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sábado, 6 de septiembre de 2025

LA PATRIA

 


         León el Africano  Granada, 1488 – Túnez, 1554 fue un diplomático y explorador andalusí. Escribió  Descripción de África, en la que describe la geografía del norte de África.

        Cuando la familia de Hasan se vio forzada al exilio, salió de la península ibérica se presume que  entre el 1492 al 1500. Se establecieron en la ciudad marroquí de Fez, donde Hasan vivió su juventud. Recibió una educación privilegiada, como miembro de una familia culta y privilegiada, ya que su padre poseía tierras y posesiones en el Rif y su tío cumplía misiones diplomáticas en nombre del sultán de Granada. Estudió en la mezquita  de Fez Teología y Derecho, llegando a obtener el título de faqih.

En una época de crisis en la que dos grandes imperios pugnan por la supremacía en el Mediterráneo, Hasan, nacido en Granada poco antes de 1492 y más conocido como León el Africano, emprende una extraordinaria peregrinación que, guiado por su pasión de vivir, lo llevará a la misteriosa ciudad de Tombuctú, a los quince reinos negros situados entre el Níger y el Nilo, y a la deslumbrante Constantinopla. Finalmente, sus conocimientos y experiencias, donde se funden la cultura oriental y la occidental, el mundo cristiano y el del islam, serán puestos al servicio del papa León X y de Julio de Médicis.



         Su vida transcurre a caballo entre el Renacimiento y la caída de al-Andalus, entre dos continentes en medio de profundos cambios políticos e históricos.

A su regreso a Túnez, donde vivió retirado sus últimos años de vida, reflexiona sobre su historia y dice a su hijo

A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía.

Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios.



Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Más yo

no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano. Y tú permanecerás después de mí, hijo mío. Y guardarás mi recuerdo. Y leerás mis libros. Y entonces volverás a ver esta escena: tu padre, ataviado a la napolitana, en esta galera que lo devuelve a la costa africana, garrapateando como mercader que hace balance al final de un largo periplo.

¿Pero no es esto, en cierto modo, lo que estoy haciendo: qué he ganado, qué he perdido, qué he de decirle al supremo Acreedor? Me ha prestado cuarenta años que he ido dispersando a merced de los viajes: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión

en El Cairo, mi angustia en Fez, y en Granada vive aún mi inocencia.



Esta es la primera página de LEON EL AFRICANO, hermosa novela de Amin Maalouf. Muchas veces la he leído y ninguna de ellas he sido capaz de terminarla sin un nudo en la garganta. Podría poner muchos ejemplos de hoy pero he decidido ofrecer este de la Granada y de finales del siglo XV,  para demostrar que los tiempos y los lugares cambian pero los acontecimientos se parecen mucho unos a  otros. También se parecen mucho nuestras maneras de analizar lo que sucede: desde quienes son capaces de aceptar distintas actitudes hasta quienes ven una sola salida para valorar lo que sucede. Cuando Hasan tuvo que salir de Granada, su familia llevaba en esta tierra 800 años y un día les dijeron que tenían que irse porque no eran de aquí. Los judíos también lo vivieron en muchos países. Ahora lo están viviendo los palestinos y todos con argumentos parecidos. Hay quien siempre se siente dueño de algo y hay quien, como Hasan o León el Africano, acepta que su patria no es otra que el camino. Yo nunca he podido aceptar la confesión de este viajero granadino sin sentirme concernido e interpretar que no hay más patria que nuestra vida ni más destino que caminar hasta el fin.