En
situaciones como la de esta semana yo
quisiera desaparecer del mapa, de lo pequeño que me siento. Íñigo Errejón había
alcanzado un lugar en la escala social, suficiente como para convertirse en
referente de la cultura de esta época. De pronto se nos ha manifestado como un
hombre más, que no ha dado la talla en su relación con una mujer, Elisa, que lo
ha denunciado por haber abusado de ella. Ahora tendrá que responder, si
procede, a lo que el juez dictamine. Pero al margen de lo que diga la justicia,
que, lo hará cuando llegue el momento, personalmente me duele más que Elisa
manifieste en la denuncia su frustración por la lección que ha recibido de
Íñigo, ante un encuentro que ella había aceptado con ilusión y hasta con
expectativas. No me quiero detener en las
importantes consecuencias sociales que se derivan de la enorme lección
de injusticia sufrida por Elisa. No quiero pensar en la lección para su futuro
sobre los hombres y sobre la vida, que carga sobre sus espaldas. Inevitablemente
pienso en el caso Nevenka, que fue el
primero que vivimos y del que parece que no hemos aprendido mucho a pesar de
los más de 20 años pasados. Las lecciones sociales las viviremos todos, cada
uno a su manera.
Estamos
embarcados en una enorme revolución cultural para lograr que tanto hombres como
mujeres alcancemos la categoría de personas,
que
nos incluya a todos y, pese a los pasos significativos que se van dando,
situaciones como la que comentamos nos dicen, sobre todo a los hombres, que nos
queda mucho por aprender y que haremos bien en detenernos y mirar de frente lo
que ha pasado y sus consecuencias. Sé que no van a faltar voces, de hecho ya se
han hecho presentes, que se solidaricen con Íñigo y censuren a Elisa por haber
denunciado. Me parece terrible, después del acoso sufrido, pero en este punto
estamos y no donde nos creemos, cuando nos venimos arriba. Otros voceros ya
suenan contra la izquierda, de la que participa Íñigo y yo mismo, como si estas
injusticias fueran específicas de una opción política de la que ahora es
posible sacar partido, aprovechando el momento de debilidad.
Allá
cada uno con su forma de proceder. Sólo recordar que la película que se acaba
de estrenar sobre Nevenka no se ha podido rodar en Ponferrada, donde sucedieron
los hechos que en ella se cuentan, porque su ayuntamiento, del PP, ha negado el
permiso y se ha tenido que rodar en Zamora. Más nos vale a todos tomar buena
nota del enorme reto de igualdad en el que estamos involucrados y dedicarnos a
aprender, que buena falta nos hace. Se me ha ocurrido sacar de la prensa de
estos días dos casos del mismo estilo para que nos demos cuenta de que en todas
partes cuecen habas y, ante una injusticia como la que nos ocupa, aunque la
justicia hable, si es que tiene que hablar, y cumpla con su papel, el resto de
los mortales reflexionemos y saquemos cada uno las lecciones que podamos,
porque el camino que hemos emprendido es largo y la empresa de aspirar a la
igualdad para que todos nos convirtamos en personas, por una parte merece la
pena y por otra, nos involucra a todos. Desgraciadamente, caeremos en
situaciones parecidas a la que comentamos todas las veces que nuestras miserias
permitan y tendremos que corregir el rumbo y pagar en cada caso los peajes que
correspondan. La empresa nadie dijo que fuera fácil, sobre todo partiendo de
donde partimos.
Podríamos ofrecer muchas más propuestas parecidas, pero he querido ofrecer las que ahora están circulando y podemos tener más cerca, para que aprendamos, que buena falta nos hace. Me cuesta tener que terminar porque se me agolpan otras crueldades que estaría bien ofrecer, pero tendrá que ser en otro momento. También me sucede que ante la magnitud del problema me siento incapaz de ofrecer una actitud que pretende ser equilibrada pero a la vez centrarme en las víctimas, que son las que con más dureza pagan el pato de las miserias colectivas. Ojalá sirvan mis palabras para que reflexionemos y aprendamos.