Este
tiempo que se está instalando en el mundo desde el 20 de Enero está poniendo a
parir el fondo de las ideologías y las incertidumbres que se veían venir desde
lejos arramblan con todo el descaro y hasta con cinismo desafiante. No por
mucho madrugar, amanece más temprano. Vísteme despacio, que tengo prisa. Los
procesos no son blancos ni negros, sino cualquier matiz de gris de los miles
posibles. Estas sentencias tienen siglos de historia y han valido, en multitud
de ocasiones para afrontar situaciones complejas de las muchas que la evolución
de la convivencia nos ha venido planteando. Nunca hemos creído en soluciones de
hoy para mañana ante cualquier interrogante, del tipo que sea, y sabemos por la
historia que los conflictos, ni se producen de un día para otro, ni se
resuelven de un día para otro.
Evolucionan en una dirección o en otra con el esfuerzo y el trabajo de mucha
gente. Y de toda la vida hemos aprendido a desconfiar de las mentes iluminadas
que, ofrecen soluciones simples a problemas que no son simples. Así, para abrir
boca, conviene decir lo que antecede para mirar, con todo el escepticismo del
mundo, lo que nos está pasando en el último mes.
Cualquiera
que quiera creerse que en horas 24 se pueden firmar decretos ejecutivos a tutti
plen y con una enrevesada firma, las problemáticas pendientes van a quedar
resueltas, está en todo su derecho de hacerlo pero, sencillamente, se está
equivocando. Es cierto que se crean situaciones bastante vistosas, incluso
puede que alguna hasta deslumbrante, pero no se ganó Zamora en una hora y sabemos de sobra que las
encrucijadas peligrosas a las que hemos llegado han sido producto de muchas
decisiones equivocadas y las posibles soluciones que nos puedan llevar a
resolver los graves problemas que arrastramos, no van a entrar en vías de
solución ni con la firma de dios padre, mucho menos con la más brillante
propuesta de cualquiera de sus hijos, por más rubios y listos que sean. No. No
es así cómo se resuelven los entuertos a los que hemos llegado.
Todo en esta vida es susceptible de cambiar, lo mismo a peor que a mejor. No hay que desesperar, por tanto, ni dejar camino viejo para tomar por trocha, por más deslumbrante y cautivadora que nos parezca. Los cambios en profundidad requieren, sobre todo, frío y paciencia, enormes dosis de paciencia. Hay que templar muy bien los nervios y adoptar las medidas que se vayan considerando idóneas para cambiar los rumbos torcidos, pero con todo el tiento del mundo. El riesgo de meter la pata está siempre presente y la posibilidad de volver atrás debemos tenerla al alcance de la mano, si hemos cometido cualquier error, cosa perfectamente posible en cualquier momento. Toda esta complejidad procedimental, por más desesperante que parezca, no puede paralizarnos. Al contrario. La certeza de que estamos en el camino adecuado es la de andar sin descanso, sabiendo que el camino pendiente es infinito, como la vida misma, y que la desesperación es la que no nos conduce por el camino adecuado. Valgan estas incipientes reflexiones para aprender, que es lo que tod
os necesitamos siempre mientras, pasito a paso, vamos abriendo camino al andar.
Hola, amigo.
ResponderEliminarBuenos días.
Siempre es un placer leerte...
Estoy tan asqueada de todo, que no tendría refranes diferentes.
Qué puedo decir que no sea una reiteraciones?
Y no sólo por nuestra actualidad...
Que recuerde, llevamos así toda la vida.
O por pitos o por flautas.
Y la esperanza deja de tener sentido.
Un enorme abrazo hasta tí.
Hola, amigo.
ResponderEliminarBuenos días.
Siempre es un placer leerte...
Estoy tan asqueada de todo, que no tendría refranes suficientes.
¿Qué puedo decir que no sea una reiteración?
Y no sólo por nuestra actualidad... Insufrible.
Que recuerde, llevamos así toda la vida.
O por pitos o por flautas, siempre hemos estado con el alma en vilo. Y harta.
La esperanza deja de tener sentido.
Un enorme abrazo hasta tí.