Los
animales me merecen todo el respeto del mundo pero vivo solo en estos momentos
y no tengo la tentación de poner a mi lado uno cualquiera de los muchos a los
que hemos dado en llamar mascotas. Como los perros proliferan
extraordinariamente no puedo sustraerme a seguirlos con la vista. Os invito.
Vestimentas y collares aparte no hay más que observar unos minutos para darnos
cuenta de que van buscando su ritmo y sus intereses en todo momento, como no
puede ser de otra manera. Los paseos se convierten en una guerra completamente
injusta en la que los dueños se dedican a ignorar por sistema los intereses de
los animales y los someten a tirones a cada momento como si estuvieran
interesados en que los perros dejaran de ser perros. En realidad lo que sucede
es que la condición de la mascota no cuenta casi para nada. Sólo tiene sentido
en la medida en que sirve al interés del dueño sin respetar que el ser vivo que
llevamos atado del cuello tiene los suyos, que son tan dignos y tan respetables
como los nuestros.
He
comenzado por el ejemplo de las mascotas, sobre todo los perros que están más a
la vista de todos pero, como es propio en mí, de quien hablo es de las personas
pequeñas. Quizá la playa pueda servirnos como paradigma ya que los núcleos
urbanos han quedado despoblados, se aparca de lujo en julio y agosto, y hemos
trasladado una enorme masa humana al borde del mar. El problema de los pequeños
es en esencia el mismo que en las ciudades: nadie los escucha. Un perro se para
a oler porque los perros huelen por naturaleza y el dueño se impacienta y le da
un tirón de la correa para convertirlo en alguien que obedece, tenga las
inclinaciones que tenga por naturaleza. Algo así les pasa a los pequeños. Tanto
en la playa como en cualquier otro espacio su verdadera obligación es la de
obedecer. Lo de menos es si necesita un espacio determinado para jugar con el
agua, por ejemplo. Lo que cuenta es que no moleste y que el ritmo dominante de
los adultos sea el que se imponga en última instancia.
Los
perros me sirven como ejemplo de sometimiento pero el sistema es perfectamente
idéntico al de cualquier otro sometimiento como suele ser el de los pequeños.
No ignoramos que el agua es un elemento extremadamente apetecible para los
niños. Muchas veces llegamos a pensar que no se cansan y tenemos que sacarlos
cuando ya les vemos la piel arrugada de tanto tiempo en contacto. Es verdad que
les apetece pero no es menos cierto que parece que llegan a poseer el agua a
escondidas o a ratos o a pesar de la persecución sistemática a la que los
sometemos: no salpiques, no tires piedras, ten cuidado que cubre, ven que te
eche crema, no me mojes que me molesta…, y apreciaciones por el estilo. Con
este ritmo normativo los pequeños terminan abrazando el líquido elemento como
si se tratara de una tabla de salvación que les permite evadirse un poco de
nuestro circuito de ordeno y mando y se abandonan al gozo del agua con
desesperación porque saben que no les va a durar a su alcance ni mucho menos lo
que desean o necesitan.
Al final
el asunto está en quién manda en cada momento y con cada elemento. No voy a
cometer ahora la ligereza de sugerir que sean los pequeños los que manden
porque ya es sabido que, sea con el agua o con cualquier otro orden de la vida,
su capacidad no está preparada aun y somos nosotros los adultos los
responsables de hacer que crezcan en armonía y que vayan alcanzando sus plenas
capacidades a su tiempo. Lo que sí es fundamental es que nos demos cuenta de
que son seres capaces con el agua y con todo y que nuestra función debe ser la
de ayudarles a que sean cada día más capaces, no la de cortarle las alas en el
momento en que veamos aparecer el primer plumón. Estos procesos de evolución se
han de conseguir armonizando los ritmos de cada uno. Es normal que el ritmo del
abuelo no sea el mismo que el del padre o el del hijo, pero sí tenemos que ser
conscientes de que todos los ritmos son legítimos y respetables. Cada uno debe
tener su espacio de realización porque todos tienen sus derechos. La vida no es
de amos y de criados sino de personas libres que tienen que convivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario