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domingo, 16 de octubre de 2016

DISTANCIA


         Hasta donde sé la manifestación de afecto es la cercanía, la caricia, el susurro, el beso y la satisfacción de los cuidados que la persona dependiente necesita: alimentación, limpieza, vestido y sueño. Creo haber  contado en alguna ocasión, y si no ahí va, cómo un policía sacó esposada a una pequeña de cinco años que gritaba desconsolada porque era la hora de salir y su madre no había llegado. El centro no encontró, al parecer otra medida ante el mosqueo de la pequeña, que llamar a la policía y ésta interpretó que las esposas eran la mejor solución. Aunque lo parezca no creo que nos hayamos vuelto locos. Sencillamente tomamos un camino y, andando andando, cuando nos damos cuenta nos encontramos con que nos ha llevado a aberraciones de ese calibre.

         Nada sucede porque sí ni de la noche a la mañana. Hace años los niños vivían en la calle y era normal. Hoy, tratando de ofrecerles un clima más seguro, los pequeños viven recluidos en sus casas y para salir de ellas lo razonable es que lo hagan acompañados y a visitas controladas. Consideramos que esa vida es mejor, lo que no quiere decir que no tenga sus problemas. Los niños que viven en la calle, que los hay por millones en todo el mundo forman parte del drama general de la miseria y del abandono sin que su situación tenga nada que ver con ninguna forma de educación sino sobre todo con marginalidad. No creo que haya que argumentar demasiado el drama del abandono infantil y la ausencia de servicios por parte de los poderes públicos para que dispongan de unas mínimas condiciones de vida. Pero no decimos nada del régimen cuartelario en el que viven los que disponen de posibilidades materiales y muchas veces sólo de eso.

         Hemos primado la seguridad por encima de todo de tal manera que no sé si nos estamos dando cuenta de que estamos alcanzando cotas inusitadas de aislamiento y de incomunicación, como si las condiciones materiales por sí solas garantizaran la sensación afectiva de gozo y de la cercanía física imprescindibles para sentirse querido y para valorar la situación de vida como dichosa. Y parece que no tiene mucho que ver una cosa con la otra o, al menos, no hay una relación directa entre la satisfacción de las condiciones materiales y la sensación interior de sentirse una persona aceptada y querida. No quiero dar a entender que el empeño por conseguir mayores cotas de seguridad sea algo que haya que desecharse. De ninguna manera. Lo que sí digo es que ninguna particularidad en la vida, por sí sola,  es capaz de suplantar al conjunto de aspectos que son imprescindibles para lograr una sensación de bienestar, que está compuesta de muchas particularidades que han de producirse a la vez y en armonía.

         Aunque en este momento no tengo responsabilidades profesionales con la primera infancia lo cierto es que no soy capaz de imaginar el desarrollo de un proceso educativo en los primeros años de la vida que no pase por la cercanía física, por el roce, por las caricias, por los besos,  al mismo tiempo que por una responsabilidad en la disciplina, indispensable para que las normas básicas de la convivencia sean respetadas y todo el mundo entienda que necesitamos cumplir una serie de obligaciones si queremos vivir juntos. Lo que pasa es que si lo que vamos buscando es la seguridad absoluta y a ella estamos dispuestos a sacrificarlo todo, no me extraña que cualquier día nos veamos esposando a cualquier pequeño, sencillamente porque no nos obedece cuando nosotros queremos. No creo que aquel poli tuviera sensación de estar haciendo algo malo o inadecuado. Sencillamente no encontró otro recurso que estuviera en su mano para salir del embrollo en que lo había metido el centro que reclamó sus servicios.      


domingo, 9 de octubre de 2016

DEBERES


         Con el paso de los años me voy dando cuenta de que en educación como en moda o como otros aspectos, presentes en el devenir de la existencia, se van haciendo recurrentes. Siempre están presentes  aunque en unos momentos se acercan, en otros se alejan, se hacen prioritarios o casi desaparecen del discurso dominante. Así vemos modas que se vuelven a ver y que rompen,  cuando nacieron hace veinte años. Lo mismo pasa, por ejemplo, con el tema de los deberes entre los asuntos que conciernen a la vida escolar y ahora es un tiempo en el que hablamos de deberes por España como si el tema fuera nuevo y nunca hubiera estado en el candelero.

         Hoy lo que toca es decir que no hay que echar tantos deberes a los niños porque son demasiadas horas con la escuela a cuestas entre las horas de clase y la gran cantidad de encargos que han de cumplimentar en sus casas para llevar al día la cantidad de estudio que se les propone. Se adjuntan una serie de argumentos de índole psicológica por los cuales conviene seguir los consejos de eliminación de deberes, sobre todo en los primeros años de la escolaridad. No seré yo precisamente el que se ponga a defender los deberes aquí, cuando no los he defendido nunca ni se los he puesto a mis alumnos. Lo que sí hago es reirme conmigo mismo y reconocer que nos repetimos  más que las campanas del reloj de la iglesia de mi pueblo, que siempre  da las horas por dos veces por si no nos enteramos con la primera vez.

         Alguien que tiene influencia en el discurso dominante parece haberse dado cuenta de que no es verdad que el llevar a casa cada tarde una serie de obligaciones extras no quiere decir ni que aprendas más, ni que saques mejores notas, ni que tu educación sea más competitiva en los distintos ranquin s  internacionales que salen a la luz cada año y en los que, al parecer, no mejoramos demasiado por más deberes que impongamos. Pero esto a mi me suena ya a viejo. Allá por los setenta recuerdo una guerra parecida en la que los jóvenes maestros que nos habíamos incorporado a la docencia hacía poco logramos que desapareciera del mapa el concepto de deberes y los estudios dirigidos a los que se sometía a los pequeños como suplemento de sus actividades regladas. A los premios nóveles que habían de salir como resultado de tanto sudor nos cansamos de esperarlos en aquel tiempo y parece que ahora también nos hemos dado por vencidos.

         Es más, las cabezas más laureadas ,  que aportaron y siguen aportando hitos para el progreso científico o de cualquier otro tipo, fueron en su momento y lo siguen siendo hoy, personas que cubrieron su etapa de educación primaria, ignorados o enfrentados claramente a la estructura y no brillaron o progresaron directamente  marginados de los planes de estudios sin que el conocimiento de sus casos concretos parezca habernos llevado a algún tipo de reflexión que nos conduzca a modificar en alguna medida la estructura educativa en la que nos desenvolvemos. Con lo cual, lo único que con tanto vaivén parece que vayamos a conseguir es un pan como unas hostias, arreglar ahora, una vez más el asunto de los deberes para calmar los ánimos y esperar a que pasen otros pocos años hasta de que de nuevo nos pongamos a competir sobre quién sabe leer más y más pronto, si mi niño o si el vecino de enfrente.

         Seguiremos con nuestro discurso convencional y cuantitativo hasta que de nuevo nos demos cuenta de que nuestros nuevos niños se encuentran agobiados por desenvolverse en la estructura escolar que no entiende otras razones que de las de ofrecernos a los adultos una vida cómoda, aunque, como siempre, ignore a los pequeños y a sus manera de progresar y crecer.  


domingo, 2 de octubre de 2016

AVENTURA


Los nombres que aparecen aquí son reales. Me interesa que así sea para que yo asuma la responsabilidad de que estoy hablando de sucesos reales y de personas concretas. Al mismo tiempo aspiro, lo he dicho otras veces, a que mis textos tengan la credibilidad para quien se acerque a ellos de ser referencias ciertas de la vida. Como mis hijos son mis críticos más implacables, cosa que  agradezco para que no se me suban los humos, me objetan que alguien de los referidos se pueda sentir molesto. Hasta ahora no se me ha presentado ningún caso así pero si alguien me objetara preferiría decir que cualquier referencia con la realidad es pura coincidencia para que no se sintieran aludidos aunque el contenido creo que seguiría siendo el mismo.  De ese modo es como puedo pensar que estos trabajos y reflexiones tienen algún valor para mí.

         Maika acaba de tener una hija que le ha cambiado la vida a ella y a su familia. Todos los hijos lo hacen de alguna manera, pero la de Maika ha surgido a este mundo para poner a prueba a sus padres, al mundo, a la ciencia y seguro que también a ella misma y a la resistencia humana. Salió del hospital después de advertirles a los padres que no contaran con ella porque no tenía las condiciones mínimas compatibles con la vida y, desde que se encuentra en casa, cada día es un poema, como un mundo ganado para la vida. Estoy seguro que si en los primeros momentos la niña hubiera fallecido su familia hubiera sufrido un enorme desgarro pero también estoy seguro que cada día que pasa, si se produjera la muerte el desgarro sería más dramático porque ese ser que ha llegado a este mundo con tantos problemas para la actual medicina se va dotando de fuerzas para agarrarse a la vida que no le llegan precisamente de los conocimientos médicos, que por supuesto que tiene los últimos avances a su disposición, sino por el afecto que recibe y que hace que esa persona disponga de argumentos para seguir viviendo.

         Podríamos  detallar  los problemas por dar una idea de lo que hablo pero quizá no aporte mucho al contenido de lo que quiero enfatizar que no está relacionado con los avances de la medicina, bien conocidos por todos, aunque depende mucho del lugar donde hayan nacido. Hace dos día veía cómo un soldado rompía a llorar desconsolado cuando se vio con otra niña de un mes en los brazos que acababa de sacar  de los escombros de Alepo después de uno de los interminables bombardeos. Estoy seguro que cada contendiente en este cruel y larguísimo conflicto tendrá sus argumentos para sostener sus posturas pero no puedo entender qué argumento puede justificar una secuencia como esa. Podríamos poner más ejemplos de los dramas que nos azotan hoy y que no se fundamentan más que en la injusticia y en la crueldad. Quiero volver a la hija de Maika  centrándome en la aventura tan brutal que con ella ha entrado en esa familia y por extensión en todos los que van a tener relación con ella cada día de vida que cumple. Supongo que puede bastar como información el saber que los médicos le han insistido a la familia que no cuenten con ella.


         La vida es un milagro en cada caso. Algunos venimos diciendo algo parecido desde hace muchos años y lo hacemos desligándolo  de cualquier relación con las deidades que, con todo el respeto a quien no piense como nosotros, no nos incumben. Pero si cada ser humano es un milagro, que lo es por la cantidad de posibilidades que tiene para frustrarse y aquí tenemos al planeta abarrotado de milagros, ahora que tan de cerca me llega la problemática que aporta la hija de Maika, no se me ocurre más que ratificar la afirmación y ser consciente de que cada día de vida para esta niña es una aventura para todos, especialmente para los suyos.


domingo, 25 de septiembre de 2016

PRINCIPIO


         Junto a la puerta de mi casa  hay una frutería de la que me nutro habitualmente y mantengo una relación frecuente y fluida con las tres dependientas. Una de ellas está de baja porque acaba de parir hace un par de meses,  después de un embarazo complicado a lo largo del cual ha engordado muchísimo. No puede dar el pecho a su hijo que pesó menos de tres kilos al nacer porque los medicamentos que está tomando pueden afectar a su leche materna. Casi todos los días se pasa por la frutería con el carrito y con el bebé. Sus compañeras me dicen que está insoportable, que parece que nadie ha tenido un hijo hasta que lo ha tenido ella y que no hay más niño en el mundo que el suyo.

         Afortunadamente algunos usamos tiempo para hablar  con las dependientas de la frutería. Podemos preguntarnos por la salud y contarnos en cómodos plazos cotidianos las incidencias de nuestras vidas. Ahora se lleva la palma el hijo de la Johana porque todos los días aparece en algún momento y no para de contarnos la vida y milagros de ella con su hijo y de su hijo con ella. Las compañeras están hasta el gorro porque parece que no ha nacido ningún hijo en el mundo más que del suyo. Sé que no me pueden escuchar ni ellas ni la madre del recién nacido pero yo intento añadir detalles de los pequeños por si sirviera,  pero me doy cuenta una vez más que Johana, la madre primeriza,  no me escucha. Quizá no puede escucharme o tal vez es eso exactamente lo que tiene que hacer. No ve nada en estos momentos que no pase por su hijo. Las propias complicaciones de su embarazo, que no han sido pocas,  hacen que todavía se vuelque más en su hijo y sus compañeras, aunque no se lo dicen a la cara,  se quejan de que parece que no hay otro niño en el mundo  más que el suyo.

         Estoy seguro de que no es verdad pero tampoco es mentira. En la vida de una persona desde que es concebida se reproduce en cierto modo la historia del género humano y cada uno hemos sido lo único en el mundo al principio de nuestra vida. Nuestros apegos afectivos se han fundamentado en que para alguien hemos sido lo más importante del mundo y lo único. El paso del tiempo nos ha ido cambiando de lugar en la relación con los otros. Hemos ido aprendiendo que no éramos lo único que había en el mundo pero esa sensación de ser lo único nos ha fortalecido y nos ha aportado la seguridad imprescindible para crecer. El refrán nos dice que no hay mal que cien años dure, ni bien tampoco. A medida que crecemos, tanto nosotros como quien nos cuida,  nos vamos dando cuenta de que el mundo sigue ahí, que no somos el mundo pero que sí formamos parte del mundo y vamos asumiendo nuevos equilibrios en los que nuestro papel dentro del conjunto va cambiando.  De ser lo único que existe en los primeros momentos, por un proceso de desgarros permanente, nos vamos alejando de ese centro inicial mentiroso pero imprescindible para ocupar cada día un papel más alejado hasta llegar a ciertas edades en las que, sencillamente, desaparecemos del mapa.


         Sin embargo las primeras sensaciones no se olvidan jamás. La buena educación sería la que fuera capaz de ir aceptando los distintos papeles que la vida nos tiene reservados a medida que nuestro tiempo va pasando y llegado el caso, desaparecer sin dramatismo sino como parte de un proceso natural. En cierto modo eso es lo que hacemos, aunque no siempre de buen grado. Lo que más echamos de menos son justamente esos momentos en los que hemos sido todo para alguien y en cualquier época de nuestra vida podemos reclamarlo con pasión como si fuera el momento más deseado y que nunca terminamos de olvidar.


domingo, 18 de septiembre de 2016

CONTRASTES


El lunes pasado, día 12 se habló de record histórico de temperatura en un mes de septiembre 40 grados y dormí destapado y con la ventana abierta. Al día siguiente, martes nos encontramos con 20 grados menos. Imposible para el cuerpo adaptarse a semejante diferencia. Tuve que salir a cenar con unos amigos de Cantabria y no supe qué ropa ponerme. Pasé frío en la calle, llovía para más inri después de más de dos meses sin ver una gota y cuando volví a la casa era curioso que en la calle casi tiritabas y dentro de la vivienda los materiales no habían tenido tiempo de adaptarse a la nueva situación tan repentina y seguía haciendo el mismo calor que el día anterior. Calefacción natural, al menos durante unos días hasta que el fuerte frío se modere, como ha pasado, y el calor se vaya de los muros poco a poco, como está pasando también.

El comienzo del curso en medio de esta enorme amplitud térmica tan repentina que fácilmente puede dar lugar a resfriados masivos porque ni siquiera la conciencia de las familias se acopla a las situaciones de la noche a la mañana en sentido literal. Supongo que todos los lugares tendrán en momentos determinados cambios bruscos pero sí tengo claro que esta Granada en la que vivimos es un poco ciudad de contrastes, de grandes contrastes.  Aunque este año se haya notado de manera especial, no es raro vivir en el plazo de un día, amplitudes térmicas de más de 20 grados y los cuerpos no pueden estar preparados sin resentirse para semejantes vaivenes. Muchas veces nos pasa que vas a salir a la calle y no sabes lo que ponerte porque seguro que vas a encontrar inadecuado parte del vestuario en algún momento del rato que vas a permanecer en la calle. Y esto hace que las personas nos formemos un poco dentro de esas condiciones y asumamos una personalidad de contrastes también porque a fin de cuentas somos una unidad con el contexto en el que vivimos.

Yo hablo de este espacio y de sus caracteres límite pero estoy seguro que cada uno podría contar situaciones parecidas de su contexto vital. Recuerdo de estudiante cuando se nos contaba que los niños rusos tenían recomendado abrigarse convenientemente pero salir a la calle cada mañana al menos media hora con temperaturas de menos 20 grados en invierno para que sus cuerpos se fueran acostumbrando a lo que para ellos era una manera de normalidad, la de convivir con el frío. Estoy seguro que por el centro de la tierra habrá países y situaciones relacionadas con el calor con desniveles semejantes. Al final somos capaces de adaptarnos a muchas diferencias y yo no estoy reflejando la de este año sino por el hecho de lo repentino. Objetivamente todos los años vivimos adaptaciones semejantes y ya estamos acostumbrados. Lo que extraña y nos toma de sorpresa es el hecho de que se produzca en tan corto espacio de tiempo.

En esos momentos tan accidentados no es difícil que los cálculos se nos desborden y los cuerpos se resientan porque estamos desprevenidos para tanta agudeza. Han pasado unos cuantos días y ya hemos interiorizado que el verano se ha ido definitivamente por este año. Este fin de semana las temperaturas se han templado un poco hasta niveles más o menos habituales.  Esperamos, como siempre, la llegada del veranillo de los membrillos antes de final de septiembre y despediremos el calor hasta el año próximo,  cumpliendo un nuevo ciclo vital de los muchos que llevamos ya algunos colgados a la espalda. La temperatura y su evolución, los colores de la ropa, la comida o el folklore no son más que componentes de una cultura que define nuestras vidas y nuestras maneras de ser y de pensar. Por eso la diversidad no es más que la riqueza de ser distintos unos de otros.


domingo, 11 de septiembre de 2016

AGUA


         Cada curso tiene sus particularidades. Yo recuerdo principios de septiembre en los que el agua corría a mares y nos veíamos negros para  llegar cada mañana y comenzar la jornada. Este curso por el contrario, la señal de los cuarenta grados se ha resistido a claudicar y nos hemos visto envueltos en los sudores de agosto y es ahora, a mitad de septiembre, en donde ya parece que los rigores se alejan y dan paso a los airecillos frescos que anuncian el otoño. El refrán nos dice que en septiembre, el que no tenga ropa que tiemble. Sólo falta que se vaya cumpliendo.

         Los colegios no están dotados por completo de aparatos de aire acondicionado, lo que quiere decir que entrar en clase en los primeros días con los calores tan vivos se hace un poco excesivo para los pequeños y para todos. Pero es que nos volvemos muy delicados y a todo le tenemos que sacar punta y no ver más que los inconvenientes, que sin duda los tiene. Poco a poco algunas clases ya se ven dotadas de aparatitos que permiten suavizar la temperatura en las horas más tórridas del día, lo que facilita la sensación de bienestar imprescindible para cubrir los expedientes de manera razonable. Pero sin llegar a esos extremos estoy seguro que utilizando el agua, que ha sido recurso frecuente durante todo el verano, y permitiendo que los niños usen el patio y sus sombras con el líquido elemento, el tiempo de más calor se puede suavizar de manera significativa. Lo que pasa es que pensar en escuela ya implica negar algunos elementos, como el agua por ejemplo, y contar todo el día con una dotación mínima de ropa que también se podría aligerar y facilitar entre unas cosas y otras que la temperatura efectiva fuera más suave.

Nuestro concepto de escuela necesita ser un poco más relativo que el de libros, filas, zapatos, mochilas y hasta rebecas si me apuras. Una estructura en fin que obedece a nuestra imagen mental pero que en muchos casos puede andar bien lejos de la imagen real de un septiembre como el que estamos terminando de pasar. Esto demuestra una vez más que nuestro concepto de las cosas y de las secuencias de vida tiene unas proporciones mentales que no siempre se ajustan a las realidades concretas por las que atravesamos. La escuela debe estar a nuestro servicio y tener la ductilidad necesaria para que nuestra vida transcurra de la mejor manera posible porque tiene muchas posibilidades de ofrecer estatus de confort adaptados a nuestras necesidades y no vernos abocados a sufrir los rigores, no ya del tiempo en el que difícilmente mandamos, sino de toda la dotación de equipamientos que al parecer la entrada en la escuela implica y que no está relacionada con la realidad natural de los distintos lugares en los que vivimos sino en las estructuras que todo el aparato comercial nos ha ido metiendo en la cabeza y que no va destinadas a cubrir nuestras necesidades sino a someternos a la estructura comercial que ellos necesitan.

         En el fondo lo que tenemos que asumir es que la escuela, como tantas otras cosas en la vida, no es nada sin las personas. Que somos las personas las que importamos y que, estemos donde estemos, siempre conviene que seamos lo primero. Todo lo demás: espacios, distribución de tiempos, contenidos para cubrir los tiempos  en definitiva, tiene que ponerse necesariamente a nuestro servicio porque ese es el sentido profundo de la educación. Reconozco que los calurosos días de septiembre que todavía estamos viviendo pueden ser incómodos para los pequeños pero también estoy seguro que la interpretación dúctil y relajada de las posibilidades que están en nuestras manos pueden crear sin ningún problema los elementos compensatorios que cualquier jornada necesita para vivirla sin agobios y gozando todavía, como en este caso, de unos días más con el agua como referente fundamental, que tiempo habrá en los próximos meses de usar todos los elementos que los comercios nos invitan a comprar de manera tan persistente.  


domingo, 4 de septiembre de 2016

EMPIEZA


         Cualquier cosa que empieza: un día, una película, una vida…, es siempre una promesa, una oportunidad, una realidad nueva en cierto modo. Este humilde blog, en su empeño por vivir, ha cubierto ya una serie de etapas y se ha consolidado como una vida que sondea cada semana aspectos de la humanidad de las personas. Decidimos en su momento llamarlo COMO NIÑOS porque en nuestra vida se acumulan una serie de asuntos que nos afectan, que nos definen, que nos frustran y que nos perfeccionan. Quería y sigo queriendo que sobre ese fondo de infancia, unas veces real y otras inventada, fuéramos capaces entre todo el que quiera colaborar en alguna medida, consolidar un asunto de discusión que fuera tomando cuerpo y contenido con el tiempo y nos fuera ampliando el ámbito de discusión sobre la base de la humanidad, unas veces ligada a la educación y otras a las mil dudas que nos rodean con la educación de fondo.

         En este sector del mundo, estos días comienza un nuevo curso, esa rueda de ordenamiento de vida discutible siempre, en la que la estructura escolar va a establecerse hegemónica durante unos meses según la ordenación del tiempo que hemos establecido para justificar el crecimiento, cada año hacemos alusión a algún aspecto que nos parece de interés de los muchos posibles que alrededor del comienzo pueden hacerse valer. Quizá por eso hay una suerte de pudor al encarar un año más el tema del comienzo. Por una parte nos sentimos en la obligación de aportar lo más o lo menos sobre el asunto pero por la otra no quisiéramos en ninguna medida sentirnos en plan de abueletes cansinos que incapaces de pasar de un tema o que lo más que logran en su vano intento, es repetir cosas que ya han tratado en años anteriores.

         Hace ya sus buenos cuarenta años que nos movilizamos con fuerza para denominar la institución que alberga a los más pequeños como ESCUELA con su trasfondo educativo como principal atributo en contra del concepto GUARDERÍA que parece más de segunda categoría y cuya principal función es más la de tener guardados a los pequeños sin que el contenido del trabajo vaya dirigido a la consecución de unos objetivos ligados al crecimiento interior y al desarrollo de las capacidades de los pequeños. Sé de sobra que por encima de las nociones, en el contacto entre las personas lo que cuentan son las calidades de las personas en sí, al margen de las denominaciones genéricas. Pero creo que está bien intentar dignificar el trabajo con los más pequeños asociándolo a la idea de ESCUELA como un destino y no sólo al de GUARDERÍA, sin más contenidos a los que dirigirse.


         Pues que sea la noción de ESCUELA a la que se ligue nuestro destino como profesionales de la educación también hoy, que ya parece que las palabras pierden su valor o sencillamente se confunden por desgana o por falta de rigor. La Escuela que comienza estos días debería llevar adherido a ese comienzo algunos rasgos que la definen. El primero y principal es el de que cada persona es un mundo particular e irrepetible y deberíamos borrar de nuestra vista esos chorros de pequeños llorosos o con caras de pena entrando en tropel de la mano de sus familiares en un mundo ajeno en el que nadie sabe quién es cada uno y lo más que ofrecemos a los pequeños es un colgante de plástico con sus datos personales para que no se pierda en ese trasiego de gente que va y viene. En algún momento sería imprescindible que cada pequeño tuviera su nombre en boca de sus maestros y fuera tratado individualmente y se pudiera sentir único y con valor por sí mismo. De comenzar el curso formando parte de una masa a ser, al menos por un día, una persona única con su particularidad se va a derivar una noción de educación completamente distinta para el futuro.