No he estado en Somalia. Tampoco quiero estar en Somalia ni quisiera que en estos momentos estuviera nadie en Somalia, sobre todo en los campos de refugiados. Mucho menos en los campos que se erigen junto a los campos de refugiados y en los que se instala la gente hasta conseguir una plaza en los campos de refugiados. Cuando acceden a los campos de refugiados, parece que ya consiguen el estatus de dignidad porque tienen las galletas esas que les fabricamos y que les garantizan que no se van a morir de hambre, un techo de lona y un espacio interior donde cobijarse, así como una mínima asistencia médica continuada. Poco menos que el paraiso.
Lo malo es que no hay plazas para todos y fuera de los campamentos se encuentran miles de personas llegadas de sus poblados, algunos a cientos de kilómetros, huyendo de la guerra y del hambre y habiéndose dejados por el camino a los más viejos, a los enfermos o a los niños con los que ya no podían tirar a medida que las fuerzas iban flaqueando. Estas personas se instalan sin control alguno, condenadas a su suerte, mientras esperan una plaza que les garantice la vida en sus umbrales más elementales. Mientras tanto, sólo pueden mirar y andar de un sitio a otro, quitándose el hambre a manotazos y buscando la dignidad junto a cualquier plástico, cualquier pedrusco o cualquier mirada compasiva de nadie sabe quién.
Iba a pasar de este tema y seguir con los aspectos que considero de interés en la crianza der los más pequeños, pero el nombre de Somalia se me ha metido entre las cejas y no me ha permitido continuar sin echar, aunque sólo sea desde aquí y así, por encima, una mirada a esos despojos que se han quedado en el camino, seguramente con sus nombres y con la mirada de sus familiares, mientras se perdían en el horizonte sin saber si iban a llegar a los campamentos o a las pocas horas no iban a ser ellos mismos los que tuvieran que instalarse en el santo suelo para ya no levantarse jamás.
Es seguro que las verdades del mundo son muchas y seguro que verdaderas todas ellas. Yo no voy a negarlo. Pero tendreis que coincidir conmigo que parece como de risa que con esta mirada a Somalia, como seguramente que a otras miserias, de las muchas que asolan la tierra, se nos convierte en un sarcasmo hablar de crisis, de nuestra crisis digo, de los problemas que nos aquejan, a nosotros digo, y de la dificultad de encontrar las soluciones idóneas y en el tiempo preciso, para nosotros digo.
Es inútil y ridículo decir que con lo que se gasta en un día de guerra, todo esto podría estar resuelto, al menos en sus aspectos más sangrantes. Es verdad pero yo creo que todos lo sabemos. Mucho más aquellos que disponen este estado de cosas y que ordenan los cañonazos cada día. Me resulta casi impensable que este estado de cosas esté compartiendo realidad con nuestro mundo, tan preocupado en estos momentos, y con razón, en el sobrepeso de los niños. Seguro que todo es verdad, que todos los problemas son reales y que no se puede ignorar ninguno de ellos. Lo que sí me queda como certeza es que a los de Somalia, como a tantos otros: Haití,… no va a llegar nuestra conciencia, tan pendiente como se encuentra con los nuestros de gente rica que muchas veces hasta se los tiene que inventar para no caer en la desesperación.
Buenos días Antonio:
ResponderEliminarCruda realidad de la que muchas veces ni nos enteramos o no queremos enterarnos esta Sociedad de consumo.
Por lo menos hoy intentaré no quejarme, aunque lo hago muy poco.
Gracias por esta entrada tan solidaria.
Besos, Montserrat
Es terrible esa realidad, que aunque conscientes, tenemos tan alejada.
ResponderEliminarLo que ocurre es que esto depende de las deshumanizadas grandes potencias, poco podemos hacer nosotros (al menos eso creo)
Por otra parte no es menos cierto que cada uno vive "su yugo", y está bien intentar "arrancárselo". Nuestra "crisis" es de países "desarrollados", y nace de la explotación descarada de nuestros bancos y políticos.
Un abrazo
Mercedes
Lo triste es que muchos sabios Economistas puedan seguir publicando sus Teorías para optimizar los rendimientos empresariales/financieros/sector público....
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta
Es verdad que a veces me siento deprimida y con las tontadas éstas que si las miras como tú dices, son simplemente "depres de niños ricos", comparados con ellos; puedo avergonzarme y lo hago, y sin embargo ¿por qué no sabemos qué hacer? ¿Qué podríamos hacer, cómo unirnos, cómo exigir que ese asqueroso dinero que se usa para tantas porquerías vaya adonde puede de verdad curar esas heridas? Podemos desgañitarnos gritando contra los que tienen y no ayudan, pero si podemos hacer algo de verdad, quiero saberlo, creo que todos o muchos querríamos de verdad saber cómo.
ResponderEliminarUn abrazo, volveré.
Tremenda entrada, la imagen de la madre alimentando dos bebes a la vez, me ha puesto mal, hay realidades tan crudas que si no lo ves casi no lo crees, injusticia tienes una cara horrible que se llama miseria y esta en Somalia y en otros paises, un abrazo,
ResponderEliminarMark, de donde se deduce que no hay modo de hablar de realidad, siempre compleja y cambiante. Cada uno está mirando la suya y en ese momento está dejando de ver el conjunto. Un abrazo
ResponderEliminarInteresante
ResponderEliminarDespués de una larga ausencia, regreso...un placer leerte de nuevo. Besos!!
ResponderEliminarHola amigo,
ResponderEliminarMuy terrible!!!
Màs como siempre escribes con tanta claridad y objetividad temas tan delicados del mundo en la triste realidad de muchos.....Un abrazo.