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domingo, 6 de julio de 2014

CRISIS


         Llega un momento en que tanta crisis y tanto número que lo corrobora resulta vomitivo. Muchas veces pienso si no será la eficaz medicina que permite asimilar tanta injusticia,  a base de contarla interminablemente hasta hacernos inmunes , que nunca aparece. Qué significa, así, sin más, decir cada día que cerca de tres millones de niños viven en España bajo el umbral de la pobreza si no nos ponemos de acuerdo antes sobre lo que significa pobreza. Ahora la hemos tomado con garantizar la comida fuerte del día y para eso hay que abrir algunos comedores escolares durante el verano. Y nos envolvemos en porcentajes, en comparaciones con otros países, en la diferencia entre lo que pasaba hace diez años y lo que sucede hoy…

         Mientras todo esto se nos mete entre pecho y espalda  no puedo olvidar mi experiencia concreta al respecto. En un barrio de Granada mal llamado Polígamo, hace ya unos años, bastantes, se puso en funcionamiento un comedor escolar para garantizar la alimentación a los menores. La responsabilidad recayó en mi compañero Pepe  Quintero quien, apoyado por el grupo de trabajo al que pertenecía, se puso en la puerta y sólo permitía la entrada a quien llevaba una pequeñísima aportación económica que se estableció. Le costó dios y ayuda mantener el tipo porque las presiones , políticas, de las familias, de los compañeros incluso, eran muy fuertes. El comedor se fue llenando de pequeños poco a poco y los que entraban valoraban lo que se les ofrecía dentro porque lo habían pagado y porque el personal les recordaba el valor de la comida y el esfuerzo de sus familias para que ellos se alimentaran adecuadamente. Terminó llenándose el comedor a lo largo de un curso de esfuerzo permanente pero la experiencia no debió ofrecer el impacto previsto. Pepe Quintero se cansó y volvió a su curso.

         El curso siguiente el comedor se llenó desde el primer día. El Ayuntamiento lo puso completamente gratuito. El equipo de profesores eludió su responsabilidad en esas condiciones y se contrataron personas que cuidaran del funcionamiento, ajenas al proyecto global que se estaba llevando en el barrio. Nuestra experiencia como grupo de apoyo fue desalentadora. El comedor se convirtió en un compartimento ajeno al proyecto. Se llenaba cada día, es cierto, pero los trozos de pan y las manzanas volaban  de una mesa a otra y los niños comer no sé si comerían. Supongo que, como casi todos los niños, lo que les gustara se lo comerían y lo que no les gustara, no. La experiencia fue frustrante para los que la habíamos animado y apoyado. Nuestra idea era que los niños comieran pero sobre todo que los niños aprendieran a comer y a valorar la comida. Han pasado muchos años, probablemente treinta o más. No sé que pensaran de ello mis compañeros, jubilados como yo o a punto de estarlo pero yo no puedo olvidar aquel empeño frustrado y el aprendizaje amargo de saber que lo que importa no es comer, que sí que importa. Que lo que más importa es aprender que la comida es importante, que hay que cuidar los alimentos y que necesitamos cuidar nuestra alimentación  porque de ella depende nuestra salud y nuestra calidad de vida.


         Sé que el tiempo ha pasado, que las condiciones de hoy no son las de entonces, que la crisis se ha impuesto porque el poder político ha logrado convencernos de que tenemos que apretarnos el cinturón y no vivir por encima de nuestras posibilidades. Y aquí estamos pagando una crisis que no hemos creado mientras los que la crearon siguen engordando sus cuentas corrientes con el sacrificio de quienes la sufren como han sufrido todo a lo largo de la historia. El ejército de parados no para de aumentar o en los últimos meses empieza a descender y nos quieren hacer creer que estamos saliendo de la crisis cuando lo que pasa en realidad es que son ellos los que han resuelto sus problemas a costa del sacrificio de todos y se han hecho más ricos de lo que ya eran mientras el pelotón de los pobres no para de engordar con comedores escolares en verano o con bancos de alimentos en los barrios. Y… la justicia… dónde.


5 comentarios:

  1. Gratuidad y educación, difícil binomio. ¿Hay que pagar por algo para que se valore? ¿El gratis total es sinónimo de poco valorado? Con ese argumento tendríamos que pedir un euro (o un céntimo, si quieres) cada día al entrar en la escuela, como hacían los adultos de la generación de mis abuelos, para asistir a las clases que daban por la tarde los maestros de mi pueblo del Pirineo.

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    1. Verdaderamente hoy no sería capaz de responder a la cuestión que planteas. me doy cuenta de que los treinta años mas o menos de distancia entre mi experiencia y hoy las cosas han cambiado mucho aunque no nos hayamos dado cuenta mientras iban cambiando. Lo que sí sigue siendo verdad es que, sea pagando o sin pagar, las cosas hay que hacerlas con seriedad y sin tener enfrente los votos que te pueden caer o no como primer objetivo. Un abrazo

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  2. Realmente una grave situación, que pagan muy directamente muchos niños....

    Saludos

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  3. a todo se aprende. Y de todo debe aprenderse. De todo, salvo del hambre real que está afectando a buena parte de desfavorecidos. No hace falta remontarse a treinta años atrás, en que sí era prioridad ENSEÑAR A COMER, fundamentalmente, porque aún había qué comer.
    hoy, tristemente, la situación es muy otra.
    A ver quién con dos palmos de corazón y de sentido común se apuesta a las puertas de un servicio de comedor ONG, pongamos por caso sin citar ninguno (aquí tenemos ¡tres!, ¡tres!) a enseñar a comer a niños , y adultos, hambrientos ...
    esto es demasiado dramático. No se puede hacer ni aun categoría temporal, porque desborda.

    abrazos

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  4. Hola Antonio:
    Esto es como una rueda de la vida, parace que volvamos a finales de los 50, cuando la época de la leche en polvo americana, que nos daban de merendar en el "cole".
    Mira el año pasado compañeras mías de Cáritas, se hicieron voluntarias del comedor escolar de mi barrio y a veces salían indiganadas, porque algunos los niños eran caprichosos y a veces hasta se desaprovechaba la comida, ellas intentaban enseñarlos, la comida era gratuita.
    A veces los padres también malcrian a pesar de las necesidades y la pobreza alguna vez tambien está en la cabeza al no saber educar.
    Es muy lamentable lo que está pasando, cada día los ricos más ricos y los pobres más pobres.
    Recibe un abrazo desde Valencia y ojalá esta sociedad dé un cambio en positivo para los más necesitados, Montserrat

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