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domingo, 20 de mayo de 2012

BILINGÜE

Un idioma es un conjunto de palabras con que un grupo humano se comunica. Pero un idioma es también mucho más que eso: son montones de gestos conocidos, son sonidos sin nombre que se dicen las personas y saben lo que se transmiten, son miradas cómplices, son silencios. Un idioma es una cultura, toda una historia común que se transmite de padres a hijos y que va creando un espacio de comunicación entre las personas.
Cada día, afortunadamente, las personas estamos más mezcladas lo que, entre otra serie de cualidades del hecho mismo de la mezcla, nos vemos obligados a poner en común desde las cosas más superficiales como puede ser un calendario de fiestas por ejemplo, hasta las cosas más profundas, como puede ser las expresiones del placer o del dolor, el nacimiento o la muerte expresado cada uno con sus palabras. Las situaciones de bilingüismo, cada vez más frecuentes como digo y como vemos todos en los espacios en los que vivimos, nos obligan a tener algunas particularidades con los pequeños. En las familias donde existe bilingüismo, por ejemplo, los niños aprenden a hablar, en general, más tarde. Y nadie debe extrañarse por eso, sencillamente porque sus cerebros tienen que aprender a codificar y descodificar de manera habitual dos lengua lo que, aparte de ser una importante riqueza no deja der tener alguna complejidad que necesita tiempo para ser procesada por el cerebro. Pero eso es todo. La situación de bilingüismo no debe tener más problema que ese, que no es ninguno.
Siempre recuerdo a Dolores, inglesa de la que nunca supe su nombre materno porque ella pugnaba por ser incluida en nuestra lengua a cualquier precio. En un momento me dijo que su hija Keity, que era mi alumna, se reía de ella y le decía que no sabía hablar. Me confesó que le hablaba en castellano, cuyo dominio, con ser aceptable, de ninguna manera se podía comparar al de su hija que lo vivía con su grupo natural de niños y, por tanto, mucho mejor que el de su madre. Quiero pensar que desde esa conversación le hablara a su hija en su lengua materna, el inglés en este caso. Al menos, eso me reconocía mucho más relajada. Kéntaro era una delicia en el patio gritándonos ¡un jikoki, un jikoky ¡ cada vez que pasaba un avión por encima de nuestras cabezas. Los demás niños aprendían perfectamente que un avión, que era lo que ellos veían, también podía ser un jikoky porque lo era para Kéntaro. Con el tiempo terminó siendo un avión también para él porque terminó dándose cuenta de que estaba en el país de los aviones y él no quería ser distinto aunque el aparato que vuela también pueda ser un jikoky, pero eso había que dejarlo para cuando hablara con Machiko, su madre o para cuando estuviera con los abuelos de Kioto.
Son ejemplos completamente cotidianos y que evolucionan con absoluta normalidad si los criterios de las personas responsables están claros. A los hijos hay que hablarles en nuestro idioma, que terminará siendo el idioma materno y que, aparte de servirles para entenderé con nosotros y con el grupo humano que lo habla le habrá servido como vehículo de transmisión de una cultura y de una historia en la que se va a tener que desenvolver. Si en vez de un idioma son dos porque el padre hable uno y la madre otro, pues tendrán que ser dos los que vaya teniendo que ir interiorizando a la vez, pero sin más dificultad que la de utilizar un poco más de tiempo para entenderlos y para aclararse cuándo es uno y cuándo es otro.

3 comentarios:

  1. Tema ambicioso el que propones. Y por cierto, 'jardín complicado que requiere, entre otros, amplísima información...'
    (Será en otro foro)
    Abrazos.

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  2. Hola Antonio.
    Me parece estupendo que en casa se hable el idioma materno, porque en el cole y fuera de casa ya se aprende el oficial.
    Mirame a mi escribiendo en dos idiomas, gracias a que de pequeña, en casa me daban a leer libros de escritores catalanres.
    El español ya lo enseñaban en el colegio.
    Gracias por compartir tantas enseñanzas.
    Un abrazo, Montserrat

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  3. Qué placer regresar, casi de entre las sombras, y reencontrarme con tu peculiar, libre y alentadora forma de enseñarnos tantas y tantas cosas, Antonio.
    El idioma, la maravillosa forma de comunicarnos e integrarnos en un grupo humano... Un instrumento tan enriquecedor, que lleva a la espalda toda una mochila de historia y de cultura que nos va impregnando según profundizamos en él.
    Estupendo!.
    Un abrazo, querido amigo.

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