Estamos
ya en el otoño avanzado, momento en el que las hojas caducifolias no pueden
aguantar las ventoleras encima de los árboles y se vienen al suelo de donde
surgieron, no sin antes ofrecernos un hermoso abanico de colores entre
amarillos limón hasta el marrón oscuro. La señal más visible que percibimos,
aparte del frío que poco a poco se nos va metiendo en los huesos, es la
hegemonía de la oscuridad sobre la luz en esta zona del mundo. No sé si será
cierto pero la variedad de colores es más amplia y rica que en ninguna otra
estación del año. Si alguien tiene el buen gusto de darse un paseo por las
Alpujarras comprobará la exactitud de lo que digo.
Ojalá
tuvieran la oportunidad los pequeños de gozar la experiencia otoñal de una
noche fuera de casa, durmiendo con sus compañeros en una casa habilitada para
ese menester cerca de la ciudad. Lo llamamos Colonias en recuerdo de las que se
hacían en verano cerca de la playa. La experiencia es intensa, un poco insólita
y amiga de la noche porque ahora la luz se va desde las seis de la tarde.
Especialmente interesante el paseo en grupo por las faldas de las montañas
cercanas con las linternas en la mano, conteniendo el pánico de la oscuridad y
superándolo a base de la compañía que ofrecen los compañeros y los maestros que
se atreven a compartir esos momentos mágicos e incorporarlos al programa del
curso como otra lección cualquiera. Como no quiero ser demasiado pesado me
callaré la historia de la zorra que creo haber contado en este blog varias
veces porque nos dejó impresionados pero no faltan historias que luego vamos a
contarnos durante meses y, sobre todo, la vivencia de grupo tan potente que a
partir de entonces nadie va a poder eliminar de nuestras experiencias vividas.
Sin
llegar a tanto, porque la experiencia de dormir fuera al menos una noche es
complicada y no siempre es posible, el otoño merece al menos un día para
celebrarlo y tratarlo en vivo. En el patio podemos echar un fuego para asar castañas, para
calentarnos a media mañana y para hacer que ardan todos los elementos viejos
que hemos almacenado sin saber qué hacer con ellos. Podemos preparar algún guiso de otoño tipo
potaje de castañas, carne de membrillo, boniato cocido con membrillo y la
colaboración de las familias aportando frutos de otoño: uvas, granadas,
almendras, caquis, nueces, castañas, membrillos o algún pastel de elaboración
propia, puede hacer que vivamos una mañana perfectamente otoñal, inundada de
olores y sabores específicos de esta época. Son sobre todo cosas sencillas y
que los pequeños seguro que tienen en sus casas o que se elaboran en algún
momento de estos días y que también les permite por inmersión, entender qué
tiempo es el que está pasando por encima y por dentro de nosotros. Es verdad
que lo trabajaremos en clase y que hablaremos de él, pero nada será comparable
a la vivencia de todos con los sentidos en pleno funcionamiento y dedicados a
identificarlo y a gozarlo en común.
Estoy
seguro que de cada estación del año se puede sacar una experiencia que ofrezca
niveles similares de intensidad y de cercanía. No sé si es que el otoño ofrece
más posibilidades para estas vivencias tan caseras y tan ricas en sensaciones.
Lo que sí sé es que cada año lo hemos venido repitiendo y se ha convertido en
una institución en la escuela. Cada familia ha aportado lo que ha podido y ha
sabido y el conjunto siempre nos ha parecido impactante y rico. Hay que decir
que muchos niños no conocen los platos que se les presentan en la mesa porque
aunque no nos demos cuenta nos vamos alejando de la simplicidad pero también ha
significado una invitación a reencontrarnos con alimentos y conmemoraciones
propias de nuestro lugar y que no se debieramos perder porque nos identifican
como pueblo y nos reconcilian con nuestra cultura tradicional. Desde la vendimia
del comienzo del otoño hasta el reencuentro con el intenso frío del invierno,
que en Granada puede llevarnos hasta los 10 grados bajo cero, hay un recorrido
vital que no debemos perdernos por nada del mundo.
aparte las inclemencias ventoleras del otoño (y en mis latitudes, de ventoleras sufrimos un tanto!!!!), cierto es que el otoño es el período más sugerente para realizar actividades escolares y/o preescolares , bien al aire libre -¡ya se deja sentir el aroma de los boniatos y las castañas asadas....!-, bien en semi retiro. Un acierto. Y como acierto, plausible
ResponderEliminarbesos
Toda una experiencia...que moldea la forma de entender la vida.....
ResponderEliminarUn cordial saludo
Leyendo tu entrada, parece estar describiendo la realidad de mi grupo de cuatro años. Ya hemos hecho esa noche de colonias en el Molino de Lecrín (te envío adjunto un documento sobre esa experiencia); hemos trabajado con las granadas y los membrillos (gamboas) que nos trajimos y nos las hemos comido; seguimos jugando con las nueces de esa misma ocasión en la cocinita del aula, hasta que el jueves hagamos con ellas un dulce que aportaremos a la fiesta de otoño que el viernes haremos en la escuela.
ResponderEliminarY ya sin niños: el mejor otoño de Granada, para mí, está en la Dehesa del Camarate.
Mi ignorancia de este medio no me permite establecer un enlace para que, pinchando aquí, se pueda ver la crónica fotográfica que Manuel me ha mandado de su Colonia de este año. Si una mano samaritana quisiera explicarlo de manera comprensible, a lo mejor se podría acceder al pdf que Manuel ha tenido a bien enviar. Lo espero con interés. Un abrazo
EliminarMagnífico blog, donde tenemos la suerte de compartir tus experiencias, enseñanzas y pensamiento, por lo que te do las gracias por compartirlo a través de tus publicaciones.
ResponderEliminarEnhorabuena y un fuerte abrazo, amigo Antonio.
Hasta muy pronto.
Antonio, eis-me aqui em visita ao seu blog...estou mt impressionada com a riqueza das suas experiências, com a forma poética e natural com que se expressa e em comprovar que temos muitos interesses em comum. Encantada, meu novo amigo! Estava certa quando escolhi segui-lo. Grande abraço
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