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domingo, 24 de enero de 2016

ENSAYO


         Probablemente me voy a terminar convirtiendo en un abogado de pobres pero no se me ocurre mejor destino después de tantas quijotadas como he vivido en esta vida. Es más, en el momento en que me convenza de que he asumido definitivamente tal profesión, mi vida se habrá realizado plenamente y podré aceptar la muerte como una plácida compañera que llega en el momento justo para facilitarme la paz que ansío. Hay causas en la vida que nos degradan y otras que nos encumbran y esta de andar insistiendo cada semana en la defensa de los primeros años de la vida como protagonista en primera persona de su propia historia me parece tan meritoria que no se me ocurre otra que la iguale. Y no solo por los sujetos a defender, personas sin voz ni voto, sino por el valor añadido de aprendizaje que dejan de poso en mi cada vez más viejo cuerpo que, a pesar de los años, sigue rebosando salud mental y confianza en la vida.

         La muestra más cercana se puede llamar mi nieta África, pero sólo como ejemplo porque le vendría lo mismo que le pusiéramos el nombre y la figura más cercana que tengáis a mano. Y la guerra es sin cuartel y contra todos. Como se trata de alguien tan pequeño y tan indefenso, según criterio ampliamente extendido, hay que protegerlos hasta la asfixia y marcarles el camino porque qué sería de ellos sin nuestros cuidados. Y nos inflamos como globos cada vez que los miramos, sintiéndonos imprescindibles y responsables de esos muñecos que la vida nos ha puesto entre las manos cuyas vidas no serían posible sin nuestros cuidados y sin nuestra dedicación. Nuestra responsabilidad llega hasta el punto de que unimos nuestras vidas a las de esos nuevos seres que acaban de llegar y podemos hasta obsesionarnos y convertirlos en seres dependientes de nosotros y sus vidas pueden quedar unidas a las nuestras como si se tratara de secuencias ancladas en el tiempo que ya tendrán que ser siempre así.

         Pero sin ser mentira en alguna medida, desde luego la realidad dista mucho de ser así. Que hay un nivel de dependencia de los nuevos seres a las personas cercanas no cabe duda, pero que se trate de seres indefensos que solo dependen de nuestros cuidados para sobrevivir, nada más lejos. Es  más, lo mejor es que desde el principio entendamos que nuestra función como adultos, aunque imprescindible, nunca debe convertirse en troncal porque entorpecería el desarrollo del recién llegado sino que conviene que se mantenga cerca del pequeño pero permitiendo en todo momento el desenvolvimiento individual. El recién será pequeño y necesitará desarrollar sus músculos, su capacidad de comunicarse y de relacionarse pero trae consigo todas las posibilidades para hacerlo con tal de que las personas que estén a su lado, en vez de ponerse en medio y entorpecer su desenvolvimiento, le faciliten el camino y colaboren. La crianza no es un estado sino un proceso y los servicios que hoy son imprescindibles, mañana son innecesarios y en cambio mañana hacen falta unas aportaciones que hoy son completamente inútiles.

         En definitiva, que la crianza es un periodo de la vida imprescindible pero de ninguna manera  eterno,  destinado a desaparecer o a evolucionar hasta convertirse en el mejor de los casos en un hermoso recuerdo. Que lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos no es mantenerlos pegados a nosotros sino facilitarles con el paso de los años, que su nivel de dependencia de nosotros sea cada vez menor. Que aprendan a volar por ellos mismos. Se trata de una función bastante ingrata, lo sé bien,  pero cualquier alternativa que no vaya en esa dirección es ponerse contra el viento de la vida y convertir la relación de mayores y menores en una enfermedad que perjudica a unos y a otros. Sintetizando, la función de los cuidadores podríamos decir con Dulce María Loynaz que vivir es aprender a perder porque nuestra verdadera ganancia en la educación es la de convertirnos con el paso del tiempo en innecesarios. Eso significará sin duda que las personas que se han criado bajo nuestros cuidados se han convertido en seres adultos con capacidad suficiente para vivir sus propias vidas y tomar sus propias decisiones.  


7 comentarios:

  1. *tarea universal. De África, Nuria, Sara, Isabel, Penélope, Gertrudis, Carmela, Leónidas...Universalmente asumida. Universalmente censurada. Universalmente cíclica. Universalmente transferible.

    Todos tropezamos en la misma piedra y, como mejor sabemos, y nos dejan, nos retomamos la marcha eliminando errores.
    Lástima que las opiniones nunca las escriban los menores de edad. Igual nos llevábamos una sorpresa.
    No sé.
    Qué persona, llegada a ka adultez, es capaz de reproducir sus experiencias, sentimientos y razones de cuando dependía en todo de sus mayores.
    Pues eso. No sé

    Besos

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    1. Muy difícil pones la respuesta. El olvido misericordioso se encarga de liberarnos de muchos recuerdos que, de lo contrario, nos tendrían la cabeza bomba. Un beso

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  2. Manuel Ángel Puentes24 de enero de 2016, 15:30

    Dices que nuestra verdadera ganancia en la educación es la de convertirnos con el paso del tiempo en innecesarios, y afortunadamente así ocurre con casi todos los alumnos. Pero reconocerás que es un valor añadido cuando algún antiguo alumno (o sus padres) viene a agradecerte que fueras su maestro, por algún aspecto que le permitiste descubrir y que ha incorporado a su ser.

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    1. No solo lo reconozco sino que, aunque uno no trab aja buscando reconocimientos, cuando llega alguno que sabe a verdad, para mi, al menos, significa uno de los placeres mas profundos que puedo recibir. Un abrazo

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  3. Incluso los que no nos hemos dedicado profesionalmente a cuidados o pedagogías con los más pequeños sabemos por nuestra experiencia que vivir es aprender a perder. Yo diría que es estar comprobando una continua pérdida, aunque la idea generalizada sea la de que tenemos siempre algo más que el día anterior (conocimientos, actividad, amistades, etc.) Lo que se impone antes o después es la pérdida. Salud siempre.

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  4. Magnífico articulo. Creo que a los hijos no hay que tenerlos debajo de nuestras faldas, hay que dejarles un cierto nivel de independencia y dejarles volar...Nos duele ver el nido vacio, pero es ley de vida. Maravillosa música. Un beso

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