
No sé por qué me vienen a la cabeza aquellos versos de Antonio Machado: Sabemos que los vasos, sirven para beber. Pero lo que no sabemos, para qué sirve la sed. Tiene que haber alguna relación con el aprendizaje que no alcanzo a conectar, pero siempre que pienso en el tema me surgen los mismos versos y no creo en las casualidades. En la escuela y en la familia no paramos de enseñar cosas a los pequeños, como si tuviéramos prisa y como si su vida y su crecimiento dependieran de nosotros. Pero no es verdad. El papel de los adultos para los niños pequeños es fundamental. Se podría decir que imprescindible. Deben acondicionar espacios, tiempos y situaciones para los niños puedan crecer en buenas condiciones. Pero en ningún caso pueden sustituir la función de aprendizaje, que es específica de los recién llegados.

En otros tiempos o en otras culturas, es posible que los pequeños adolecieran de falta de estímulos para despertar sus sentidos. Esto puede ser un problema porque los pequeños necesitan esas estimulaciones. Hoy, por el contrario, más bien lo que nos pasa es que estamos ahítos de estímulos pero tan ahítos que puede que estemos logrando el mismo resultado que cuando no teníamos suficientes. Porque aparte de los estímulos necesitamos tiempos para poder digerir toda la información que nos llega para poderla incorporar a nuestra estructura de vida. Los rumiantes se pasan mucho rato arrancando hierba con los dientes y almacenándola en su primer estómago, la panza. Pero eso, con ser indispensable, no les alimenta de por sí. Necesitan después tumbarse tranquilos, volver a traer a la boca todo lo que han comido y rumiarlo lentamente para que pueda pasar a los otros estómagos, redecilla, libro y cuajar, para que se pueda convertir en sangre, en músculo, en grasa…, para que puedan digerirlo en definitiva.

Aquí es, probablemente, donde nos encontramos atascados y sin salida. Hoy, casi seguro, nos llega información de casi todo, de sobra. Pero nos falta tiempo de digestión de todo eso que nos está llegando para ver qué podemos incorporar a nuestra vida y qué debemos eliminar de ella. Esa es la función del aprendizaje, esa labor de rumia de todo lo que hemos recibido pera seleccionar lo que nos quedamos y lo que eliminamos. Y para eso, entre otras cosas, lo que necesitamos es tiempo, que se nos permita espacios de intimidad donde podamos tantear una y mil veces qué nos aporta cada información nueva y si nos sirve o no.