Todos
queremos ser grandes, importantes no sé por qué. Somos capaces de matar y morir
por ello, inexplicablemente. Sufrimos por conseguirlo las más grandes
penalidades y nos inflamos como globos cuando se valora nuestro trabajo en el
nivel que sea. Es posible que no haya trabajos más importantes que otros porque
para cada uno, el suyo es lo más de lo más. Es el tiempo y la historia la que nos
va dando la verdadera dimensión de aquellos hallazgos que un día fueron
pequeños y que se han ido expandiendo en la memoria colectiva a medida que ha
pasado el tiempo y la experiencia.
Todo
empieza con que nos están pasando cosas cada día, diría que a cada momento. Las
vemos venir, chocan con nosotros, les prestamos un punto de atención mínimo y
suelen perderse en el olvido al momento casi todas. Unas porque no nos
interesan y otras, la mayoría, porque la cultura dominante las ignora. Lo que
no nos interesa es respetable pero lo que nos selecciona la cultura dominante
significa que nos está discriminando de todo lo que nos pasa lo que debe tener interés
para nosotros y lo que no. No me puedo imaginar
a Newton descubriendo la Ley de la Gravedad en una clase. Sí, en cambio,
dormitando debajo de un manzano, perdiendo el tiempo según los cánones
dominantes y viendo caer la manzana como quien no quiere la cosa, una y otra
vez. Y hay que ver lo que ha traído detrás la dichosa manzanita. Pues así han
sucedido casi todos los progresos de la humanidad. Un buen día y como quien no
quiere la cosa. Podríamos ir detallando una larga sucesión de hallazgos que
vendrían a corroborar lo que decimos pero no veo que valga la pena insistir
mucho más. Quizá, en cambio, sí convenga detenerse en que la estructura
educativa no está presente en estos momentos, por si pudiéramos sacar alguna
conclusión al respecto.
La
escuela anda demasiado ocupada en garantizar mínimos conocimientos para todos y
con demasiada frecuencia sacrifica por esta causa millones de iniciativas que
se están produciendo a cada momento. En realidad cada persona es una fuente de
aprendizaje si se le permite que fluya a su humor. Lo que pasa es que las
estructuras sacrifican casi todos los humores que podrían llevar en su interior
miles de hallazgos de interés para parir el ratón de las lecciones aprendidas.
Si nos damos cuenta, son opciones que se van tomando y que llevan aparejadas
una serie de consecuencias de larguísimo alcance. No me atrevo a decir que los
sistemas educativos sacrifican el río
inmenso de las capacidades personales de cada persona bajo su manto por la más
que discutible excusa de la lección de
cada día. Al final, lo que tenemos como resultado es una serie de lecciones
aprendidas en el mejor de los casos a cambio de haber sacrificado las
iniciativas personales con el consiguiente desinterés que eso lleva aparejado.
En otras palabras, para ganar uno aceptamos perder cien. Mal negocio.
Cualquiera
puede pensar que exagero y que la realidad no tiene por qué ser tan dramática
como la planteo. Lo acepto. Cada uno está en su derecho y todas las opiniones
son legítimas. Yo sé en mi fuero interno que me quedo corto, muy corto y que cada día estamos abandonando miles de
ocurrencias personales porque la distribución del tiempo no lo permite con el
consiguiente resultado de que la mediocridad de unos mínimos prefijados se
pueden haber logrado pero hemos sacrificado montones de iniciativas de distinto
calibre y, entre ellas, algunas genialidades sin duda. Mi propuesta iría
encaminada a respetar mucho más los tiempos de que disponen los pequeños para
permitirles que de vez en cuando puedan dormitar a placer a ver si las miles de
manzanas que la vida deja caer a cada momento de los árboles, de los bosques,
del tiempo que pasa, de los compañeros
que nos rodean o del aire que respiramos nos deja la lección que trae consigo y
la pone al alcance de nuestra mano. Lo siento pero sé de lo que hablo. El miedo
a no ser capaces de presentar ante los padres y ante la sociedad unos
resultados homologables que justifiquen nuestro trabajo es respetable pero no
nos exime de culpa por tanta mediocridad.
La uniformidad solo se puede alcanzar por debajo, no me atrevo a pensar cuánto perdemos en el esfuerzo de alcanzar para todos un mínimo común denominador.
ResponderEliminarQuizás tengas razón y sea demasiado, pero necesito creer que a pesar del sistema que equipara, la chispa prende cuando hay madera pequeña preparada.
Un saludo
los descubrimientos, para los descubridores. Y las demostraciones, para los científico9s.
ResponderEliminarAquí,como en todo o casi todo, parece que estamos abocados a aceptar verdades universales aunque no sean enunciadas por nosotros y nuestro pape, cada día más, se limita a una leve censura y poquito más.
eso sí, está todo descubierto. Y si no, que vengan Kepler y Newton y lo corroboren.
besos
Lo cual no quita, querida Pilar que cada día nos parezca nuevo y cada historia irrepetible. Seguramente eso es lo que le da sentido a cualquier actividad. Un beso
EliminarUna interesante manera de plantear una "verdadera" educación. En Suiza se hace así desde hace años...
ResponderEliminarSaludos
Afortunadamente, la escuela sólo son unas cuantas horas al día y hay bastantes días al año sin escuela como para que las personas se eduquen al margen de ella. De alguna manera la escuela lo que tiene que hacer es proponer estructuras que permitan organizar los múltiples conocimientos que los alumnos adquieren fuera de ella.
ResponderEliminarY por supuesto ofrecer un mínimo de cultura básica que iguale a quienes tienen unas vivencias ricas en variedad y profundidad con quienes sólo tienen una información superficial y adocenada.
Estoy de acuerdo, Manuel con la manera en que repartes repartes responsabilidades en la educación de los pequeños, lo que no me impide lamentar el tiempo que empleamos en garantizar los minimos y la cantidad y calidad de hallazgos que dejamos en el camino. Un abrazo
EliminarAntonio: magnífico post...estoy muy de acuerdo con lo que expresas y así debería ser.
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