Sólo a
título informativo, que el verano termina hoy y hace su aparición el otoño.
Para ser precisos, hoy es el equinoccio
de otoño, el día que se empareja la luz y la sombra, en cierto sentido, el
equilibrio. El dios Kronos se planta en medio del día y de la noche y los
divide a partes iguales. Sólo sucede en el día de hoy y el 21 de marzo con el equinoccio de primavera. A partir de
estas equidistancias suceden uno de los movimientos de la tierra poco nombrado,
el de balanceo, que permite que los rayos solares nos lleguen con un nivel de
inclinación equivalente: hacia el verano en el caso del de primavera o hacia el
invierno en el que hoy nos ocupa. Este balanceo se complementa con las
modificaciones horarias que acentúan las horas de oscuridad en el de otoño, o
las de luz en el de primavera. En pocos días se nos dirá que tenemos que
modificar nuestros relojes una hora, atrasándola en el caso del otoño o
adelantándola en primavera. Muchos protestaremos por las incomodidades de que
nuestros cuerpos se tengan que adaptar a
los nuevos días con menos luz o con más, según el equinoccio en el que hayamos
entrado. Inexplicablemente, las cosas siguen igual y nuestros cuerpos pasarán
unos pocos días con algunas molestias mientras terminan de adaptarse a los
nuevos horarios y todos contentos.
Esta
introducción la justifico porque los días no pasen como si nada. Me parece de
justicia referirnos a la estación por la que pasamos aunque, hasta el momento,
desde junio hemos cambiado poco en cuestión de temperatura donde yo vivo, si
bien los meteorólogos se empeñan en decir que la temperatura está bajando hasta
20 grados. Estoy seguro que tendrán sus argumentos para verificarlo, pero en
este trozo del sur sí puedo afirmar que, dentro de mi casa, mantengo el mismo
nivel de desnudez de hace tres meses. Cuando definitivamente bajen las
temperaturas de verdad, no sé si voy a saber dónde dejé mis pantalones, la
última vez que me los puse. ¡Algo habremos ahorrado en ropa desde entonces!
Igual tenemos hasta que cambiar de talla cuando volvamos a usarlos. ¡Hay quien
se empeña en negar el cambio climático pero a mí me cuesta recordar aquellas
últimas lluvias de marzo y abril, cuyos efectos hemos podido sufrir durante el
largo verano con tantos fuegos!.
Una
vez aterrizados definitivamente en el aquí y en el hoy, la verdadera estación
por la que atravesamos se llama Gaza y
los efectos que nos andamos tirando a la cabeza unos a otros es el de si lo que
allí pasa lo llamamos genocidio o no. Seguramente tiene su importancia y a mí
me parece que se trata de un genocidio monumental el que andan perpetrando las
tropas de Netanyahu, que no es lo mismo que Israel. Estoy seguro que hay mucha
gente que está tan avergonzada como yo, de ver morir palestinos por miles desde
hace ya dos larguísimos años. Concretamente desde el 7 de octubre, desde el día
que los terroristas de Hamás perpetraron un sanguinario atentado en territorio
israelí y desde entonces su primer ministro anda reclamando su derecho a
responder, cosa que nadie le discutió en un
principio, pero que a medida que pasa el tiempo, muchos vamos viendo que
a lo mejor la respuesta se está convirtiendo en otra cosa. Por lo pronto, 65000
muertos palestinos ya parece que podía ser suficiente. Iban a terminar con Hamás
en poco tiempo pero están destrozando Gaza por completo y Hamás sigue valiendo
como excusa para seguir matando y ya han caído casi todas las edificaciones de
Gaza y el gobierno de Israel no ha sido capaz, ni siquiera de poder recuperar a
los rehenes que Hamás había secuestrado cuando el atentado.
Y digo yo, cómo es posible que el mejor servicio secreto del mundo, o uno de los mejores, no hubiera sido capaz de detectar aquella infiltración asesina del 7 de octubre de cuatro aficionados que se colaron en motos y en paracaídas sin ser detectados y pudieran realizar aquella cruel matanza de israelíes a ojos vistas del mundo entero. Seguramente todos sus agentes estarían preparando los miles de móviles que, tiempo después, explotaron en el Líbano y admiraron al mundo por su eficacia. Digo yo que alguien podría haber pedido responsabilidades a tan capacitado servicio secreto por el monumental fiasco del 7 de octubre. A no ser, claro, que las intenciones fueran otras y se estén cumpliendo según lo previsto.
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