Insistimos
una vez más que ningún tiempo pasado fue mejor, lo que no quiere decir de
ningún modo que todos los tiempos que en la historia han sido, incluido el
presente, lleven en su trayectoria luces y sombras. De los problemas internos
que los niños han vivido cuando en su familia había un matrimonio indisoluble
creo que hemos hecho mención ya o cualquier día nos meteremos a fondo, pero
hoy, al hilo de las noticias que han aparecido esta semana sobre algunos niños
secuestrados por uno de sus progenitores y trasladado a un país que no es el
que han vivido, sin consentimiento judicial ni del otro cónyuge. Parece que las
desavenencias de los cónyuges hay que dirimirlas a niñazo limpio.
Repito
que de ningún modo quiero poner de modelo el matrimonio indisoluble, que vaya
tela lo que lleva dentro su indisolubilidad para los pequeños. Ese no es hoy el tema. Hoy el tema viene a
que las personas que en un momento dado unen sus vidas pueden o no perdurar en
el tiempo. Si perduran armónicamente, pues tan panchos pero si llega un momento
en que la convivencia se hace imposible y deciden separarse pueden hacerlo con
alguna facilidad si están solos, pero si hay niños de por medio es obligado el acuerdo para que los niños puedan seguir sus
vidas con la menor cantidad de variaciones posibles. En ese caso son los jueces
los llamados a mediar y establecer la mejor fórmula de vida para los menores.
Durante años, estoy seguro que de buena fe, se ha pensado que los pequeños en
general estarían mejor con la madre y muchos miles de padres se han visto
privados de sus hijos y han mordido el polvo de tener que verlos en contadas
ocasiones o en condiciones muy desventajosas. Otros ni siquiera se han planteado la necesidad y,
sencillamente, han pasado de sus obligaciones y han seguido sus vidas como han
podido.
El
paso del tiempo ha dicho que podía haber una mejor solución estableciendo
custodias compartidas, que antes eran muy excepcionales, de una manera más frecuente y que sea la propia
pareja la que se responsabilice en igualdad de circunstancias de la crianza y
de la manutención de los pequeños para que ellos crezcan bajo la influencia de
su padre y de su madre en condiciones de igualdad. Cualquier separación plantea
unas dificultades evidentes porque son dos criterios que tienen que contar con el mismo derecho y dirigirse ambos hacia
el mejor desenvolvimiento de la vida del menor, que es el que tiene que ser
protegido en primer lugar. Sin creer mucho a estas alturas en las soluciones
ideales, en general me parece que se trata de la propuesta más justa para
defensa de los derechos y de los deberes de los dos cónyuges y del menor o de
los menores. Falta, quizá, por ver qué nos depara el paso del tiempo cuando se
generalice esta fórmula pero en principio parece más razonable.
Un gran problema el que planteas en tu publicación y una dificil situaciòn, amparada por las propias leyes, lo que sufren estos niños.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Aunque has sabido exponerlo magistralmente...la situación familiar es la piedra angular en la educación del niño!
ResponderEliminarGenial tu homenaje a Paco de Lucía
Saludos
Mark de Zabaleta
Vengo de pasar el puente con mi hija, de cuya madre me separé en 1979, cuando mi hija tenía dos años, así que el tema me toca de cerca. En estos años he visto en mi entorno todo tipo de modalidades de separaciones, con o sin divorcio, con o sin acuerdo... y al final todas son lo que tú dices: un drama. No se me ocurre ninguna solución general; cada caso requiere la suya propia, y siempre será el mal menor el que se conseguirá, porque el mal grande: la pérdida de la seguridad que da el entorno familiar en el que el niño ha nacido y crecido, nunca se arregla.
ResponderEliminarSeguramente de este tema tú sabes más que yo porque lo has sufrido en primera persona. En mi caso, como sabes, en ninguna de mis dos separaciones, aun habiendo hijos de por medio, se ha visto complicada por la distancia insalvable por mas que la segunda, con mi Elvira en Salobreña me haya hecho convertirme en taxista aficionado de la playa a Granada y de Granada a la playa, va ya para nueve años. Seguramente casa caso es único y como tal se ha de tratar, siempre en beneficio del menor que es el inocente en toda trama de conflicto. No sé por qué no entendemos que los hijos no son nuestros aunque nosotros seamos los responsables de ellos durante unos años. Cuánto nos queda por aprender. Un abrazo
Eliminareste aviso para navegantes pone en tela de juicio la disolubilidad /indisolubilidad del matrimonio.
ResponderEliminarcomo también, a mi parecer, la escasa relevancia del criterio de un juez o una jueza en el delicado asunto de separaciones cuando lo crucial debería ser la seguridad de los hijos afectados directa, y casi exclusivamente, por la separación de los padres.
en fin de cuentas, aquellos, los hijos, serán los sufridores. Sufridores son igualmente en los casos de orfandad. Aquí no cabe trauma ni drama. Sencillamente todo puede tornarse tragedia.
Nada es eterno. Menos, la dicha pueril del 'para siempre', Antonio
Bs