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domingo, 13 de julio de 2014

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         La educación en España  es obligatoria  hoy en día entre los seis y los dieciséis años. A partir de los tres años se puede considerar generalizada aunque no es obligatoria ni tiene por qué ser gratuita. Entre los cero y los tres años no se puede considerar generalizada ni tampoco gratuita. El tramo más polémico es precisamente este último porque es el que precisa una cierta selección para dilucidar quién tiene más derecho a una plaza pública cuando no hay para todos. La competencia es de las comunidades autónomas lo que permite que cada una disponga de sus propios criterios de selección y de organizar las aportaciones de las familias.

         Yo he defendido tradicionalmente la idea de que las familias debían aportar una parte del coste de la plaza de sus hijos pequeños, siempre proporcional a los ingresos. No creo que haya una fórmula perfecta y esta me ha parecido con una dosis importante de justicia distributiva. Pero también le hemos visto lagunas a lo largo del tiempo y nos hemos quejado a nosotros mismos de que no lográbamos toda la justicia que pretendíamos. Nuestra idea era que disfrutara del servicio quien lo necesitara y quien lo deseara. Pero casar todas esas particularidades no era fácil. Más de una vez, en broma llegábamos a decir que lo más justo sería echar por alto las solicitudes y las que cayeran de canto esas podían disfrutar de una plaza. Lo que más nos decepcionaba era las plazas que asignábamos y que después se convertían en alumnos que faltaban mucho y no siempre por causas justificadas. Teóricamente podíamos disponer de la plaza si las faltas no se justificaban pero en la realidad el Consejos Escolar no imponía la normativa con suficiente dureza y diligencia.

         El criterio era que ninguna familia trajera a sus hijos sin aportar nada. Queríamos que todos se sintieran con los mismos derechos y pudieran exigir en un momento determinado lo que consideraran oportuno sabiéndose partícipes del proyecto común . Quien no tenía recursos para alcanzar siquiera el mínimo de aportación hacíamos que fueran los servicios sociales municipales los que le subvencionaran la parte que les correspondía. Hemos constatado a lo largo del tiempo, casi cuarenta años ya, que la perfección no existe y que no hay norma que no pueda ser pervertida si los ojos con que se la mira están pervertidos. También sería mentira decir que no ha habido presiones de todo tipo buscando enchufes o modos de sortear la normativa establecida sin que fuera conocida y asumida por el Consejo Escolar, órgano máximo de gobierno de cada escuela, pero es verdad que, a pesar de todo, el nivel de satisfacción es suficiente como para seguir creyendo en un proyecto de pequeñas escuelas diseminadas por los principales barrios de una ciudad, en este caso Granada – España, que prestan un servicio de calidad a las familias que viven cerca de la escuela y cuyos hijos conviven armónicamente recibiendo los mismos servicios, al margen  del nivel económico de sus familias.

         Sabemos de experiencias parecidas localizadas en barrios marginales en las que pensar en la más mínima aportación de las familias es hoy casi una quimera, en parte porque es verdad que la situación económica se ha deteriorado hasta niveles casi insoportables en muchos casos, pero en parte también porque a las administraciones al final les cuesta menos esfuerzo asumir los servicios gratuitos para estos niños por la lucha permanente que hay que librar con las familiar para que entre todos dignifiquemos los servicios y el proyecto en el que estamos embarcados. A la larga supone que la calidad se ablanda porque los recursos son escasos y terminan sufriendo  recortes que significan degradación del servicio y del proyecto. Algo parecido a lo que comentábamos sobre la experiencia de comedor escolar en aquel barrio. Con lo que se sigue degradando la distribución de la riqueza de modo que cada día hay más ricos y también más pobres, la verdad es que hay razones que uno ha defendido siempre,  como que es bueno que todos aportemos en la medida de nuestras posibilidades,  que en este momento hay que pensarlas más despacio porque no sé si son factibles. 


5 comentarios:

  1. En nuestra cultural actual, parece evidente por lo generalizado que -lo que no cuesta- equivale a -no vale-.
    Infravaloramos lo que nos cuesta, lo que sea: dinero, trabajo, tiempo...
    Por eso la idea que has defendido en reiteradas ocasiones de "cobrar" por los servicios me parece de lo mas acertada y didáctica, no solo para los padres sino también para los pequeños.
    Y no necesariamente hay que pagar siempre con dinero, el trabajo, o el tiempo dedicado en labores comunitarias me parecen herramientas de cambio perfectamente válidas.
    Saludos,

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  2. este tema se presenta tratado de manera especial en relación a un caso concreto, a una circunscripción determinada, a una localidad y centro de referencia . concreto.
    O lo aborda, para su solución, la Administración en sus ´diferentes organismos, o pasa a ser de competencia privada o cuando menos, semipública.
    Sea como fuere, y partiendo de que NO todos somos iguales ante la Ley, ya quisiéramos serlo, cada cual arrima el hombro allá donde cierzo calla.
    Mil casos, mil soluciones., mil equivocaciones y que con perricas, chifletes:
    Esa es la cruda verdad, démosle las vueltas que queramos.

    abrazo

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  3. Tú y yo hemos coincidido en la defensa de la política económica de tercios, en la que la administración educativa aportaría un tercio, la municipal otro y las familias el tercero. Las posibles becas serían a cargo de los servicios sociales municipales, que entregarían a la escuela la parte que dejaran de pagar las familias.
    Pero lo que se está imponiendo es el criterio de que la Junta de Andalucía proporcione los únicos ingresos, y lo hace con unos cálculos tan ajustados que sólo pueden salir las cuentas reduciendo costes, y con ello reduciendo la calidad.

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    1. Es verdad que no tiene por qué haber una sola manera de resolver los problemas que cada aspecto de la vida plantea, pero me tengo que negar, por coherencia personal a que, una vez más, se imponga el criterio económico y haya que sacrificar otros criterios, que para mí son irrenunciables, como puede ser el criterio de calidad, por ejemplo. Un abrazo

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  4. Estimado amigo, he andado pérdida de mi blog, hoy vine a actualizarlo y para agradecer tus visitas, acá te dejo un cálido abrazo desde mi corazón.

    Te abraza tu amiga de Venezuela...
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