El proceso de vivir está formado por una serie de acontecimientos significativos que vienen a ser como escalones que las personas subimos o bajamos y que, una vez incorporados a nuestra experiencia, ya nada es lo mismo. El primero sin duda es el mismo hecho de nacer. Le pueden seguir la primera palabra, mantenerse erguido o el ser capaz de controlar nuestros esfínteres.
Dada la materia de la que tratamos no es fácil asumir el momento de la limpieza como un punto de relación de primer orden. No podemos, si queremos ser justos, ver solo la necesidad de eliminar las distintas evacuaciones corporales y tomar esta secuencia de la vida como un acto higiénico indispensable que los adultos responsables asumen con entereza y dedicación con el sólo propósito de dotar al menor de condiciones de limpieza adecuadas y libres de materias y olores que han de ser eliminados de cuerpo. Todo eso es verdad, pero el momento de la higiene es mucho más que eso y si no somos capaces de verlo estaremos cometiendo un error importante que tendrá consecuencias a largo plazo.
El momento de la limpieza es de una profundidad comunicativa de primer orden y de una intimidad casi irreemplazable, probablemente a la altura de la lactancia materna y casi ninguno más. Hay que mirar, por tanto la secuencia con la altura que merece. Si somos capaces de responder a toda esta amplitud es seguro que estableceremos con los pequeños una relación intensa, gratificante y profundamente confiada que facilitará que los pequeños se sientan seguros y reconciliados con su cuerpo del que gozarán por sí mismos y también por las caricias y atenciones que en los momentos frágiles les puedan llegar de sus adultos de referencia. Entendiendo también que de no ser así y de convertir los aspectos higiénicos en momentos hostiles, distantes y hasta desagradables, cosa que pasa fácilmente, podemos estar induciendo en los niños criterios de aversión y desapego hacia sus cuerpos que quedarán inscritos en sus costumbres para muy largos plazos.
Hacia los dos años, más o menos, si todo ha ido normal, es el momento en que los pequeños se encuentren capacitados para disponer de sus esfínteres a su criterio y ser capaces, por tanto, de dominar los momentos en los que sus deposiciones deban o no salir de su cuerpo. Este es el fondo del asunto. Lo que debe salir de mi cuerpo yo puedo facilitarlo o retenerlo según mi estado de ánimo y según la relación que yo tenga con la persona adulta que está más cerca de mi. Si todo ha ido bien, lo mejor que puede pasar es que se produzcan una serie de intentos o pruebas en unos momentos un poco regulados y, de buenos modos, poco a poco el menor vaya encontrando el camino de su autonomía personal de la misma manera gozosa y valorándolo como una forma de crecimiento, que en su momento fue capaz del destete o lo será en el futuro con otras adquisiciones fundamentales que se han de ir produciendo.
Pero con la misma facilidad con que pueden producirse los avances si todo va fluyendo con normalidad, de no ser así y de encontrarnos con desacoples por causas de la precipitación de los adultos o por que los niños no se encuentren suficientemente serenos para coronar el proceso de autonomía con la seguridad requerida, las cosas pueden llegar a complicarse casi hasta el infinito. Nos podemos encontrar niños que tardan años en controlar sus esfínteres. Pueden llegar a problemas orgánicos incluso que lo justifiquen. Y lo que me parece fundamental. Un proceso mal resuelto puede producir una brecha de desentendimiento muy difícil de cerrar con sus adultos más cercanos.
Es frecuente encontrarse una amplia gama, entre infantes y adultos, que por decisión propia jamás se avienen a control alguno: Ni de esfínteres ni de calidad ni de otra índole.
ResponderEliminarEstos especímenes son los ingobernables.
Con ellos huelgan consejos
Otra cosa es las causas de enuresis nocturna, por ejemplo, verdadero handicap si ocurre en nuestro entorno.
Y sin llegar a casos clínicos originados por patologías diversas. Esos no entran en este capítulo. De momento.
Interesante el tema, cómo no.
Abrazos, Antonio
Me ha encantado, hace tiempo que no leía tu prosa y ahora recuerdo lo interesante y didáctico de tus artículos. Por cierto Feliz Sant Jordi!.
ResponderEliminarRealmente sabes presentar estos temas !
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Hola Antonio:
ResponderEliminarEl baño de los niños momentos de ternura.
Me acuerdo ya de más mayorcitos les ponía juguetes en el agua de la bañera y bañaba a los dos mayores juntos, se llevan tres años. O sea uno tendría 1 y el otro 4.
Era tan divertido.
Gracias por aportar estas enseñanzas.
Un beso, Montserrat
Muy interesante e importante tema para el buen desarrollo psiquico, fisico y emocional de nuestros hijos, y a la vez me causan mucha ternura las imagenes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estoy totalmente de acuerdo. Resalto cuando dices que el acto de la limpieza es un acto de amor y de caricias igualable al de darle de mamar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mercedes.