En
cualquier tiempo del año hemos convenido en que debemos ir vestidos. Hay, como
sabemos, culturas y climas para todos los gustos. Desde andar encueros hasta
lucir apenas una trapo que nos cubra las partes nobles, atendiendo a la
temperatura de las zonas tropicales que llevan de suyo una temperatura que no
quiere mucho más. Los que habitamos en el llamado primer mundo no solo
necesitamos cubrirnos por cuestiones de temperatura, sobre todo en invierno,
sino que hemos hecho de esa necesidad una industria más con el trasfondo de la
moda que nos trae y que nos lleva y nos hace un poco siervos de discursos
dominantes que no terminamos de saber a qué causas obedecen.
En las
zonas tropicales el propio clima es el principal argumento para decidir cómo ir
vestidos y, vistas las temperaturas hegemónicas, la necesidad dice que una tela
ligera cubre las necesidades. Estos días ya nos estamos enterando de que el
frío ha llegado y es que este año estaba siendo caluroso y en diciembre no
habíamos experimentado la mordida de frío. Ya sí que está presente y es lo
normal en esta época por más que andemos quejándonos del calor en verano y del
frío en invierno, como si cada año fuera una novedad que nos coge por sorpresa.
Los niños, al ser casi completamente dependientes a efectos de previsión de
ropa por ejemplo, se sienten vestidos casi por completo bajo el gusto o el
criterio de los mayores que los crían y no siempre en las mejores condiciones
para resolver sus verdaderos problemas de adaptación al clima que les toca. No
es difícil encontrarse con verdaderos agobios de abrigo encima de los pequeños
cuando el frío arrecia y creo que no es la mejor forma de adaptarse a la vida en el ciclo de invierno.
Creo
recordar que en algún artículo anterior ya lo comenté porque en nuestro grupo
de reflexión estuvimos discutiéndolo en su momento como un aspecto importante y
no resuelto ni entonces, hace ya bastantes años, ni ahora tampoco. Como
criterio conviene aclarar que no está mejor resuelto el abrigo que precisa una
persona a base de capas, una encima de otra, hasta que apenas pueda moverse.
Suele ser la solución más frecuente pero no la mejor. Nosotros llegamos a la
conclusión de que un par de mangas de abrigo y un chaquetón cuando hay que
salir a la calle, es suficiente para sentirse bien adaptado al frío de esta
zona del mundo. Lo que importa es que la persona se sienta suficientemente
cubierta pero que le permita moverse con soltura para que el cuerpo, con el
movimiento natural, se convierta también en una fuente importante de calor. Si
nos pasamos de abrigo, nuestra capacidad de movimiento disminuye y también
nuestra generación de calor. No quiero pensar la cantidad de abrigo que hace
falta para mantener caliente a un menor que va en carrito. No tengo nada contra
los carritos pero desde luego hacen que quienes van encima se sientan un poco
al margen del mundo y a expensas de lo que quieran hacer con ellos.
A
pesar de que por principio estábamos y estamos en contra de los uniformes, lo
cierto es que al final hace falta poner en cuestión lo que uno piensa porque, según
en qué momento y en qué lugar, las cosas se pueden llegar a ver de distinta
manera. He podido ver en Cuba, por ejemplo, el orgullo de los pequeños por
sentirse escolares con el sencillo equipo que los hace a todos iguales y he
podido llegar a desear los uniformes en este mundo en que vivimos en España
cuando se da uno cuenta de la complejidad que impone la moda, tanto en lo que
toca a la cantidad de dinero que se precisa para sentir que nuestros hijos van
dignamente ataviados como en el compromiso que implica para las familias considerar
que llevamos a nuestros hijos a la altura de los demás, tanto si podemos
soportar el nivel de autoexigencia como si no. Más de una vez y más de dos
llega uno a pensar si no sería mejor encontrar un tipo de ropa sencilla y
eficaz que viniera a resolver tanto capricho como nos tiraniza.
Una verdadera reflexión sobre algo teóricamente sencillo...que siempre hacemos complicado....
ResponderEliminarFeliz Navidad
el temita de uniforme, sí, uniforme, no, siempre ha sido objeto de no ponerse de acuerdo. Como todo, tiene sus ventajas , sobre todo de tipo práctico para los responsables de apañar el vestuario de las criaturas... y sus inconvenientes, por parte de quienes opinan que el uniforme despersonaliza a los uniformados... sin llegar a conclusiones, lo cierto es que un uniforme, o bata, o delantal, o guardaplovo al menos sirve de parachoques a las manchas de pintura y otras, sobre la ropa, que difícilmente un lavado adecuado logra eliminar.
ResponderEliminarEl resto, lo que la mayoría decida. O el criterio mayoritario.
abrazo
Mi estimado, otra Navidad que compartimos.
ResponderEliminarEn este mes tan hermoso te deseo mucho amor
Y abundante paz muy dentro de tu corazón.
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Recuerdo los debates sobre la ropa en la Tertulia de los Jueves, y el caso es que pasados los años sigo teniendo que dar los mismos consejos: como criterio general para la vestimenta escolar, siempre una manga menos que los adultos.
ResponderEliminarY a la hora de vestir a un niño, pensar en que se tiene que lavar las manos y hacer uso del inodoro, por lo que si aún necesita que lo haga un adulto, conviene facilitar a éste la tarea ya que son muchos los botones a desabotonar y las cremalleras a subir y bajar, y si encima hay batas y petos (a veces las dos cosas en el mismo niño), puede que no le dé tiempo a hacer otras cosas más gratificantes para niños y adultos; y si son niños mayorcillos, conviene no ponerle trabas a su incipiente autonomía complicando tanto el proceso (tirantes, cinturones, petos, batas, botones, cremalleras...) que la mitad de las veces van a provocar el fracaso en la tarea.
Parece el tema de la vestimenta como un símbolo de la vida. En general, la educación podría tratarse de eso que dices, de que los mayores se pusieran del lado de los pequeños y le facilitaran la vida en vez de ponerles trabas, cosa que sí sucede con todas esas dificultades en el vestido, que no aportan nada y sí complican la vida. Un abrazo
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