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domingo, 3 de noviembre de 2019

COLONIA



         En nuestro programa de trabajo había dos momentos, primavera y otoño,  en los que salíamos de colonias con todo el grupo. Al principio era de lunes a viernes, lo que significaba un esfuerzo muy notable, tanto más cuanto que al lunes siguiente había que estar de nuevo al pie del cañón. Reflexionando en grupo descubrimos que el objetivo que pretendíamos, que era que durmieran juntos y lejos de sus familias, lo podíamos alcanzar con dos días y una noche, con un importante ahorro de energía para nosotros. Salíamos un jueves por la mañana y volvíamos el viernes por la tarde. Seguramente ese ahorro estaba directamente relacionado con que nos íbamos haciendo mayores y dosificábamos mejor nuestras capacidades físicas. Pero el principal objetivo se cumplía. Eso era verdad. Me pasé muchos años proponiendo al equipo que me permitieran pernoctar en el mismo cole para que viviéramos la experiencia de no cambiar de espacio, aunque sí de actividad. Siempre se votó en contra y me quedé con las ganas. Años después, mi compañero Manuel Ángel lo ha conseguido. Me alegro por él.

         Cuando se trabaja en grupo hay que asumir que las ideas no basta con tenerlas sino que deben ser compartidas por la mayoría para que el grupo las asuma. Esto es una de las cosas que más trabajo me ha costado interiorizar. Ya es difícil tener una idea pero el verdadero problema estaba en persuadir a los compañeros y no siempre se tenía la paciencia necesaria. El resultado era que cuando una cosa se hacía era del grupo y el grupo en su conjunto respondía de ella, pero también que muchas ideas podían no llegar a realizarse por problemas personales si quien las proponía no gozaba de las simpatías de la mayoría o no la defendía con la consiguiente capacidad de persuasión. Llegaba a resultar injusto y hasta desesperante, pero nadie dijo nunca que trabajar en grupo fuera fácil y si alguien llegó a decirlo no sabía bien de lo que hablaba. He conocido casi todos los niveles de trabajo en nuestra empresa y me siento muy satisfecho por ello, pero ha sido a base de constancia porque mi ímpetu muchas veces despertaba recelos y no era suficientemente persuasivo.

         Otro día nos detendremos en la vida en grupo pero hoy no me resisto a contar la experiencia de la zorra, que pasan los años y no se me va de la cabeza. Habíamos ido de colonias de otoño a Ermita Vieja en Dílar, a unos 20 kilómetros de Granada. Por la tarde, con las linternas en la mano, salíamos de paseo antes de que anocheciera y en un recodo del camino nos sentamos para hacer una asamblea y hablar de lo que veíamos. Estamos dando las primeras palabras y vemos salir a una zorra que se planta en medio del camino por el que habíamos subido y nos mira descarada. Nos quedamos impresionados y callados como muertos. La zorra camina hacia abajo, se acerca a la linde del camino y orina en la hierba. Nos vuelve a mirar y sigue andando hacia el otro lado. Vuelve a orinar y nos mira de nuevo. Repetía la operación y nosotros no abríamos la boca. A los pocos minutos llegó a una curva y desapareció. Alguien dijo: Está buscando novio. Y seguimos nuestro paseo porque la luz del día se iba y teníamos que iluminarnos con las linternas, que era nuestra intención.

         Seguramente de cada colonia tendremos recuerdos de impacto que a poco que hagamos memoria afloran. En su momento cada uno de ellos supuso una experiencia que hizo que cada colonia se diferenciara del resto. Cuando salían de nuestro cole de Infantil, los pequeños habían vivido hasta seis colonias, lo que supone un arsenal de experiencias nada desdeñable. Cada uno podrá hablar de las que más le hayan impresionado pero yo mantengo en el recuerdo la secuencia de la zorra por dos razones. Por parte de la zorra porque nos mostró claramente lo que quería hacer y los pequeños la entendieron. Por parte de todos, el silencio sepulcral que se produjo en aquellos breves minutos, cosa nada fácil, que nos permitieron seguir a la zorra en su cometido hasta que llegó a la esquina y siguió su camino dejándonos a todos con la boca abierta.


2 comentarios:

  1. Ahora que yo ya no hago colonias, porque estoy con los más pequeños de la escuela, la noche en Duende ya no se discute y el próximo jueves la va a hacer Trini, una maestra que sacó la plaza en Duende a la vez que yo me trasladaba a esa escuela.Espero que la experiencia le sea tan gratificante que pase ella también a defenderla cuando yo ya no esté trabajando allí.

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  2. En su momento me costó digerir la negativa del grupo porque siempre me pareció una idea buena. Paro me encantó saber que tú lo habías logrado y lo que mee dices de que Trini también me reconforta por saber que el tiempo se encarga de equilibrar aspectos que en su momento no vimos por cualquier razón. Me alegro, sobre todo, por los niños que vivan la experiencia. Un abrazo.

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