidamente me fui al rincón donde me esperaba un caballo de cartón que me habían comprado para la ocasión y no hice caso de esa bola de carne gritona que estaba en la cuna.
ResponderEliminarA propósito del comentario de Estela, Antonio Mercero hizo en 1977 una versión cinematográfica de "El príncipe destronado" que se llama "La guerra de papá".
Por mi parte, siempre que nace un hijo en una familia donde hay otro, invariablemente le llevo sólo un regalo al otro hijo, al que le comento que al recién nacido le puede pasar él sus juguetes viejos "de cuando era pequeño". En otros momentos le pregunto sobre "lo mal que se porta" el nuevo, y le explico que como hermano mayor le enseñará a comportarse como él ya sabe.
Recuerdo LA GUERRA DE PAPÁ y me parece muy correcta la sugerencia de que el mayor no se pueda ver a sí mismo como un competidor con el recién llegado sino como un cómplice de los adultos en la ardua tarea de la crianza. Sé que no siempre tenemos la lucidez suficiente para responder con la claridad y con la lucidez que el tema requiere. Un abrazo
EliminarCon esa mascara de carnaval...la más bonita que hemos sabido encontrar...intentamos que mi pequeña Marieta aprenda a compartir todo el amor que tenemos.
ResponderEliminarGracias a mi amigo Antonio, por ayudarme a ver las perpestivas y por compartir conmigo, con nosotros, su saber.
y...AQUI QUIEN MANDA...ya tengo claro quienes es!!!!
La observación de Manuel es la que está más actualizada porque responde al trabajo de hoy mismo con pequeños como tu Marieta, querida Virginia. Ya sabes que el trabajo de ser madre es algo de cada día y6 no vale cansarse. Ánimo. Un beso
EliminarNo se trata de sentar opiniones personales ni de ir más allá de la realidad, tan antigua como la vida misma: los celos infantiles.
ResponderEliminarEn la mayoría de ocasiones los celos, imputados a los hijos (ocupen el lugar que ocupen ) vienen a ser imprevisión de los propios padres.
De Marietas y Pablos y de séptimos entre doce... hay ejemplos hasta cansarse.
La viña del Señor da para todo!
Ay, si mi madre que en gloria esté hubiera entendido a trece hijos celosos!!!!
besos
Es verdad, Pilar, que uno saca un ejemplo pero que la realidad da para miles. La imprevisión de que hablas por parte de los padres puede tener que ver también con limitaciones culturales o con deficiencias personales porque cada uno somos hijo de nuestra propia historia, creo yo. Un beso
EliminarMientras que sigamos participando de alguna manera en la vida de los más pequeños, nos encontraremos en situaciones que podrían sorprendernos y por ese motivo habría que detenernos a pensar un poquito más allá en nuestras respuestas. Soy abuela de Daniela que tiene 8 años y por primera vez manifestó sus celos cuando se enteró de una foto donde estoy con Antonio y su niña de 15 años; viendo Daniela más de cerca las fotos y la situación, me ha escrito como respuesta "que linda la niña, verdad abue?" y agregó a su respuesta una foto de ella con dos primas menores. Además, el interrogatorio fue más allá por parte de Daniela. Fui comentándole a Antonio lo que iba sucediendo y con una ayudita por parte del autor de este artículo, respondí a las inquietudes de Daniela pero también sé ahora que ahí no para la cosa, que en las siguientes conversaciones con mi nieta pueden haber otras demostraciones de esos "celos" porque ella hasta el momento ha sido la niña en mi vida. Gracias Antonio por el impulso no sólo en esta situación sino en varias anteriores como en la de mi hijo Leonardo. Soy la más abueleta pero tengo muy claro que no me las sé todas, y tampoco tendría por que. Un beso
ResponderEliminarEsto de la vida es un reto cada día y nadie nos las sabemos todas. Por eso importa tanto que hablemos de estas cosas, para que hoy tú, mañana yo vayamos aportando a este puzzle que es vivir. Me alegro de tu observación y de tus dudas, que son dudas de muchos de nosotros. Un beso
EliminarEnhorabuena a Virginia por tener cerca al experto y hacer de Marieta una niña feliz con hermanito pequeño.
ResponderEliminarNeceitamos mas Antonios para el futuro que se presenta de hijos únicos. Salud para todos