Cuando
los textos que aquí voy dejando gota a gota tienen una referencia inmediata a
la realidad concentran una fuerza especial ligada al acontecer diario. Lucía ya
me había avisado que nuestras escuelas estaban organizando algo. Era suficiente
para que yo me hiciera presente a eso de las doce de la mañana en La Fuente de
Las Batallas, en pleno centro de Granada. La excusa, el Día del Libro, que no
era ayer sino hoy. Había varias casetas anunciando novedades y confiando en
poder ofrecerlas al público durante todo el fin de semana. El propio vagón de
ludoteca de la Fundación también estaba allí a la espera de que las familias
llegaran con sus pequeños, pero el punto de vida no era más que unos telones de
techo separados por unas paredes a base de colores y de hilos de lana que
separaban y que unían al mismo tiempo. Allí estaba, la vida y el trabajo
coordinado de un montón de gente, empeñada esta vez bajo la bandera de que la
etapa de 0 a 6 años sea una y tenga unidad educativa y los poderes públicos no
permitan que los primeros años, de 0 a 3 se separen definitivamente del ciclo
educativo.
Tuve
la tentación de que la primera foto hubiera sido una hermosa barriga que vi por
allí formando parte de un cuerpo joven de madre que ya andaba buscando un lugar
adecuado en el mundo para su retoño, que estaba a punto de ver la luz de un
momento a otro. Me quedé con la gana. Otro día será. Esta vez prefiero
mostraros la pancarta que da sentido a la vieja lucha, nunca ganada pero hasta
el momento tampoco completamente perdida y me puse a dar vueltas por aquellos
rincones y saludando aquí y allá a una serie de personas con las que he
compartido mi vida y que, llevan en su mente una parte de mi lo mismo que yo la
llevo de ellas, unas veces para bien y otras para mal, que de todo tiene la
convivencia. Ahí andamos y aunque los cuerpos que nos sustentan están cada día
más arrugados, las familias que se sienten convocadas y sobre todo sus frutos
recién paridos son los mismos retos que nos hablan de vida, de esfuerzo nuevo y
de futuro y exigen de nosotros la misma frescura que hace años porque ellos no
entienden de guerras que no pasen por su vida.
No
eran grandes los recintos amurallados por hilos de colores pero todos despedían
calor, cercanía y conciencia de que el objeto del esfuerzo no subía más allá de
un par de palmos, como siempre y éramos los adultos, como siempre, los que
teníamos que bajar de nuestras alturas y alcanzar la talla de ellos y la medida
de ellos porque el trabajo de preparación del acto estaba como siempre hecho a
su medida y para que los pequeños, los más pequeños, se sintieran una vez más protagonistas y o
bien solos si era posible o con sus familias como soporte, lo más frecuente,
vivieran con nosotros un rato de sábado en recuerdo de los libros, esos
artículos que tienen hojas y dentro miles de historias que vivir y que soñar.
Allí me quedé un momento escuchando a Manuel y a Víctor leyendo cuentos de un
libro que tenían entre manos y que mostraba imágenes para que los pequeños
vieran de dónde salían las palabras.
El
circuito se acababa pronto y Conchi nos despedía con su sonrisa a todo el que,
una vez visitado cada uno de los espacios a su gusto, decidía seguir
recorriendo la ciudad una hermosa mañana de primavera. Nunca fueron nuestros
acontecimientos grandes en extensión. Seguro que sí en hondura y este también
lo fue. No había más que mirar los ojos de los pequeños para tener la certeza
de que se sentían en un espacio amigo, que estaba montado para ellos y que en
esta ocasión con la excusa del Día del Libro, también buscaba su cercanía para
que aprendieran a gozar con otros compañeros y de la mano de sus familias.
Le cedo la palabra a mis alumnos con el cuento que leí en esa carpa: CAPERUCITA AZUL Y SU AMIGO EL LOBO
ResponderEliminar(Silvia) Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Azul (Carmen) que se fue a la casa del lobo (Maia) y el lobo le puso un pastel (Alba) y se lo comieron (Maya) y jugaron al pilla pilla. (Vega) Un cazador iba con la abuelita (Bruno) y vieron al lobo (Olmo) y el cazador se asustó y se fue a su casa (Erin) y la abuelita llamó a un policía (Famara) y el policía cogió al lobo (Julieta) y Caperucita le dijo “Eres malo, policía” (Nicolás) y el policía soltó al lobo (Fernando) y se pusieron a jugar los tres (Pablo) y empezó a llover (Mar) y jugaron con los cochecitos (Esteban) y ya acabó de llover (Andrea) y había charcos de barro (Ángela) y saltaron en ellos (India) y se bañaron (Leo) y vino otra vez el policía (Julia) y llamó a la mamá (Martín) y les dio en el culo.
Leo esa propuesta de cuento colectivo que nos ofreces en la boca de los pequeños que te rodeaban y pienso en el tenderete maravilloso que montasteis a base de hilos de colores. Me quedó la idea de que había estancias diferenciadas con actividades distintas en cada una de ellas, pero las paredes tan originales también unían y ofrecían una labor de conjunto. Una vez más verifico lo costoso que es construir y lo fácil que es destruir. Ánimo y que no decaiga, amigo. Un abrazo
EliminarLa felicicidad posiblemente no culmine con un libro
ResponderEliminarpero seguro que el libro es la base inequívoca de averiguar dónde hallarla
Feliz Día de San Jorge
Feliz día del Libro con todas las consecuencias
Bss
No quiero pontificar. Cada día menos. Pero una vez más estoy de acuerdo contigo de que en cada hallazgo digno del género humano hay un libro cerca, unas veces como fundamento, otras como colaborador necesario. Viva el libro. Un beso
EliminarEsos libros abren muchas mentes infantiles...
ResponderEliminarSaludos
No tengo seguridad hasta dónde vamos a llegar con las nuevas tecnologías que atrapa a los niños -y a los grandes- restándoles vida interior, espontaneidad. En cambio, los libros (bien escogidos) son el futuro de paz y de equidad. Creo yo.
ResponderEliminarAbrazos.
estaba llenísimo!! pena no haberte visto, los compañeros increibles todos, los padres, niños, niñas
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